Un hallazgo extraordinario: un meteorito atraviesa el techo de una casa en Georgia y resulta ser más antiguo que la propia Tierra

Un fragmento de roca espacial atravesó el techo de una vivienda en Georgia y, tras un análisis, ahora sabemos que es más antiguo que la Tierra.
Se estima que el meteorito McDonough tiene más de 4.560 millones de años de antigüedad
Se estima que el meteorito McDonough tiene más de 4.560 millones de años de antigüedad. Foto: UGA/Christian Pérez

El 26 de junio, una bola de fuego atravesó el cielo del sureste de Estados Unidos a plena luz del día, dejando a su paso un destello tan brillante como el de la Luna llena y un estruendo que muchos confundieron con un terremoto. Minutos después, un fragmento del tamaño de un tomate cherry rompía el techo de una vivienda en McDonough, Georgia, cruzaba el conducto de ventilación, atravesaba la capa de aislamiento, perforaba el techo interior y terminaba incrustándose en el suelo del salón.

Sin embargo, ahora sabemos que lo que parecía una anécdota curiosa se ha convertido en un hallazgo científico de primer orden. Según confirmó la Universidad de Georgia en un comunicado de prensa, la roca —bautizada oficialmente como Meteorito McDonough— no solo procede del cinturón principal de asteroides entre Marte y Júpiter, sino que su edad se remonta a 4.560 millones de años, unos 20 millones más que la propia Tierra.

Un viaje de cientos de millones de kilómetros y miles de millones de años

El análisis llevado a cabo por el geólogo planetario Scott Harris revela que se trata de un meteorito del tipo condrita ordinaria de bajo contenido metálico, el grupo más común entre los meteoritos recuperados en la Tierra. Estas rocas se formaron en presencia de oxígeno en los albores del sistema solar, antes de que nuestro planeta terminara de ensamblarse.

Los estudios apuntan a que este fragmento en particular formaba parte de un asteroide mucho mayor que, hace unos 470 millones de años, se fracturó en múltiples piezas. Algunas de ellas entraron en órbitas que cruzan la trayectoria terrestre, vagando durante eones hasta coincidir, por pura sincronía cósmica, con la posición de nuestro planeta el pasado mes de junio.

Cae en Georgia un meteorito más antiguo que la Tierra
Cae en Georgia un meteorito más antiguo que la Tierra. Foto: CNN/Christian Pérez

El paso de este bólido no pasó desapercibido. Más de 200 personas lo reportaron como una bola de fuego diurna, un fenómeno muy poco habitual debido a la intensidad lumínica necesaria para que un meteorito sea visible bajo la luz solar. El destello fue seguido de un potente estampido sónico, audible a decenas de kilómetros, un indicio claro de que parte del objeto había sobrevivido a su abrasador paso por la atmósfera.

En McDonough, la roca impactó con la fuerza suficiente para pulverizar parte del suelo y dejar diminutas motas de polvo espacial esparcidas por la estancia. El propietario, que ha preferido mantenerse en el anonimato, aún encuentra partículas semanas después. En total se recuperaron unos 50 gramos de material, de los cuales la Universidad de Georgia ha recibido casi la mitad para su análisis.

El meteorito dejó una hendidura en el suelo de la vivienda en Henry County
El meteorito dejó una hendidura en el suelo de la vivienda en Henry County. Foto: UGA

Por qué este meteorito es tan especial

No es la primera vez que un meteorito cae sobre territorio estadounidense, pero sí se trata de un ejemplar extraordinario por varios motivos. Primero, porque se trata de la sexta caída presenciada y documentada en Georgia desde que existen registros, y la número 27 en la historia del estado. Segundo, por su impecable trazabilidad: desde la detección visual y sonora hasta la recuperación casi inmediata del fragmento. Y tercero, por la oportunidad científica que ofrece analizar un material que conserva intactas las huellas químicas y minerales de la formación del sistema solar.

El equipo de Harris ha empleado técnicas de microscopía óptica y electrónica para desentrañar su composición y microestructura. Estos datos, junto con mediciones de velocidad y dinámica, se publicarán en un estudio que aspira a mejorar la comprensión de cómo objetos mucho mayores —y potencialmente peligrosos— podrían comportarse si entrasen en la atmósfera terrestre.

Entre la anécdota y la advertencia

La espectacularidad del evento puede hacernos olvidar que se trató de un impacto minúsculo e inofensivo. Sin embargo, el valor científico va más allá de la roca en sí. Comprender la trayectoria, composición y resistencia de meteoritos como el de McDonough ayuda a modelar la amenaza que representan los grandes asteroides.

En 2024, por ejemplo, el asteroide 2024 YR4 llegó a tener una probabilidad del 3,1 % de colisionar con la Tierra antes de que nuevos cálculos descartaran el riesgo. Aunque las posibilidades de un impacto catastrófico en el corto plazo son bajas, los expertos subrayan que la monitorización constante y el análisis de casos reales son herramientas esenciales para cualquier estrategia de defensa planetaria.

El investigador de la Universidad de Georgia, Scott Harris, sostiene en sus manos un fragmento del meteorito McDonough
El investigador de la Universidad de Georgia, Scott Harris, sostiene en sus manos un fragmento del meteorito McDonough. Foto: Andrew Davis Tucker

Eso sí, el meteorito McDonough tendrá un destino dividido. La Universidad de Georgia conservará parte de los fragmentos para investigación, mientras que otras piezas se exhibirán en el Tellus Science Museum en Cartersville, donde el público podrá ver de cerca un visitante que ha viajado durante miles de millones de años para terminar, de la forma más inesperada, en el suelo de un salón.

Su historia resume la belleza y la fragilidad de nuestro lugar en el cosmos: un trozo de materia más antiguo que la Tierra misma, arrancado de un asteroide lejano y arrojado a nuestro mundo por una serie improbable de coincidencias orbitales. Una roca que, al atravesar techo y suelo, nos recuerda que el espacio exterior no es un lugar lejano, sino un entorno dinámico del que formamos parte y que, de vez en cuando, toca nuestra puerta… o nuestro tejado.

El legado de un visitante cósmico

En un mundo cada vez más atento a los riesgos espaciales, este pequeño meteorito ha servido como un ensayo general para protocolos de recuperación y análisis rápido. También como una ventana al pasado remoto, antes de que la Tierra fuera Tierra.

Su llegada fue presenciada por ciudadanos de varios estados, grabada por cámaras de salpicadero, detectada por sistemas meteorológicos y confirmada por científicos en cuestión de horas. En el futuro, cuando se detecte un objeto mayor con rumbo hacia nosotros, este tipo de respuesta coordinada puede marcar la diferencia entre una anécdota curiosa y una catástrofe planetaria.

El Meteorito McDonough no solo se ha ganado un lugar en las vitrinas de un museo, sino también en la corta lista de rocas espaciales que han permitido a la ciencia observar de primera mano un pedazo intacto de la historia más antigua del Sistema Solar. Un recordatorio tangible de que, aunque nuestro planeta sea nuestro hogar, su historia está escrita con fragmentos que vienen de mucho más lejos.

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