Pruebas de ADN resuelven un frío misterio de hace 25 años: hallan los restos de un científico desaparecido en la Antártida

Un hallazgo en la isla Rey Jorge, revelado por el retroceso glaciar, permitió identificar mediante ADN a Dennis “Tink” Bell, desaparecido en 1959. El caso ilustra la cooperación científica internacional y el impacto del cambio climático en la recuperación de restos históricos.
Fuente: ChartGPT + British Antarctic Monument Trust

En un rincón helado del planeta, donde el viento puede cortar como cristal y el horizonte parece no tener fin, un equipo de científicos polacos realizó un hallazgo que cerró una herida abierta desde mediados del siglo XX. Los restos de Dennis “Tink” Bell, un joven británico que desapareció en 1959 durante una expedición en la Antártida, salieron a la luz tras décadas atrapados en el hielo. El retroceso de un glaciar, consecuencia directa del cambio climático, dejó al descubierto su cuerpo en condiciones que permitieron identificarlo mediante pruebas de ADN.

El caso no es solo un relato humano de pérdida y reencuentro. También es una muestra de cómo la ciencia, apoyada en la tecnología y la cooperación internacional, puede resolver misterios que parecían condenados a permanecer sin respuesta. Aunque no hay un paper académico publicado, los datos y declaraciones oficiales citados por The Guardiany la British Antarctic Monument Trust ofrecen un relato sólido, detallando cómo el hallazgo fue gestionado, identificado y comunicado a la familia.

Un hallazgo inesperado en la Isla Rey Jorge

El 19 de enero de 2025, un equipo del Henryk Arctowski Station, operado por Polonia, realizaba trabajos rutinarios cerca del glaciar Ecology, en la isla Rey Jorge. Allí, los investigadores detectaron restos humanos parcialmente expuestos. El retroceso glaciar, acelerado por el aumento de las temperaturas, fue clave para que emergieran tras 66 años sepultados.

La noticia fue reportada meses después, en agosto, pero el trabajo de identificación comenzó de inmediato. Según declaraciones recogidas por The Guardian, la profesora Jane Francis, directora del British Antarctic Survey, confirmó que las pruebas genéticas fueron decisivas para confirmar la identidad de Bell. Los investigadores trabajaron en condiciones extremas para recuperar los restos sin que se deterioraran, un desafío logístico notable dado el aislamiento de la zona.

El hallazgo no fue un hecho fortuito aislado. La región ha mostrado un deshielo acelerado en los últimos 30 años, lo que incrementa la posibilidad de encontrar restos o artefactos históricos atrapados en el hielo. Esto abre un debate científico sobre el papel del cambio climático en la recuperación —y la pérdida— de la memoria histórica de la Antártida.

Dennis Bell escribiendo en u diario. Fuente: British Antarctic Monument Trust

El accidente de 1959

En 1959, Dennis “Tink” Bell formaba parte de un equipo británico que trabajaba en la base de la bahía del Almirantazgo. Su desaparición ocurrió en un accidente durante una travesía en la que las condiciones meteorológicas se volvieron críticas. La visibilidad reducida y el terreno peligroso provocaron que Bell cayera en una grieta; su cuerpo nunca fue recuperado, pese a los intentos iniciales.

La Antártida de mediados del siglo XX era un territorio de exploración dura, sin el respaldo tecnológico de hoy. Las comunicaciones eran limitadas, la capacidad de rescate estaba condicionada por el clima extremo y la falta de medios aéreos era palpable. Para sus compañeros y familiares, la imposibilidad de recuperar el cuerpo supuso una herida emocional que permaneció abierta por más de seis décadas.

Este tipo de accidentes eran, y siguen siendo, un riesgo real en las misiones antárticas. La combinación de hielo inestable, grietas ocultas y tormentas repentinas convierte cada desplazamiento en una operación de alto riesgo. La muerte de Bell se convirtió en uno de los casos emblemáticos recordados por el British Antarctic Monument Trust, organización que honra a quienes perdieron la vida trabajando en el continente helado.

Dennis Bell (izquierda) con sus compañeros y los perros que les ayudaron a trabajar en la Antártida. Invierno austral de 1959 en la base de la bahía del Almirantazgo. Fuente: British Antarctic Survey

Identificación mediante ADN

El proceso de identificación de los restos de Bell fue meticuloso. Tras el hallazgo, se enviaron muestras biológicas a laboratorios especializados para compararlas con perfiles genéticos de familiares vivos. Fue su hermano, David Bell, quien accedió a colaborar y aportó material genético para confirmar la identidad. Según la cobertura de The Guardian, "Las pruebas de ADN eliminaron toda duda, dando finalmente cierre a la familia después de tantos años".

El ADN, o ácido desoxirribonucleico, es una molécula que contiene la información genética única de cada individuo. Aunque el paso del tiempo y las condiciones ambientales extremas pueden degradarlo, el frío de la Antártida actuó como un conservante natural, permitiendo obtener material suficiente para el análisis. Este detalle es clave: sin la preservación por congelación, la identificación probablemente no habría sido posible.

Los análisis genéticos se complementaron con datos históricos, como la ropa y el equipo hallado junto a los restos, que coincidían con el usado por las expediciones británicas de finales de los años 50. Esto permitió reforzar la identificación y descartar otras posibilidades.

Reacciones y significado histórico

El hallazgo provocó reacciones emotivas tanto en el ámbito científico como en el personal. Su hermano David, citado por varios medios, declaró: "Es increíble pensar que después de todos estos años lo hayan encontrado. Estoy muy agradecido a quienes lo trajeron de vuelta a casa". Esta frase resume la mezcla de sorpresa, alivio y gratitud que sintió la familia.

En términos históricos, el descubrimiento ofrece un testimonio tangible de la actividad científica británica en la Antártida durante el siglo XX. También refleja cómo los cambios medioambientales están revelando restos y objetos que de otro modo permanecerían ocultos. Cada hallazgo de este tipo no solo tiene un valor humano, sino también documental, ya que aporta datos sobre equipamiento, métodos y condiciones de trabajo de las expediciones pasadas.

Para la comunidad científica, el caso de Bell plantea la necesidad de preparar protocolos claros para la recuperación y preservación de restos humanos y objetos históricos en la Antártida. La cooperación internacional es fundamental, dado que este continente está regido por el Tratado Antártico, que establece normas específicas para el manejo de materiales históricos y biológicos.

Cooperación internacional en la Antártida

El proceso de recuperación e identificación de Bell involucró a varios actores: el equipo polaco que lo descubrió, el British Antarctic Survey, laboratorios de análisis genético y la Royal Air Force para el transporte de los restos. Este nivel de cooperación es un ejemplo de cómo la ciencia y la logística pueden coordinarse incluso en entornos extremos.

El traslado desde la isla Rey Jorge hasta Reino Unido fue complejo. Los restos primero fueron llevados al buque de investigación RRS Sir David Attenborough, y desde allí transportados a través de un enlace logístico internacional. La operación exigió sincronizar medios de transporte aéreo y marítimo en un calendario ajustado por las ventanas de buen tiempo.

Casos como este demuestran que la investigación en la Antártida no es solo una cuestión de ciencia, sino también de diplomacia y trabajo conjunto entre países. Este espíritu colaborativo ha sido una de las claves para mantener la Antártida como un espacio de paz y ciencia durante más de 60 años.

Referencias

  • Francis, J. (2025, 11 de agosto). Melting Antarctic glacier reveals remains of Briton who died in 1959 accident. The Guardian.
  • British Antarctic Monument Trust. (2025, 19 de enero). Dennis Bell.

Recomendamos en