Confirmado: la especie humana más enigmática también vivió en Taiwán hace más de 100.000 años

Un misterioso fósil hallado frente a la costa de Taiwán reconfigura el mapa evolutivo de Asia y da nuevas pistas sobre un pariente humano casi invisible en el registro fósil: los Denisovanos.
El investigador examina la mandíbula prehistórica que ha sido clave para confirmar la presencia Denisovana en Asia oriental
Un científico sostiene el fragmento fósil hallado en el lecho marino de Taiwán que ha cambiado lo que sabíamos sobre los Denisovanos. Foto: Jay Chang/Christian Pérez

Frente a las costas de Taiwán, en el estrecho de Penghu, un pescador sacó del fondo marino, sin saberlo, una pieza clave del rompecabezas humano. Lo que parecía ser simplemente una mandíbula antigua se ha revelado como uno de los descubrimientos más reveladores del siglo XXI en paleoantropología. Se trata del fósil Penghu 1, un fragmento robusto y de gran tamaño que, gracias a técnicas de análisis proteico de última generación, ha sido finalmente identificado como perteneciente a un Denisovano, una especie humana extinta de la que se sabe sorprendentemente poco, a pesar de su profunda influencia genética en gran parte de Asia.

Este hallazgo, ahora documentado en la revista Science, transforma por completo lo que sabíamos sobre la distribución geográfica de los Denisovanos. Si bien sus restos se han encontrado principalmente en la cueva de Denisova, en Siberia, y más recientemente en el Tíbet y Laos, nunca se había confirmado su presencia tan al sureste, ni en un entorno insular como Taiwán. Este descubrimiento subraya no solo la amplia dispersión de estos homínidos, sino también su extraordinaria capacidad para adaptarse a climas y ecosistemas radicalmente distintos, desde las frías montañas siberianas hasta las costas subtropicales del Pacífico.

La mandíbula perdida y recuperada del fondo marino

La historia del fósil Penghu 1 comienza como muchas otras hallazgos fortuitos: con un golpe de suerte. En 2010, un pescador taiwanés recogió de su red una mandíbula inferior completa, de aspecto inusual. Sin una datación precisa ni un contexto estratigráfico, la pieza generó un debate inmediato entre los expertos. Durante más de una década, se barajaron múltiples hipótesis: ¿era de un Homo erectus? ¿Un Homo sapiens arcaico? ¿O quizás un primo perdido en la evolución humana?

Lo que distinguía al fósil no era solo su tamaño y robustez, sino la forma inusualmente grande de sus dientes. Estas pistas anatómicas apuntaban hacia una posibilidad tentadora: Denisova. Pero no había pruebas moleculares que lo confirmaran. Los intentos de extraer ADN fallaron debido a su prolongada exposición al agua marina. Así que, durante años, el fósil permaneció en un limbo clasificatorio, tan prometedor como frustrante.

Todo cambió con el desarrollo de la paleoproteómica, una técnica que permite analizar proteínas milenarias que sobreviven incluso cuando el ADN ha desaparecido. En 2022, el fósil viajó a Copenhague, donde un equipo internacional logró extraer de uno de sus dientes proteínas clave que, tras comparaciones genéticas, revelaron su verdadera identidad: era Denisovano. Y no solo eso: también se descubrió que pertenecía a un varón.

Otra perspectiva de la mandíbula. Foto: Yousuke Kaifu

Un mapa de distribución inesperado

El descubrimiento del Penghu 1 cambia radicalmente el mapa de distribución de esta especie. Hasta hace poco, los Denisovanos eran una figura casi mítica, conocidos más por sus genes que por sus huesos. Se sabía que dejaron una importante huella genética en poblaciones actuales del sudeste asiático, Melanesia e incluso en Australia, pero casi no había evidencia fósil que corroborara su paso por estos lugares. Ahora, la mandíbula de Taiwán confirma lo que antes solo se intuía: los Denisovanos no eran una población localizada, sino una especie extremadamente adaptable que habitó territorios muy diversos.

El descubrimiento en el canal de Penghu, que durante el Pleistoceno era un puente terrestre entre China y Taiwán debido al bajo nivel del mar, abre la posibilidad de que estos homínidos utilizaran estas rutas para expandirse. El lugar donde se halló el fósil también ha producido restos de elefantes, búfalos y otros animales, lo que sugiere que esta región era un ecosistema terrestre muy rico antes de ser sumergido. En este contexto, el fósil de Penghu 1 es una cápsula del tiempo que da testimonio de la presencia humana arcaica en un entorno que hoy yace bajo el mar.

La paradoja Denisovana

El caso de los Denisovanos es fascinante por su rareza. Son una de las especies humanas extintas más cercanas a nosotros y, sin embargo, son también una de las más misteriosas. Desde su identificación en 2010, a partir de un fragmento óseo minúsculo hallado en Siberia, su historia ha sido reconstruida más por genética que por arqueología. Sabemos que se cruzaron con los Homo sapiens y que dejaron rastros genéticos significativos en nuestras poblaciones actuales, pero apenas disponemos de una docena de fósiles claramente identificados.

La mandíbula de Penghu representa, por tanto, mucho más que un hallazgo anatómico: es una ventana a su forma de vida, su capacidad adaptativa y su expansión por Asia. El hecho de que no posea mentón y carezca de muelas del juicio refuerza la idea de que los Denisovanos tenían una morfología única, distinta tanto de los humanos modernos como de los Neandertales, con quienes también compartieron tiempo y espacio.

El futuro: buscar tesoros en las colecciones olvidadas

Uno de los aspectos más prometedores de este descubrimiento es su implicación para futuras investigaciones. Según la nota de prensa difundida por la Universidad de Copenhague y el Museo Nacional de Ciencias Naturales de Taiwán, hay más de 4.000 fósiles recogidos del fondo del mar en el canal de Penghu. Muchos de ellos han sido clasificados sin un análisis detallado. Gracias a la paleoproteómica, estos fragmentos pueden ahora revisarse con ojos nuevos y técnicas más precisas.

Es muy probable que más restos Denisovanos estén ocultos entre esos miles de huesos. Lo que hasta ahora parecía material fósil sin contexto ni valor taxonómico podría convertirse en una fuente inmensa de información sobre nuestra evolución.

Además, el hallazgo impulsa la reevaluación de otros fósiles encontrados en Asia. Mandíbulas como la de Xiahe, en el Tíbet, o dientes descubiertos en Laos, ya habían apuntado hacia una dispersión más amplia de los Denisovanos, pero sin la certeza molecular que ahora aporta Penghu 1.

Una especie que ya no se puede ignorar

El legado de los Denisovanos sigue creciendo. Aunque aún no tienen una denominación oficial aceptada (algunos proponen Homo juluensis), su presencia se vuelve cada vez más incuestionable en el relato de la evolución humana. Son una pieza indispensable para entender el mosaico de especies que convivieron, compitieron e incluso se entrelazaron en la prehistoria.

Con el descubrimiento de Penghu 1, la historia humana se vuelve un poco menos eurocentrista. Asia, y en especial el sudeste asiático, se confirma como un escenario clave de la evolución humana. Una vez más, los huesos hablan, y lo que dicen cambia todo lo que creíamos saber.

Referencias

  • Takumi Tsutaya et al. , A male Denisovan mandible from Pleistocene Taiwan. Science 388, 176-180 (2025). DOI:10.1126/science.ads3888

Recomendamos en