En el corazón de Andalucía ha salido a la luz un secreto milenario que reescribe parte de la prehistoria ibérica. Un equipo de arqueólogos de la Universidad de Cádiz ha desenterrado en Teba (Málaga) una tumba colectiva de más de 5.000 años de antigüedad, preservada de forma excepcional bajo tierra durante milenios. Se trata de un dolmen megalítico de 13 metros de longitud, cuya cámara y pasillos internos estaban intactos desde la Edad del Bronce, conteniendo ajuares de gran riqueza: objetos exóticos de marfil y ámbar, conchas marinas, puntas de flecha de sílex e incluso una antigua alabarda. El hallazgo, comparable en monumentalidad a los célebres dólmenes de Antequera, ha despertado asombro tanto por su estado de conservación como por la ventana que abre al modo de vida de las primeras comunidades andaluzas.
Este descubrimiento arqueológico no solo aporta tesoros materiales, sino que ofrece información clave sobre las creencias, rituales funerarios y redes de contacto de las sociedades prehistóricas del sur peninsular. Gracias a una excavación meticulosa con tecnologías del siglo XXI, los investigadores han podido ingresar, por primera vez desde alrededor del 1800 a.C., en el interior intacto de este monumento megalítico. La exploración ha revelado restos humanos y ofrendas in situ, tal como fueron dejados hace milenios, lo que permitirá reconstruir con detalle cómo eran los enterramientos colectivos en aquella época. A continuación, explicamos el contexto histórico de los dólmenes andaluces, los detalles de este hallazgo extraordinario y las implicaciones científicas y patrimoniales que conlleva.
Contexto histórico: el legado de los dólmenes en Andalucía
Andalucía posee un rico legado megalítico fruto de las primeras sociedades agrarias del Neolítico y la Edad del Cobre. Desde aproximadamente el VI al III milenio a.C., los pobladores prehistóricos de la región erigieron numerosos dólmenes o sepulcros de piedra para uso ritual y funerario. Estos monumentos consisten en grandes bloques megalíticos que forman cámaras cubiertas con losas. Suelen encontrarse enterrados bajo túmulos de tierra, integrados en el paisaje natural, y eran utilizados como tumbas colectivas donde se depositaban los restos de varios individuos junto con sus ofrendas funerarias.
Ejemplos destacados abundan en la geografía andaluza. El Conjunto Dolménico de Antequera (Málaga), que incluye los famosos dólmenes de Menga y Viera y el tholos de El Romeral, fue declarado Patrimonio Mundial por la UNESCO en 2016. Representa una asombrosa muestra de la arquitectura megalítica europea, por la colosal dimensión de sus piedras y su precisa orientación astronómica. También es reseñable el Dolmen de Soto, en Trigueros (Huelva), de casi 21 metros de longitud, uno de los más grandes y mejor conservados del sur de España. En esta misma provincia se han localizado más de doscientos monumentos similares, lo que demuestra la extensión y relevancia del megalitismo en la región.
A pesar de su abundancia, muchos de estos yacimientos fueron excavados hace más de un siglo con técnicas rudimentarias, lo que limitó la información recogida. En este contexto, el dolmen de Teba cobra un valor especial: al permanecer sellado e intacto hasta hoy, ofrece a los arqueólogos una oportunidad única de estudiar un enterramiento prehistórico en su contexto original.

El hallazgo en Teba: un dolmen monumental sale a la luz
El descubrimiento del dolmen de Teba ha sido fruto de cuatro campañas sucesivas de excavación llevadas a cabo entre 2022 y 2025. Un equipo de investigación de la Universidad de Cádiz, dirigido por los doctores Eduardo Vijande y Serafín Becerra, emprendió la exploración de la zona conocida como necrópolis de La Lentejuela. Con financiación del Ayuntamiento de Teba y autorizaciones de la Consejería de Cultura y Patrimonio Histórico, el proyecto combinó arqueología de campo con análisis multidisciplinarios, contando además con la colaboración de la Fundación Palarq y la participación de estudiantes de Historia.
