Puntos y comas

Se cuenta del emperador Carlos V que un día se le pasó a la firma la sentencia de un condenado en la que se leía lo siguiente: "Perdón imposible, que cumpla la condena".
Puntos y comas

Se cuenta del emperador Carlos V que un día se le pasó a la firma la sentencia de un condenado en la que se leía lo siguiente: "Perdón imposible, que cumpla la condena". Parece ser que tras unos segundos de vacilación, el monarca decidió cambiar la coma de sitio, y firmó lo que finalmente quedó así: "Perdón, imposible que cumpla la condena". La anécdota, real o imaginaria, demuestra la magnanimidad caprichosa de los poderosos, y la importancia de los signos de puntuación. En su último libro, titulado precisamente Perdón imposible, el lingüista José Antonio Millán reivindica el correcto uso de puntos, comas, paréntesis, interrogaciones y exclamaciones, y alerta sobre su capacidad para provocar malentendidos y equívocos.

Millán cita, por ejemplo, un artículo del periodista y gastrónomo Néstor Luján en el que denunciaba los excesos de la Revolución Francesa, y cómo, de nuevo, el cambio de una coma alteró radicalmente el mensaje. Donde se decía originariamente "en una zona de la Vendée tan sólo, el 40% de la población fue asesinada", se publicó por error así: "En una zona de la Vendée, tan sólo el 40% de la población fue asesinada".

En otros casos, los cambios resultan más divertidos y menos dramáticos. Así, "el maestro dijo: Javier es un inútil", se convierte en un inesperado "el maestro, dijo Javier, es un inútil".

Recuerdo también la curiosa historia del testamento que cambia de beneficiario según quién lo lee. Por ejemplo, el sobrino leyó: "Dejo mis bienes a mi sobrino Juan, no a mi hermano Luis. Jamás se pagará la cuenta al sastre. Nunca, de ningún modo, el dinero irá a los jesuitas". El hermano, hizo una lectura distinta: "¿Dejo mis bienes a mi sobrino Juan?, no. ¡A mi hermano Luis! Jamás se pagará la cuenta del sastre. ¡Nunca, de ningún modo el dinero irá a los jesuitas!". El sastre hizo también su interpretación interesada: "¿Dejo mis bienes a mi sobrino Juan?, no. ¿A mi hermano Luis?, jamás. Se pagará la cuenta del sastre. ¡Nunca, de ningún modo el dinero irá a los jesuitas!". Y queda, naturalmente, la lectura de los jesuitas, por lo demás obvia: "¿Dejo mis bienes a mi sobrino Juan?, no. ¿A mi hermano Luis?, jamás. ¿Se pagará la cuenta del sastre?, nunca, de ningún modo. ¡El dinero irá a los jesuitas!".

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