A simple vista, los electrones y los fotones parecen pertenecer a mundos distintos. Uno está ligado a la materia; el otro, a la luz. Uno tiene masa; el otro no. Sin embargo, un nuevo experimento realizado con una clase particular de materiales ha revelado un comportamiento inesperado: algunos electrones pueden actuar como si fueran fotones, desdibujando la frontera que los separa. Este hallazgo no solo llama la atención por su rareza, sino por las preguntas fundamentales que abre sobre la naturaleza de la materia.
El artículo escribe un experimento en el que electrones en grafeno bicapa fueron inducidos a fluir de una manera que imita a la propagación de la luz. No es un juego de palabras ni una interpretación exagerada: se trata de un fenómeno cuántico real, observado y medido en laboratorio. Los investigadores lograron hacer que los electrones se "doblasen" en grafeno bicapa utilizando luz. Esta capacidad de controlar la trayectoria de los electrones con precisión fotónica sugiere una nueva forma de entender cómo se comportan las partículas en ciertos materiales, con posibles aplicaciones tecnológicas a largo plazo.
El grafeno bicapa: un material fuera de lo común
Desde que se aisló por primera vez en 2004, el grafeno ha sido protagonista de múltiples descubrimientos revolucionarios. Este material, compuesto por una sola capa de átomos de carbono dispuestos en forma hexagonal, es conocido por su resistencia, flexibilidad y capacidad de conducción. Pero cuando se superponen dos capas de grafeno, el comportamiento cuántico del sistema cambia de forma drástica.
La configuración del grafeno bicapa permite manipular las propiedades electrónicas del material de manera inusitada. En el experimento descrito, se utilizó esta estructura para inducir un flujo electrónico que imita al de la luz. Los electrones, en lugar de seguir trayectorias caóticas o aleatorias, viajaron por caminos definidos, como lo hacen los rayos de luz cuando se refractan o se reflejan.
Este fenómeno no se da en cualquier circunstancia. Es necesario ajustar con precisión la orientación de las capas de grafeno, el nivel de dopado (es decir, la cantidad de electrones añadidos al sistema) y las condiciones de temperatura. Solo así se logra el efecto deseado. En este caso, los investigadores emplearon luz para inducir el comportamiento deseado, lo que permite hablar de una verdadera interacción entre luz y materia, donde los electrones terminan adoptando características ópticas.

Electrones comportándose como fotones: ¿qué significa realmente?
Decir que un electrón “se comporta como un fotón” no implica que haya cambiado su naturaleza. Lo que ocurre es que su movimiento dentro del material reproduce los patrones típicos de la luz, como la refracción o la interferencia. Esta semejanza se logra en condiciones muy específicas, pero su existencia es suficiente para desafiar algunas ideas tradicionales.
En física cuántica, se sabe que todas las partículas tienen propiedades ondulatorias. Tanto los fotones como los electrones pueden describirse mediante funciones de onda. Sin embargo, en la práctica, los electrones suelen estar sometidos a interacciones más complejas: se dispersan, chocan, se frenan. Verlos fluir como si fueran luz, sin pérdida aparente de energía ni dispersión, es altamente inusual.
Según el documento, este comportamiento fue inducido usando luz en materiales con propiedades electrónicas particulares, logrando que los electrones se desplazaran “como si no tuvieran masa”. Este detalle es clave, porque la masa es una de las diferencias fundamentales entre electrones y fotones. La posibilidad de hacer que una partícula con masa se comporte como una que no la tiene abre una ventana experimental sin precedentes para estudiar fenómenos cuánticos complejos.

No es la dualidad onda-partícula lo que sorprende, sino cómo se manifiesta
Cualquiera que haya estudiado mecánica cuántica sabe que todos los electrones tienen propiedades ondulatorias, igual que los fotones. Desde los experimentos de difracción electrónica del siglo XX, se acepta que la materia también puede comportarse como una onda. Por tanto, afirmar que “los electrones se comportan como fotones” puede parecer una repetición de algo ya conocido. Pero eso no es lo que realmente aporta este experimento.
Lo que hace diferente a este hallazgo es el modo en que los electrones se comportan dentro de un material diseñado específicamente, el grafeno bicapa. Aquí no estamos hablando simplemente de electrones que muestran una función de onda, sino de partículas guiadas de manera controlada como si fueran haces de luz. Esto implica que pueden reflejarse, curvarse o enfocarse siguiendo trayectorias ópticas, algo que no ocurre en la mayoría de los materiales.
