La tarde del 16 de abril de 1955 Einstein estaba descansando en su dormitorio. De pronto su secretaria Helen Dukas le escuchó caminar deprisa hacia el baño y caer al suelo. Su médico, Guy Dean, vio que era grave e insistió en llevarlo al hospital, pero Einstein se negó. Dean le puso una inyección de morfina para calmar el dolor.
La muerte de Albert Einstein, ocurrida el 18 de abril de 1955, marcó un punto de inflexión en la historia de la ciencia. A los 76 años, el físico que revolucionó la comprensión del universo con su genio dejó este mundo, pero no sin enfrentar sus últimos días con determinación y un extraño sosiego. Su fallecimiento no solo fue un evento personal, sino que también simbolizó el fin de una era en la investigación científica. A lo largo de este artículo, se exploran los detalles de sus últimas horas, las circunstancias médicas que rodearon su muerte y el legado que dejó tras de sí. Para quienes se han preguntado cómo murió Albert Einstein o de qué murió Einstein, aquí se ofrece una mirada íntima a esos momentos finales y las decisiones que tomó el gran científico ante el ocaso de su vida.
El último día de Albert Einstein
El 16 de abril de 1955, Albert Einstein se encontraba en su dormitorio cuando su secretaria, Helen Dukas, escuchó un ruido alarmante. Al acudir, lo encontró en el suelo del baño, víctima de un colapso repentino. Su médico, Guy Dean, acudió de inmediato y, al evaluar la gravedad de su estado, insistió en llevarlo al hospital. Sin embargo, Einstein se negó rotundamente a ser hospitalizado. Dean, intentando aliviar su dolor, le administró una inyección de morfina.

A la mañana siguiente, la presión para que aceptara tratamiento prosiguió. Einstein, conocido por su firmeza, finalmente accedió a ir al hospital solo tras entender que su condición podría convertirse en una carga para Dukas. Una vez internado, recibió suero y medicamentos para el dolor. A pesar de su delicada salud, su mente seguía entregada a la ciencia: solicitó a Dukas que le llevara el borrador de un discurso para el séptimo aniversario del estado de Israel, así como sus notas sobre la teoría del campo unificado. Incluso en sus últimos días, su dedicación no flaqueaba.
Durante su estancia, Otto Nathan, un amigo cercano, lo visitó. En un momento de lucidez, Einstein confesó sentir que estaba cerca de descubrir la teoría correcta, un anhelo que lo había guiado por años. Pero su estado empeoró. Cerca de la medianoche, Dean lo vio dormido. A la una y cuarto, una enfermera notó que su respiración era dificultosa. Intentaron incorporarlo para ayudarlo. Con un susurro en alemán, respiró profundamente dos veces y falleció, dejando tras de sí un silencio cargado de significados.
La decisión de Einstein: rechazar la cirugía
Einstein había sido diagnosticado con un aneurisma de aorta abdominal, una condición que ya había requerido cirugía en 1948. En esta ocasión, los médicos recomendaron otra operación para prevenir un desenlace fatal. Sin embargo, el físico se negó categóricamente. Su visión incluía una aceptación serena de la muerte, y no creía en prolongar la vida de modo artificial.
La familia y los amigos intentaron persuadirlo. Hans Albert, su hijo, prometió que al día siguiente lo convencería de aceptar la operación. Mas ya era tarde. La firmeza de Einstein reflejaba su carácter y su coherencia interna, incluso al borde de la muerte. Este acto de voluntad mostró su profundo respeto por el curso natural de la vida, sin artificios que extendieran su sufrimiento.
Negarse a la cirugía fue una decisión anclada en sus principios. Para él, la muerte era un proceso natural a recibir con dignidad. “No creo en prolongar la vida artificialmente”, expresó. Estas palabras sintetizan su filosofía ante la mortalidad: una quietud ante lo inevitable, un entendimiento del ciclo vital. Esa aceptación resultó difícil para quienes lo amaban, pero fue fiel a su esencia, marcando cómo murió Albert Einstein con la entereza que lo caracterizaba.
La causa de la muerte: aneurisma de aorta abdominal
La causa exacta de la muerte de Albert Einstein fue una hemorragia interna provocada por la ruptura de un aneurisma de aorta abdominal. Este mal, peligroso y a menudo silencioso, consiste en la dilatación anormal de la arteria principal, incrementando el riesgo de ruptura y hemorragias internas. Aunque los aneurismas de aorta no son infrecuentes, su detección precoz es compleja, ya que pueden no mostrar síntomas hasta un punto crítico.

