Descubre a Marga Gil, la artista y poeta española que murió por el amor imposible de Juan Ramón Jiménez

Conocida por su suicidio y por su relación con el gran Juan Ramón Jimémez, la precoz Margarita Gil Roësset fue mucho más que una heroína romántica
Recreación de la escultora y poeta Marga Gil. Foto: Midjourney/J.C. - Recreación de la escultora y poeta Marga Gil

La artista plástica y escritora Margarita Gil Roësset (Madrid, 1908-1932) fue de una modernidad y precocidad abrumadoras. Perteneciente a la alta burguesía, recibió una educación exquisita bien alejada de la habitual en las mujeres de la época: música, idiomas, escultura, dibujo, pintura, física, matemáticas y viajes por Europa.

Destaca sobre todo en la escultura: fue una de las primeras mujeres en esculpir en piedra, donde proyecta su mayor expresividad adaptándose a los parámetros centroeuropeos del realismo cercano al expresionismo. En la actualidad quedan 16 esculturas y 80 dibujos suyos.

Marga Gil junto a su hermana Consuelo
Marga Gil junto a su hermana Consuelo. Foto: Wikimedia Commons.

Su obra Adán y Eva fue aceptada en las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes en 1930, donde volvería a exponer en 1932. Ese mismo año, conoce a Zenobia Camprubí y Juan Ramón Jiménez (este y el padre de Marga habían compartido clínica en el llamado ‘Sanatorio del Retraído’, una residencia para personas afectadas de trastornos nerviosos). Marga admira a Zenobia, traductora de Rabindranat Tagore, y ambas inician una gran amistad (casi veinte años después de la muerte de la artista, una foto cuelga encima del escritorio de Zenobia en Maryland: Marga).

Mientras Zenobia posa para la escultora, conversan sobre sus intereses estéticos. Juan Ramón quiere ayudarla en su formación artística y deviene además su interlocutor poético. En 1932, Marga lo visita en su casa (poco sabemos de ese encuentro), le entrega su diario y se dirige a un hotel propiedad de sus tíos en Las Rozas, donde se dispara un tiro en la cabeza.

Busto de Zenobia Camprubí, Marga Gil
Busto de Zenobia Camprubí, obra de Marga Gil. Foto: Wikimedia Commons.

En 2015 se publica Marga, el libro que fija la imagen más conocida de la escultora, compilado y corregido por Juan Ramón. Este incluye las 68 páginas del diario de la artista (en que confiesa su amor imposible por Juan Ramón), fotos y dibujos de ella agregados por el poeta y sus propios poemas, con los que le rinde homenaje. Una mujer que se suicida por un amor no correspondido: sí, la artista declara en ellos su voluntad de morir por amor.

Obligada a una vida estricta, insegura, sin confianza en sí misma, se aferra al amor por el poeta, convertido en un mito, ideal, símbolo de otra realidad que permite el gran deseo: proveer de libertad y mayoría de edad a la mujer, condenada a ser siempre de alguien, para alguien, y realizarse en el matrimonio.

La educación sentimental

Aquí entra el valioso libro de Begoña Méndez Heridas abiertas, un ensayo sobre los diarios íntimos de diez autoras: Marga no fue heroína romántica, sino artista y poeta. Una mujer que debe ser “desenterrada”, porque el gran dolor en sus cuadernos nace mucho antes de conocer a Juan Ramón. Sus palabras resultan de la educación sentimental, de la sujeción de las mujeres al mundo de las emociones. Amor idealizado por obligación, frente al malestar vital de no poder elegir ni hacer.

Marga Gil
La artista de 24 años se suicidó el 28 de julio de 1932, tras entregar su diario a Juan Ramón Jiménez. Foto: ASC.

La interpretación del diario como una carta de culpa y amor al poeta es romántica e insuficiente: «porque es la muerte, y no el amor, el gran tema de este diario», es decir, el lugar último de búsqueda de libertad. O, como Marga señaló en una entrevista en la revista Crónica, la voluntad definitiva de aproximarse al ideal y a lo simbólico, fuera de la realidad, pero lugar posible para la realización de los deseos de la mujer.

«Yo intento siempre operar sobre mis esculturas de dentro a afuera. Es decir, trato de esculpir más las ideas que las personas. Mis trabajos, en cuanto a la forma, podrán no ser muy clásicos; pero por lo menos llevan el esfuerzo de querer manifestar su interior».

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