Además, hay un detalle esencial: el comportamiento de estos electrones se induce utilizando luz, una herramienta externa que altera la forma en que los electrones se mueven dentro del grafeno. Gracias a esta interacción, los electrones no solo fluyen, sino que lo hacen como si no tuvieran masa, imitando la forma en que se propagan los fotones. Este nivel de control experimental no se había logrado de forma tan precisa ni estable.
La diferencia clave no está en la existencia de la dualidad onda-partícula, sino en cómo se ha logrado manipularla activamente. Es esa capacidad de hacer que los electrones adopten un comportamiento típicamente óptico —y hacerlo bajo demanda— lo que abre puertas a tecnologías completamente nuevas. No es que los electrones “ahora” tengan propiedades de la luz, es que se ha conseguido reproducir ese comportamiento dentro de un sistema físico real y tangible.
¿Qué aplicaciones puede tener este hallazgo?
Más allá del asombro inicial, el experimento tiene implicaciones prácticas a largo plazo. La capacidad de guiar electrones como si fueran haces de luz puede ser útil en el desarrollo de nuevos dispositivos electrónicos y ópticos, especialmente en el campo de la computación cuántica o la fotónica integrada.
Uno de los retos de la tecnología actual es controlar el movimiento de los electrones con la menor pérdida de energía posible. Imitar el comportamiento de los fotones —que pueden recorrer largas distancias sin dispersarse— es un objetivo deseado. Si se logra replicar este fenómeno de forma estable, podrían diseñarse circuitos más rápidos y eficientes, donde la información se transmite mediante electrones con dinámica óptica.
Además, este tipo de experimentos permite explorar nuevos estados de la materia, como los semimetales de Dirac o los aislantes topológicos, en los que las partículas adoptan comportamientos exóticos. Comprender estos estados es esencial para el desarrollo de tecnologías emergentes y para formular teorías más completas sobre el comportamiento cuántico de la materia.
Una herramienta para explorar los límites de la física
Este experimento no solo es relevante por sus posibles aplicaciones tecnológicas, sino también por su valor como herramienta de exploración científica. En la física moderna, muchos de los avances más importantes provienen de observar situaciones límite, donde las reglas conocidas comienzan a fallar o a mezclarse.
El hecho de que los electrones imiten a los fotones en ciertas condiciones sugiere que la separación conceptual entre luz y materia es más tenue de lo que se creía. En un nivel profundo, ambas entidades están regidas por las mismas leyes cuánticas, y solo se diferencian por propiedades específicas como la masa, el espín o la carga.
Observar fenómenos como este permite poner a prueba los modelos teóricos actuales y, en algunos casos, ajustarlos o ampliarlos. La física cuántica sigue siendo un campo con muchas incógnitas, y cada experimento que desafía nuestras intuiciones aporta una pieza al rompecabezas general.
Más allá del laboratorio: cómo cambia nuestra percepción de la materia
Este tipo de descubrimientos tiene una dimensión que trasciende la técnica o la teoría. Nos obliga a replantear ideas arraigadas sobre la naturaleza de la materia, la luz y sus fronteras. En la vida cotidiana, solemos pensar en la materia como algo sólido, tangible, con peso, y en la luz como algo intangible, sin masa. Este experimento sugiere que estas categorías pueden entrelazarse más de lo que pensábamos.
Para el público general, este hallazgo puede parecer lejano, pero tiene un valor profundo. Nos recuerda que el universo no siempre se comporta de forma intuitiva, y que aún estamos descubriendo cómo interactúan las partículas más fundamentales. Ver a los electrones adoptar comportamientos ópticos no es solo un detalle técnico: es una señal de que la física sigue evolucionando y que lo que hoy parece evidente, mañana puede ponerse en duda.
Aunque los efectos observados en este experimento solo ocurren en condiciones muy controladas, su existencia demuestra que las propiedades de las partículas no están escritas en piedra, sino que dependen del entorno, de las fuerzas aplicadas y del estado cuántico en que se encuentran. Esta flexibilidad, lejos de ser una debilidad, es lo que hace posible la innovación científica.
Referencias
- Sakura Hiramoto, Koki Funatsu, Kensuke Konishi, Haruhiko Dekura, Naoya Tajima, Toshio Naito. Universal Features of Magnetic Behavior Originating from Linear Band Dispersion: α-BETS2X and α′-BETS2Y (BETS = Bis(ethylenedithio)tetraselenafulvalene, X = IBr2, I2Br, Y = IBr2, ICl2). The Journal of Physical Chemistry Letters, 2025; 16 (35): 9116 DOI: 10.1021/acs.jpclett.5c02197.