Reconstruyen el rostro de un neandertal hallado en una cueva francesa: así era el 'anciano' que desafía todo lo que creíamos sobre nuestros primos evolutivos

Una reconstrucción facial forense pone cara a un hombre neandertal que vivió hace más de 50.000 años y cuyo aspecto ha sido elaborado gracias a las técnicas digitales más avanzadas.
Una nueva reconstrucción facial forense revela el sorprendente rostro de un neandertal que vivió hace más de 50.000 años en Francia
Una nueva reconstrucción facial forense revela el sorprendente rostro de un neandertal que vivió hace más de 50.000 años en Francia. Fuente: Cícero Moraes et al (2023)

En una pequeña localidad del suroeste de Francia, a principios del siglo XX, tres hermanos que eran sacerdotes realizaron un hallazgo arqueológico sin precedentes. Dentro de una gruta calcárea, descubrieron los restos bien conservados de un individuo que, por su edad avanzada y la ausencia de piezas dentales, pronto sería apodado como “el viejo”. Pero no era un anciano cualquiera, ni siquiera un Homo sapiens: se trataba de un neandertal, una especie extinta que caminó por Europa hace miles de años.

Durante más de un siglo, este individuo conocido por la ciencia como LCS1 —por las siglas de La Chapelle-aux-Saints 1— ha sido objeto de interpretaciones, estudios y reconstrucciones. Pero ninguna había alcanzado el nivel de precisión y humanidad que presenta la nueva aproximación facial realizada por un equipo internacional de científicos y artistas forenses en 2023. El trabajo, liderado por el investigador brasileño Cicero Moraes y publicado como póster científico en octubre del mismo año, revela con un realismo asombroso cómo pudo haber sido el rostro de este enigmático ancestro.

De fósil olvidado a rostro humano: la historia de un cambio de mirada

Durante décadas, la imagen de este hombre fue utilizada para ilustrar la supuesta brutalidad de los neandertales. En 1911, el influyente paleontólogo Marcellin Boule presentó una reconstrucción que mostraba al individuo encorvado, casi simiesco, reforzando los prejuicios de la época sobre su inferioridad respecto a los humanos modernos. Esta visión persistió durante buena parte del siglo XX, alimentando la idea de que los neandertales eran poco más que bestias inteligentes.

Sin embargo, el tiempo y la ciencia han corregido aquella caricatura. Estudios posteriores demostraron que el esqueleto de LCS1 presentaba signos de artrosis avanzada, lo que explicaba su postura encorvada. Y lo más relevante: la arqueología y la genética han demostrado que los neandertales no solo compartían un ancestro común con nosotros, sino que también tenían comportamientos simbólicos, cuidaban de los miembros enfermos de su grupo, enterraban a sus muertos y fabricaban herramientas complejas. Eran, en definitiva, mucho más humanos de lo que se creía.

La nueva reconstrucción facial no solo busca reproducir un rostro. Intenta —y consigue— devolverle su dignidad a un ser humano que vivió y murió en tiempos remotos, y cuya historia nos ayuda a comprender quiénes somos.

Proceso digital de reconstrucción facial a partir del cráneo fósil
Proceso digital de reconstrucción facial a partir del cráneo fósil. Fuente: Cícero Moraes et al (2023)

Tecnología, ciencia y arte para revivir el pasado

El proceso de reconstrucción facial comenzó con dos modelos digitales del cráneo de LCS1: uno obtenido mediante tomografía computarizada y otro escaneado por fotogrametría a partir de una réplica con mandíbula incluida. Ambos modelos fueron alineados cuidadosamente para definir su posición anatómica correcta, utilizando el plano horizontal de Frankfurt, un estándar en antropología física.

A partir de allí, los expertos utilizaron los datos de un donante humano moderno, cuya cabeza fue modelada en 3D, para servir como base anatómica. Esta técnica, conocida como "donación virtual", permite transferir los tejidos blandos —músculos, piel, grasa— desde un modelo contemporáneo hacia el cráneo antiguo, ajustándolos mediante deformaciones controladas que respetan la morfología original.

Una vez completada la estructura facial, se aplicaron marcadores de espesor de tejido obtenidos de estudios médicos en humanos actuales, así como estimaciones para partes complejas como la nariz, que no deja rastros óseos claros. Finalmente, el rostro fue pigmentado y se le añadieron detalles como barba, pelo y textura cutánea, generando dos versiones: una más neutra en tono sepia, sin cabello, y otra más interpretativa, con aspecto vivo y natural.

El resultado es impactante. Lejos del estereotipo bestial, este neandertal aparece como un hombre robusto, con rasgos únicos —como la ausencia de mentón— pero perfectamente reconocible como humano. Su mirada transmite fatiga, experiencia, incluso cierta melancolía. No es un monstruo ni un eslabón perdido, sino un individuo con historia, cuerpo y rostro.

Así cambia el rostro del Neandertal de La Chapelle según las distintas reconstrucciones forenses
Así cambia el rostro del neandertal de La Chapelle según las distintas reconstrucciones forenses. Fuente: Cícero Moraes et al (2023)

Un giro en nuestra percepción de los neandertales

La importancia de esta reconstrucción va más allá de lo visual. Refleja un cambio profundo en la forma en que la ciencia moderna aborda el pasado humano. Donde antes hubo desprecio y simplificación, ahora hay matices, empatía y rigor técnico. Las herramientas digitales no solo permiten recrear rostros con exactitud milimétrica, sino también narrar historias olvidadas con mayor justicia.

Además, esta reconstrucción forma parte de una tendencia creciente en paleoantropología: la humanización de los ancestros. Cada vez más proyectos buscan representar a los neandertales, los denisovanos o los Homo erectus como personas reales, con identidades, emociones y vidas complejas. En este caso, el rostro del hombre de La Chapelle-aux-Saints no solo ilustra un hallazgo fósil, sino también una visión renovada de lo que significa ser humano.

Y hay un dato que refuerza esta línea: el propio individuo habría vivido hasta más de 60 años, una edad notable para su época, especialmente si se considera que sufría enfermedades como brucelosis, una infección zoonótica. Esto sugiere que recibió cuidados dentro de su grupo, que no fue abandonado, y que la solidaridad también formaba parte de la cultura neandertal.

Un espejo remoto de nuestra propia humanidad

En última instancia, esta reconstrucción no solo pone cara a un fósil. Nos pone frente a un espejo remoto. El rostro del neandertal no es solo el de un pariente extinto, sino el de un ser que vivió, sintió y caminó por el mismo suelo que hoy pisamos. Quizá nunca sepamos cómo se llamaba, qué pensaba o a quién quiso, pero gracias al trabajo conjunto de la ciencia, el arte y la tecnología, podemos mirarlo a los ojos —y reconocernos, aunque sea un poco, en ellos.

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