¿El queso puede provocar pesadillas? La ciencia finalmente responde: qué comes y cuándo podrían tener la culpa

¿Tuviste una pesadilla tras comer algo pesado? Un estudio acaba de confirmar que no es coincidencia. Lo que cenas puede afectar tu descanso… y tus sueños.
¿El queso puede provocar pesadillas? La ciencia finalmente responde, qué comes y cuándo podrían tener la culpa
¿Tienes pesadillas con frecuencia? Estos alimentos podrían tener la culpa, según la ciencia. Ilustración artística: Sora / ERR.

Durante siglos, la idea de que lo que comemos antes de dormir puede colarse en nuestros sueños ha circulado como un mito curioso. Desde los dibujos de Winsor McCay en el siglo XX, donde los personajes sufrían delirantes sueños tras ingerir queso derretido, hasta los consejos populares que recomiendan evitar ciertos alimentos de noche, muchos han asociado la dieta nocturna con noches agitadas. Pero, ¿hay algo de verdad en todo esto?

Un nuevo estudio publicado en Frontiers in Psychology  en 2025 responde con claridad: sí, algunos alimentos afectan el sueño. Investigadores de Canadá y Reino Unido encuestaron a más de 1.000 estudiantes universitarios para investigar cómo la comida influye en la calidad del descanso nocturno y en el contenido de lo que soñamos. Las respuestas revelan una sorprendente relación entre alimentación, digestión, trastornos del sueño y pesadillas.

Aunque solo el 5,5 % de los participantes afirmó de forma directa que la comida altera sus sueños, un 40 % dijo que ciertos alimentos afectan su descanso —para bien o para mal—. Y dentro de ese pequeño grupo que nota cambios oníricos, los lácteos y los dulces son los principales culpables. La intuición popular podría haber tenido razón todo este tiempo.

¿Tienes pesadillas con frecuencia? Estos alimentos podrían tener la culpa, según la ciencia 1
El intestino y el cerebro onírico podrían estar más conectados de lo que creíamos, según la ciencia. Ilustración artistica: Sora / ERR

Cuando los lácteos se convierten en monstruos nocturnos

Uno de los hallazgos más llamativos del estudio es el vínculo entre la intolerancia a la lactosa y la presencia frecuente de pesadillas. Las personas que reportaron sensibilidad a los productos lácteos también fueron quienes más sueños negativos y perturbadores experimentaban, especialmente si sufrían síntomas digestivos durante la noche. El malestar gastrointestinal, al parecer, se cuela en el mundo onírico.

Los investigadores plantean que estos efectos no se deben al alimento en sí, sino a cómo reacciona el cuerpo a ciertos ingredientes. El malestar abdominal, la hinchazón o las náuseas pueden generar incomodidad durante el sueño, y esa incomodidad se traduce en contenido emocionalmente intenso o incluso angustiante en los sueños. Las pesadillas, en ese contexto, serían una manifestación simbólica del cuerpo en conflicto.

"Las pesadillas son peores para las personas intolerantes a la lactosa que sufren síntomas gastrointestinales graves y cuyo sueño se ve interrumpido", dijo Tore  Nielsen, neurocientífico del sueño de la Universidad de Montreal y autor del estudio.

Más allá de los lácteos, los participantes también relacionaron sueños desagradables con el consumo de postres, comidas picantes y, en menor medida, carnes. En cambio, frutas, vegetales y tés de hierbas fueron los alimentos más asociados con un sueño más reparador. No se trata solo de lo que se come, sino también de cómo ese alimento es recibido por el organismo durante la noche.

Soñar más (y mejor) gracias a una dieta saludable

Además de analizar los alimentos que alteran el contenido de los sueños, el estudio reveló que los hábitos alimentarios influyen también en la frecuencia con la que recordamos los sueños. Las personas que comen de forma más intuitiva —es decir, prestando atención a señales de hambre y saciedad, y eligiendo alimentos que hacen bien al cuerpo— recordaban más lo que soñaban, especialmente si evitaban comer tarde por la noche.

En contraste, aquellos que tenían hábitos más desordenados, como comer sin tener hambre o picar algo antes de dormir de forma regular, reportaban sueños con un tono más negativo y más frecuentes despertares nocturnos.

Es decir, una alimentación saludable no solo beneficia al cuerpo, también puede traducirse en una vida onírica más vívida y menos perturbadora.