La estructura, denominada Dolmen I de La Lentejuela, presenta unas dimensiones imponentes: alrededor de 13 metros de longitud, con varios compartimentos internos delimitados por losas de piedra y puertas perforadas. Al retirar cuidadosamente el túmulo de tierra y desmontar la cubierta, los arqueólogos accedieron a un interior prístino, un espacio sellado desde hace unos 3.800 años. Allí encontraron restos humanos y ajuares en su posición original, lo que aporta un valor científico excepcional.
Estructura y ajuares de una tumba de 5.000 años
El dolmen está formado por varias cámaras sucesivas, separadas por losas perforadas a modo de puertas. Dentro se localizaron restos óseos junto con una gran variedad de objetos funerarios. Entre ellos destacan fragmentos de marfil procedentes del norte de África, cuentas de ámbar posiblemente originarias de Sicilia, conchas marinas traídas del litoral, más de veinte puntas de flecha de sílex, láminas de gran tamaño, una hoja-alabarda y recipientes cerámicos. Estos objetos no solo tienen un valor arqueológico intrínseco, sino que revelan la existencia de contactos a larga distancia y jerarquías sociales dentro de la comunidad.
La presencia de materiales exóticos sugiere que los individuos enterrados pertenecían a una élite local con acceso a redes de intercambio mediterráneas y africanas. Por otro lado, los útiles de sílex de gran tamaño evidencian el trabajo de artesanos especializados y un alto nivel de habilidad técnica.
Revelaciones científicas: rituales y redes prehistóricas
El hallazgo abre una ventana única al estudio de los rituales funerarios prehistóricos. Al conservarse todo en su posición original, los arqueólogos pueden analizar la disposición de cuerpos y ajuares, reconstruyendo paso a paso los rituales de deposición. Se cree que el dolmen se construyó en torno al 3000 a.C. y se usó durante siglos, documentándose un cambio desde los enterramientos colectivos a prácticas más individualizadas en épocas posteriores.
Los estudios en curso incluyen dataciones de los materiales, análisis de ADN antiguo en los huesos y estudios arqueométricos para determinar el origen exacto del ámbar y el marfil. Estos trabajos permitirán comprender mejor quiénes eran las personas enterradas, qué comían, cómo vivían y qué creencias guiaban sus rituales.
El dolmen de Teba se convierte así en un auténtico laboratorio de investigación, con potencial para reinterpretar otros yacimientos excavados en épocas pasadas con menor detalle. Su conexión con los grandes centros megalíticos de Antequera y con asentamientos como Valencina de la Concepción o Los Millares refuerza la idea de que Andalucía formaba parte de amplias redes culturales y económicas en la Prehistoria.
Valor patrimonial y oportunidad turística del hallazgo
Más allá de su valor científico, el descubrimiento tiene implicaciones patrimoniales y turísticas. El Ayuntamiento de Teba y la Universidad de Cádiz planean proteger el yacimiento y poner en valor los hallazgos, posiblemente con exposiciones en museos y rutas de turismo cultural. El dolmen puede convertirse en un nuevo punto de atracción dentro del mapa megalítico andaluz, junto a monumentos tan conocidos como los de Antequera o el Dolmen de Soto.
Además, la excavación ha servido como espacio de formación práctica para estudiantes y puede inspirar futuras actividades de divulgación y participación ciudadana. El hallazgo no solo aporta conocimiento sobre el pasado, sino que también fortalece la identidad cultural local y abre nuevas oportunidades de desarrollo económico basado en el turismo arqueológico sostenible.
Referencias
- Noticia oficial de la Universidad de Cádiz sobre el hallazgo del dolmen en Teba (Málaga): https://www.uca.es/noticia/investigadores-de-la-universidad-de-cadiz-sacan-a-la-luz-un-dolmen-de-mas-de-5-000-anos-en-teba-malaga/.