El caso de Einstein destaca la importancia de la prevención y el tratamiento adecuado. Su intervención previa en 1948 intentó mitigar los riesgos, pero la enfermedad reapareció, subrayando la complejidad de manejar estas afecciones. A pesar de las recomendaciones, Einstein se mantuvo firme en su decisión. Este desenlace ofrece una mirada a los dilemas éticos y personales que rodean el tratamiento de enfermedades graves en individuos que, como él, valoran su autonomía por encima de todo.
Comprendiendo el aneurisma: riesgos y complicaciones
Un aneurisma de aorta abdominal implica un riesgo significativo, pues la dilatación arterial debilita la pared y aumenta la probabilidad de ruptura. La aorta, arteria central del organismo, soporta una presión sanguínea alta. Cualquier debilitamiento expone al paciente a una hemorragia potencialmente mortal. Los aneurismas suelen aparecer en personas mayores de 60 años, vinculados a factores de riesgo modificables como hipertensión, colesterol elevado y tabaquismo.
La detección suele ser complicada, ya que muchos aneurismas no dan señales hasta la ruptura. Diagnósticos precoces mediante ecografías o tomografías son claves para la prevención. Cuando se detecta a tiempo, la cirugía—sea abierta o endovascular—puede ser una solución. Sin embargo, la elección del tratamiento varía según el caso. En Einstein, su negativa a una segunda cirugía reflejó su determinación de no prolongar la vida por medios que consideraba antinaturales.
Charla sobre el aneurisma: avances y prevención
El aneurisma de aorta abdominal ha sido ampliamente estudiado, motivando charlas y sesiones educativas para el público, como la presentada por Cristina Rodríguez-Sinovas en Aula 141. Estas iniciativas informan sobre riesgos, prevención y tratamientos. Se sugiere adoptar un estilo de vida saludable, evitando el tabaquismo y controlando la hipertensión y el colesterol, además de realizar revisiones médicas periódicas.
Los avances en cirugía, como la reparación endovascular, han mejorado el pronóstico. La tecnología médica actual ofrece más opciones que en la época de Einstein. Sin embargo, ni la mejor ciencia puede obligar a un paciente a recibir un tratamiento no deseado. El caso de Einstein ilustra la tensión entre la responsabilidad médica de salvar vidas y el derecho del individuo a decidir sobre su propio cuerpo.
El legado científico de Einstein
Albert Einstein dejó un legado científico que sigue marcando la física moderna. En sus últimos días, pese a la fragilidad de su cuerpo, su mente permanecía absorta en la teoría del campo unificado, un esfuerzo por integrar las fuerzas fundamentales de la naturaleza en una sola estructura conceptual. Aunque no completó esta tarea, su dedicación incansable es un testimonio de su pasión por la ciencia.
Mientras revisaba el borrador de un discurso y sus notas, Einstein buscaba la clave que unificara relatividad general y electromagnetismo. Su trabajo en esta área sigue inspirando a físicos en la actualidad, quienes persiguen la codiciada “teoría del todo”. La muerte de Einstein marcó el final de una era, aquella donde la física era campo de gigantes solitarios. Hoy, la investigación es más colaborativa, con equipos trabajando juntos para desentrañar los misterios del universo, reflejando el eco duradero de su influencia.
Últimas notas sobre la teoría del campo unificado
Hasta el último momento, Einstein revisó notas y apuntes sobre la teoría del campo unificado. Esta teoría, concebida para unir relatividad general con electromagnetismo, fue una obsesión que lo acompañó durante décadas. Su incapacidad para resolverla no disminuye su mérito, pues sentó las bases para investigaciones posteriores.
Aunque no encontró la solución definitiva, su empeño no fue en vano. Inspiró a muchos a continuar su búsqueda, a mirar más allá de las fronteras del conocimiento establecido. De este modo, las ideas que Einstein dejó incompletas alimentan la llama de la curiosidad científica, impulsando a nuevas generaciones a buscar respuestas en un universo complejo y en continua expansión.
Impacto en la física moderna: fin de una era
La muerte de Einstein simbolizó el fin de una época en la que colosos intelectuales revolucionaban la ciencia de forma casi individual. Sus teorías sobre tiempo, espacio y energía rompieron esquemas y abrieron el camino hacia una comprensión más profunda del cosmos. Sin embargo, su partida marcó el inicio de un cambio: la investigación científica se volvió más colectiva, con equipos combinando conocimientos y recursos para enfrentar problemas complejos.