Los investigadores concluyen que la forma en que comemos influye en cómo dormimos, y que ese sueño —a su vez— modula lo que soñamos. La relación no es directa ni mágica, pero sí profunda: la comida afecta el cuerpo, el cuerpo afecta el sueño, y el sueño afecta la mente. Es un sistema de vasos comunicantes donde lo físico y lo psicológico se entrelazan durante la noche.

Mesa con lácteos y dulces
Lácteos, dulces y comidas pesadas son los alimentos más asociados a sueños perturbadores y pesadillas. Ilustración artística: Sora / ERR.

El intestino y los sueños: una conexión más real de lo que parece

Uno de los mecanismos clave identificados en el estudio es el rol del intestino en la generación de sueños negativos. Las personas con síntomas digestivos intensos —hinchazón, gases, calambres— eran más propensas a tener pesadillas, sin importar si tenían intolerancia diagnosticada o no. Estas molestias, especialmente si ocurren mientras dormimos, parecen influir directamente en la calidad del contenido onírico.

"Estos nuevos hallazgos implican que cambiar los hábitos alimenticios de las personas con algunas sensibilidades alimentarias podría aliviar las pesadillas. También podrían explicar por qué la gente tan a menudo culpa a los lácteos por los malos sueños", dijo Nielsen.

El equipo científico fue más allá y aplicó modelos estadísticos avanzados para comprobar si estos síntomas eran un puente entre la comida y las pesadillas. Y la respuesta fue afirmativa. La intolerancia a la lactosa, por ejemplo, no solo predijo más pesadillas, sino que ese efecto era mediado por el malestar digestivo. En otras palabras, no es la leche en sí, sino cómo el cuerpo reacciona a ella lo que altera el sueño.

Este hallazgo aporta una explicación fisiológica al clásico mito del "queso que causa pesadillas". No se trata de superstición, sino de digestión. La incomodidad física puede filtrarse en el cerebro dormido, coloreando los sueños con tonos más oscuros, extraños o inquietantes.

Comer tarde: otro ingrediente para dormir mal

El estudio también investigó el impacto de los horarios de comida, y los resultados no dejan dudas: comer tarde o durante la noche está asociado con sueño de peor calidad y más sueños negativos.

Las personas que tenían hábitos como picar algo después de cenar o despertarse de madrugada para comer reportaron más despertares nocturnos y más pesadillas.

Estos efectos podrían estar relacionados con alteraciones en los ritmos circadianos, que regulan tanto el sueño como la digestión. Comer fuera de horario puede desincronizar estos ritmos, generando estrés metabólico y afectando la arquitectura del sueño. Además, quienes comen tarde tienden a elegir alimentos menos saludables, lo que agrava el problema.

Aunque el contenido de los sueños no depende exclusivamente de la hora en que comemos, el estudio sugiere que el “cuándo” comemos puede importar tanto como el “qué”. Ajustar los horarios de cena y evitar snacks nocturnos podría ser una estrategia sencilla para mejorar tanto el descanso como la experiencia onírica.

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Las personas con intolerancia a la lactosa reportaron más sueños negativos y mayor frecuencia de pesadillas. Ilustración artística: Sora /ERR.

¿Y si los sueños hablan del cuerpo más de lo que pensamos?

Más allá de confirmar que ciertos alimentos afectan los sueños, el estudio plantea una idea inquietante y fascinante: los sueños podrían ser, en parte, reflejos del estado interno del cuerpo. Dolores abdominales, malestar estomacal o digestiones pesadas podrían transformarse en imágenes simbólicas, emociones intensas o historias extrañas mientras dormimos.

Esto no significa que cada pesadilla sea culpa del queso o de una galleta mal digerida. Pero sí que el cuerpo y la mente están conectados incluso en la noche. El intestino, cada vez más reconocido como un segundo cerebro, parece influir en el mundo onírico más de lo que creíamos. Y eso abre nuevas vías para entender los trastornos del sueño y para tratarlos.

Si bien los sueños siguen siendo un terreno misterioso, este estudio ofrece un mapa más claro para explorarlos desde la alimentación. Quizá no podamos controlar qué soñamos, pero sí podemos influir en cómo nos preparamos para dormir. Y en ese camino, una cena ligera y sin lácteos puede ser tan útil como una buena almohada.

Referencias

  • Nielsen, T., Radke, J., Picard-Deland, C., & Powell, R. A. (2025). More dreams of the rarebit fiend: food sensitivity and dietary correlates of sleep and dreaming. Frontiers in Psychology. doi: 10.3389/fpsyg.2025.1544475

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