Científicos descubren un vínculo genético de 20.000 años entre indígenas de Brasil y antiguos australianos: un hallazgo que reescribe la historia del poblamiento de América

Los investigadores plantean que los antiguos pobladores que cruzaron el puente terrestre de Beringia desde Asia habrían llevado consigo la huella genética australiana.
Recreación artística de una pareja indígena, inspirada en los rasgos culturales y estéticos de comunidades como los Guaraní Kaiowá
Recreación artística de una pareja indígena, inspirada en los rasgos culturales y estéticos de comunidades como los Guaraní Kaiowá. Foto: ChatGPT-4o/Christian Pérez

Durante décadas, la teoría más aceptada sobre el poblamiento de América hablaba de un único origen: grupos humanos provenientes de Siberia que cruzaron el puente de Beringia hacia Alaska hace unos 20.000 años. Desde allí, se expandieron hacia el sur, colonizando el continente en sucesivas oleadas. Pero un estudio genético publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences por un equipo liderado por Tábita Hünemeier y Marcos Araújo Castro e Silva, de la Universidad de São Paulo, sacudió los cimientos de esa historia. Y lo ha hecho con un hallazgo tan fascinante como inesperado: un vínculo genético entre algunos pueblos indígenas de Sudamérica y poblaciones originarias de Australia, Melanesia y el sudeste asiático.

Lo que parece una hipótesis digna de ciencia ficción es, en realidad, una conclusión derivada del análisis de más de 380 genomas indígenas sudamericanos. En ellos, los investigadores detectaron un componente genético conocido como “señal Y” o “Ypikuéra” —palabra que en lengua tupí significa “ancestro”—, hasta ahora identificado únicamente en tribus amazónicas como los Karitiana o los Suruí. Sin embargo, la nueva investigación ha revelado que esta huella genética también aparece en poblaciones de la costa del Pacífico peruano, como los Chotuna, y en comunidades indígenas del interior de Brasil, como los Guaraní Kaiowá y los Xavánte. El descubrimiento cambia radicalmente la comprensión de las primeras migraciones humanas hacia el continente americano.

Un ancestro compartido con Australia

La presencia de un marcador genético relacionado con pueblos de Australasia —una región que incluye Australia, Melanesia y las islas del Pacífico sur— en los pueblos originarios de América del Sur plantea una pregunta desconcertante: ¿cómo llegaron esos genes hasta allí?

La respuesta no apunta a un viaje marítimo transoceánico desde Oceanía, como algunos habían teorizado en el pasado, sino a un escenario mucho más complejo. Según los autores del estudio, la explicación más plausible es que estos genes formaban parte del bagaje genético de algunos de los primeros humanos que salieron del sudeste asiático hacia el noreste de Asia hace unos 30.000 años. Desde allí, pasaron a formar parte de las poblaciones que, tras instalarse durante milenios en Beringia (la región que conectaba Siberia y Alaska cuando el nivel del mar era más bajo), cruzaron finalmente hacia América.

Un integrante del pueblo guaraní-kaiowá de Brasil, cuya comunidad conserva huellas genéticas vinculadas con antiguos pobladores de Australia
Un integrante del pueblo guaraní-kaiowá de Brasil, cuya comunidad conserva huellas genéticas vinculadas con antiguos pobladores de Australia. Foto: Wikimedia/Christian Pérez

Lo sorprendente es que esta señal genética no se ha encontrado en ninguna población indígena de Norteamérica ni de Centroamérica. Es decir, si esos genes llegaron efectivamente por el puente de Beringia, ¿por qué solo dejaron rastro en Sudamérica? Existen dos hipótesis principales: una plantea que los grupos portadores de la señal Y migraron rápidamente por la costa del Pacífico sin establecerse en el norte, mientras que la otra sugiere que estos grupos sí existieron en el norte, pero sus linajes fueron borrados por el impacto de la colonización europea.

Una historia fragmentada por el tiempo (y por el olvido)

Uno de los elementos más apasionantes del estudio es su capacidad para revelar una historia que no quedó escrita en los libros ni en los objetos arqueológicos, sino que permanece viva en los cuerpos de quienes la heredaron. En Sudamérica, el paso del tiempo, las migraciones internas, los procesos de mestizaje y la brutal irrupción del colonialismo han borrado muchas de las huellas culturales y lingüísticas de los pueblos originarios. Sin embargo, la genética conserva pistas que desafían las narrativas oficiales.

La distribución de la señal Y en poblaciones tan distantes entre sí como los Chotuna de Perú y los Guaraní Kaiowá del centro de Brasil, sugiere una dispersión ancestral mucho más amplia y antigua de lo que se pensaba. El estudio propone que estos grupos derivan de una población costera que se asentó en el litoral del Pacífico sudamericano hace entre 15.000 y 8.000 años. Desde allí, algunos grupos migraron hacia el interior del continente, hacia la Amazonía y el altiplano brasileño, en movimientos que aún no han sido plenamente comprendidos.

Este escenario explicaría también la diversidad genética dentro de una misma comunidad. El estudio encontró que, incluso dentro de una misma tribu, algunos individuos presentan niveles significativamente más altos o más bajos de afinidad genética con los pueblos de Australasia. Esto indica que las migraciones no fueron procesos homogéneos ni lineales, sino trayectorias dinámicas, con mezclas sucesivas, derivaciones genéticas y contactos intergrupales a lo largo de milenios.

La Reserva Nacional de Paracas, ubicada en la costa del Pacífico peruano
La Reserva Nacional de Paracas, ubicada en la costa del Pacífico peruano. Foto: Wikimedia

Reescribiendo el mapa genético de América

El trabajo de Castro e Silva y Hünemeier ha sido recibido con entusiasmo por la comunidad científica. No solo confirma y amplía los resultados de estudios previos realizados en 2015, sino que aporta una base más robusta gracias al mayor volumen y diversidad de datos analizados. Además, su enfoque colaborativo con las comunidades indígenas participantes —respetando sus derechos y promoviendo la divulgación entre ellos mismos— ha sido destacado como un modelo de ética en la investigación genética.

El hallazgo no solo permite vislumbrar un pasado migratorio más complejo de lo que se pensaba, sino que también plantea nuevos desafíos. ¿Por qué solo algunos grupos conservaron esta huella genética? ¿Hubo otras rutas migratorias costeras aún no identificadas? ¿Es posible que existan restos arqueológicos aún por descubrir que confirmen este escenario?

Aún quedan muchas preguntas por responder. Pero este descubrimiento nos obliga a repensar la historia humana en el continente americano desde una nueva perspectiva. Lejos de ser una simple narrativa de un cruce único por Beringia, el poblamiento de América parece haber sido un proceso mucho más diverso, con múltiples aportes genéticos y culturales que siguen esperando a ser descubiertos.

Y entre esas historias olvidadas, la huella de los antiguos pueblos de Australasia en el corazón de Sudamérica es, sin duda, una de las más misteriosas y emocionantes.

El estudio fue publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences.

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