Este cambio ha permitido avances asombrosos, desde el descubrimiento de las partículas subatómicas hasta la exploración del espacio profundo. Aunque la figura del genio solitario se diluye, el espíritu de cuestionar lo conocido y buscar nuevos horizontes persiste, reflejando la huella que Einstein dejó en el método y la mentalidad científica.
Controversias tras la muerte de Albert Einstein
La muerte de Einstein no solo dejó un vacío en la ciencia, sino que también desató polémicas sobre el tratamiento de sus restos. Thomas Harvey, patólogo del Hospital de Princeton, extrajo el cerebro sin autorización familiar, con la esperanza de descifrar el origen de su genio. Este acto, realizado sin el consentimiento de la familia, ha sido visto como una violación de la ética médica y los derechos del difunto.
El cerebro de Einstein desapareció durante años, hasta que el periodista Steven Levy lo redescubrió en 1978. Harvey había conservado los fragmentos en soluciones alcohólicas, guardándolos en espacios poco convencionales. Esta historia, junto con la extracción de sus ojos por el oftalmólogo Henry Abrams, plantea interrogantes sobre el respeto a la integridad del cuerpo, aun tratándose de figuras públicas. Tales controversias muestran cómo la fascinación por Einstein trascendió sus logros científicos, adentrándose en terrenos éticos delicados.

La autopsia y el cerebro de Einstein
La autopsia, realizada horas después del fallecimiento, se convirtió en el epicentro de la controversia. Thomas Harvey retiró el cerebro de Einstein sin informar a la familia. Guardó unos 240 fragmentos del cerebro esperando analizarlos, pero nunca publicó investigaciones concluyentes. El redescubrimiento del cerebro volvió a iluminar esta historia, suscitando críticas sobre la falta de respeto por la voluntad del difunto y la apropiación indebida de sus restos.
Aunque algunos estudios se han hecho, no se ha hallado una explicación contundente que vincule el cerebro de Einstein con su genio excepcional. Esta saga ilustra el interés, a veces desmedido, de entender la genialidad desde un punto de vista biológico, pero también el problema ético de utilizar restos humanos sin consentimiento.
El destino de los ojos de Einstein
El caso de los ojos de Einstein agrega otra capa a estas controversias. Henry Abrams, su oftalmólogo, extrajo sus ojos durante la autopsia y los mantuvo ocultos, supuestamente en un frasco dentro de una caja de seguridad. Este acto, al igual que el del cerebro, se hizo sin permiso de la familia. Las motivaciones de Abrams han sido motivo de especulación, pero su gesto es visto como una invasión a la privacidad del difunto, reflejando un interés casi obsesivo por poseer reliquias de su persona.
Esta parte de la historia refuerza la idea de que la figura de Einstein siguió despertando pasión y curiosidad aun después de su muerte. Su genio no se limitaba a su obra; su propia esencia parecía un tesoro codiciado. Estas anécdotas, aunque perturbadoras, dan cuenta del impacto cultural que Einstein ejerció, incluso cuando ya no estaba presente.
Exhibiciones y el interés en su legado
La fascinación por Einstein no se detuvo con su muerte ni con las controversias sobre sus restos. Fragmentos de su cerebro han sido exhibidos en museos, generando interés tanto científico como cultural. El Museo Nacional de Salud y Medicina en Silver Spring y el Museo Mütter de Filadelfia han mostrado muestras cerebrales, atrayendo visitantes curiosos por entender el genio del físico.
Estas exhibiciones no han arrojado conclusiones definitivas sobre la mente de Einstein, pero mantienen vivo el debate. Su muerte no fue solo el final de una vida ejemplar, sino el inicio de un relato que combina ciencia, ética y admiración popular. El legado de Einstein sigue inspirando a investigadores, mientras su figura permanece en el imaginario colectivo, recordando que el genio humano, con sus luces y sombras, sigue siendo un enigma por descifrar.
Referencias:
- Brian, D. (1996). Einstein: A Life. John Wiley & Sons.
- Highfield, R. & Carter, P. (1993). The Private Lives of Albert Einstein. St. Martin’s Press.
- Isaacson, W. (2007). Einstein: His Life and Universe. Simon & Schuster.
- Levy, S. (1978). Tracking Down the Head of Einstein. New Jersey Monthly.