Cómo reconocer una alfombra buena sin mirar el precio

La calidad de una alfombra depende de varios factores, que van desde el material a cómo fue confeccionada. ¿Cómo saber si una alfombra es de buena calidad? Aquí tienes algunas claves.
Cómo reconocer una alfombra buena sin mirar el precio

Quizá por el hecho de que las pisamos, hay personas que no se toman demasiado interés a la hora de comprar una alfombra. Sin embargo, es una de las piezas que da más calidez y sensación de hogar a una casa. Originarias de Oriente hace miles de años, las alfombras tardaron bastante en llegar a Europa: hicieron su aparición hace solo 700 años.

¿Podemos saber cuándo empezaron a confeccionarse? Se calcula que unos 5000 años atrás, pero la más antigua que conocemos no llega a ser tan vieja. Fue descubierta por el arqueólogo ruso Sergei Rudenko en un enterramiento escita (pastores nómadas de origen iranio) en una colina cerca de una ciudad llamada Pazyryk, al sur de Siberia, que data del siglo V a. C. La piezas se había conservado en perfecto estado, pues se encontraba embutida como un sándwich entre dos capas de hielo. Su calidad revela que se trata de una de las mejores alfombras que se pueden confeccionar. Gracias a esta pieza sabemos que en los últimos 3500 años no se ha producido ninguna innovación en este arte.

En Siberia se ha encontrado la alfombra más antigua. Foto: Istock

Una técnica ancestral

La técnica de tejer alfombras es muy sencilla. Se hace en un telar compuesto por la urdimbre -que son los hilos colocados muy juntos, de arriba a abajo- y la trama, que son los que atraviesan la urdimbre en sentido horizontal. Este cruce de hilos es el que conforma un tejido tupido. Pero, a diferencia de uno normal, la alfombra se elabora enlazando cortas hebras de lana a dos hilos contiguos de la urdimbre. Cuando se termina de anudar una hilera entera de izquierda a derecha o viceversa, se comienza la siguiente trama. Después, y con el fin de fijar los nudos, se tira con fuerza de los hilos transversales de la parte concluida.

Todo lo que se necesita para fabricar una buena alfombra es minuciosidad y paciencia. Minuciosidad porque cada vez que se confecciona un doble nudo hay que buscar el hilo del color apropiado para que coincida con el dibujo. Y paciencia porque son muchos los nudos que se necesitan para realizar una buena alfombra. Por último, se recorta el pelo de la superficie para que todos los hilos tengan la misma longitud.

Tradición milenaria

¿Quienes fueron los primeros alfombreros? Nadie lo sabe con exactitud. Probablemente fueran las mujeres de los pastores nómadas de las estepas de Asia central, donde la confección de alfombras es una profesión con una antiquísima tradición. Hay quien se arriesga más a la hora de delimitar la zona geográfica: entre los 30 y 45 grados de latitud norte. Su razonamiento viene justificado por tres variables: latitud, clima, cultura. El clima depende de la latitud, y de él los usos y costumbres que los habitantes de cada zona han tenido que desarrollar para sobrevivir. Así, por encima de los 45 grados de latitud norte las tribus de cazadores y recolectores se protegían del frío vistiendo pieles animales y haciendo sus tiendas de cuero. Ahora bien, por debajo de los 30º Norte el clima es tan suave que no se necesitan alfombras para el suelo: por eso en la India no se fabricaron alfombras hasta la llegada de los mongoles. En las zonas cálidas era mucho más práctico utilizar esterillas de cáñamo o de otras plantas.

Los pastores nómadas de las estepas asiáticas sí tenían razones para tejer alfombras. Tanto extendidas en el suelo como colocadas en las paredes, mantenían muy bien el calor. Ademas podías utilizarse como mantas para caballo, bolsas para el transporte y como elemento decorativo. Pero sobretodo porque eran fáciles de enrollar y transportar, algo fundamental para un pueblo nómada.

La alfombra persa tiene una fama merecida. Foto: Istock

Cuando hablamos de una alfombra auténtica solemos pensar automáticamente en que es persa. Pero, si conocemos a fondo la historia de la confección de alfombras y cómo se extendió desde Asia central, nos encontramos otros lugares con esta tradición muy arraigada: el Cáucaso, Anatolia, el Tíbet y China.

Una verdadera alfombra

El elemento fundamental para apreciar la autenticidad de una alfombra es el nudo. Cuando un experto quiere comprobar el valor de una alfombra, lo primero que hace es observar la forma en que ha sido anudada. Aunque lo cierto es que en vez de nudos deberíamos decir lazos, porque los pequeños hilos de lana no se anudan sino que se enlazan a dos hilos de la urdimbre. Esto es siempre así menos en el caso del nudo español, que solo rodea uno.

Hay tres tipos de nudos fundamentales. El primero se llama Gördes y se caracteriza porque el lazo está muy apretado y los hilos de colores están situados en paralelo y hacia arriba. El segundo es el Sena, en el que los hilos de colores van en diferentes direcciones. El tercero es el español, característico de las alfombras patrias. Las diferencias entre nudos Gördes o Sena no es muy grande: son de dos maneras distintas de hacer lo mismo. Los nombres vienen de dos lugares: el primero situado en Anatolia (Turquía) y el segundo en Persia, y designan las alfombras que vienen de allí. La alfombra encontrada de Pazyryk en Siberia está tejida con nudos Gördes.

Para saber su calidad hay que mirar detrás. Foto: Istock

¿Cómo es tu alfombra?

Si quieres saber cómo está confeccionada la alfombra de tu salón de casa, o en la tienda donde vas a comprar una, basta con doblar la alfombra hacia atrás en sentido transversal para abrir las hebras de lana. Si se ven los hilos de la urdimbre -que casi siempre son blancos-, casi con toda seguridad se trata de una alfombre con nudos Gördes. De lo contrario, será una alfombra persa.

Ahora bien, la calidad no depende de la forma de los nudos, sino de su grosor. Una alfombra de 50 000 nudos por metro cuadrado se considera tosca y una de 450 000 muy fina. La mayoría de las veces podemos conocer el grosor de los nudos echando una simple ojeada: solo hay que mirar el dibujo y comprobar si resulta nítido o borroso. En este último caso, puede que los hilos sean muy largos (el dibujo depende de la longitud de los hilos de colores que sobresalen sobre la urdimbre y la trama). Los dibujos borrosos corresponden casi siempre a alfombras con nudos muy pequeños, así que cuanto más claro resulta el dibujo, mayor es el grosor de los nudos.

¿De qué están hechas las alfombras?

La mayoría de las alfombras son de lana de oveja. Es el mejor material porque contiene una sustancia grasa llamada lanolina que las protege contra la humedad. Además la lana es elástica y, por pesado que resulte cualquier objeto que pongamos sobre ella, los hilos vuelven a su posición original cuando lo retiramos.

No obstante, la lana no es el único material para elaborar alfombras. A veces se emplea pelo de cabra, aunque tiene le inconveniente de que se rompe fácilmente. Existen algunas excepciones como la cabra de Cachemira y de la Angora, cuya lana sedosa aún se utiliza para tejer piezas de gran valor. Tampoco podemos olvidar el pelo de camello; algunas alfombras hechas con este material resultan tan mullidas como almohadones. Eso sí, son muy, muy caras. Finalmente tenemos las de algodón, como se hacen la mayoría de las alfombras modernas (dejemos a un lado las fibras sintéticas como polipropileno o nailon). El problema es que se enmaraña a menudo por lo que la urdimbre y la trama deben estar muy apretadas. Pero el mayor inconveniente es que el algodón es especialmente sensible a la humedad...

El Ríbet es otro lugar famoso por sus alfombras. Foto: Istock

Una inversión rentable

El peso de la alfombra también es indicativo de su calidad, pues a más peso, mayor cantidad de material. Finalmente, la mejor recomendación: toca y observa la alfombra. Una alfombra de calidad debe sentirse suave y tener una apariencia consistente. Busca signos de irregularidades o imperfecciones.

De todas formas, hablar de alfombras es hablar de un producto caro. Una tejedora habilidosa que puede tejer una media de mil nudos por hora. Es mucho, pero aún así hacer una alfombra implica mucho tiempo de trabajo. Pongamos una alfombra de12 metros cuadrados con 400 000 nudos por metro cuadrado: eso supone 600 días de trabajo. Y eso se paga.

Por este motivo casi todas las que se realizan en Europa está hechas a máquina. La diferencia es que éstas no tienen nudos. Eso sí, comprar una alfombra hecha a mano es como comprar oro, una inversión rentable. Hay un dicho persa que dice: “cuanto más fina es la alfombra, más rico es el persa que la posee”.

Referencias:

  • Gantzhorn, Volkmar (1998) Oriental Carpets ISBN 3-8228-0545-9
  • Eiland, Murray (2000). Scholarship and a Controversial Group of Safavid Carpets. Iran 38. The British Institute of Persian Studies.
  • Fletcher, Alan J. (2006) The Complete Carpet Buying Guide. Portland Oregon: AJ Books

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