El telescopio espacial Gaia ha detectado un movimiento inesperado en la Vía Láctea. En lugar de ser un sistema estable y sereno, como se la suele imaginar, nuestra galaxia se comporta más bien como un océano cósmico agitado por una ola gigante que arrastra a millones de estrellas. Aunque no la podemos ver directamente, sus efectos son tan amplios que recorren decenas de miles de años luz.
Este hallazgo, presentado por un equipo liderado por Eloisa Poggio en la revista Astronomy & Astrophysics, cambia de forma profunda nuestra comprensión de la estructura galáctica. Según el estudio, “una gran ondulación vertical se propaga hacia el exterior en el disco galáctico”, un fenómeno que los investigadores han bautizado como la gran ola (“the great wave”) y que se ha revelado como una perturbación de enorme escala, posiblemente provocada por eventos violentos del pasado galáctico.
La galaxia que no está quieta
La imagen tradicional de la Vía Láctea es la de una estructura elegante y simétrica: un disco plano de estrellas que giran ordenadamente en torno al centro. Pero esa visión lleva décadas corrigiéndose gracias a mejores mediciones. Desde mediados del siglo XX se sabe que el disco galáctico está alabeado, como si uno de sus extremos se curvara hacia arriba y el otro hacia abajo. En 2020, Gaia ya había mostrado que este alabeo no es estático, sino que también bambolea con el tiempo.
El nuevo descubrimiento completa esta imagen de inestabilidad, revelando que existe además una gigantesca onda vertical que se superpone a todas las deformaciones anteriores. Según el estudio, “las velocidades verticales de las estrellas muestran una oscilación coherente con una propagación ondulatoria” que avanza a través del disco .
La gran ola no es solo una alteración visual en la distribución de las estrellas, sino un fenómeno dinámico. Lo que se ha detectado no es una acumulación estática de estrellas en ciertas zonas, sino un patrón sistemático en su movimiento vertical: las estrellas suben y bajan en bloque, como siguiendo un impulso que las ha sacado de su posición original.

Una sacudida de escala galáctica
Gracias a los datos de alta precisión del telescopio Gaia, los astrónomos pudieron cartografiar esta onda con una nitidez sin precedentes. La estructura se extiende por una vasta franja del disco galáctico, afectando a estrellas que se encuentran a entre 30.000 y 65.000 años luz del centro de la galaxia. Esto significa que abarca más de un tercio del diámetro total de la Vía Láctea, que ronda los 100.000 años luz.
El análisis revela un desfase entre la posición de las estrellas y sus movimientos. Las zonas donde las estrellas están elevadas no coinciden exactamente con las regiones donde sus velocidades indican que están subiendo. Esto es una firma característica de una onda en propagación: igual que ocurre con la ola que recorre un estadio de fútbol, la posición y el movimiento de cada persona (o estrella) no coinciden en el tiempo, pero siguen un patrón colectivo reconocible.
Los investigadores usaron una combinación de mapas tridimensionales y velocidades estelares para construir una representación precisa del fenómeno. En las figuras del estudio se observa cómo las flechas blancas (que indican el movimiento vertical) están desfasadas con respecto a las bandas rojas y azules (que representan la altura sobre o bajo el plano del disco). Esta desincronización es la prueba de que la onda está avanzando.
Las estrellas jóvenes como testigos del pasado
Para caracterizar esta ola, el equipo se centró en dos tipos de estrellas: las estrellas gigantes jóvenes y las estrellas Cefeidas. Estas últimas son muy útiles para la astronomía porque su brillo varía de manera regular, lo que permite calcular sus distancias con gran precisión.
Lo más llamativo es que estas estrellas jóvenes se mueven al unísono con la ola, lo que sugiere que el gas del que se formaron también estaba siendo arrastrado por esa misma perturbación. En palabras del artículo original, “las estrellas jóvenes podrían retener la memoria dinámica de la perturbación que afectó al gas del que se formaron”.
Este dato es crucial, porque indica que la ola no es un fenómeno reciente, sino algo que lleva tiempo viajando por la galaxia. La información quedó “impresa” en las nubes de gas interestelar que, al condensarse para formar nuevas estrellas, transmitieron ese movimiento a las siguientes generaciones.

¿Qué originó la gran ola?
Uno de los grandes misterios es qué pudo desencadenar un fenómeno tan extendido. Una hipótesis plausible es que la galaxia haya sufrido en el pasado una colisión con una galaxia enana, que al atravesar el disco produjo una perturbación gravitatoria tan intensa que originó esta onda gigantesca. No sería la primera vez que ocurre: se sabe que la Vía Láctea ha absorbido otras galaxias más pequeñas a lo largo de su historia.
Otra posibilidad que se está explorando es su posible relación con la llamada Onda Radcliffe, una ondulación mucho más pequeña situada a solo 500 años luz del Sol. Sin embargo, los investigadores advierten que ambas estructuras “se encuentran en regiones diferentes del disco y difieren significativamente en escala”, por lo que podrían ser fenómenos independientes.
En cualquier caso, la conexión entre estas estructuras ondulantes es todavía un campo abierto de investigación, y la comunidad científica espera que futuras campañas de observación permitan aclarar su origen común o su independencia.
Una nueva forma de mirar la galaxia
Este descubrimiento no solo aporta una nueva pieza al rompecabezas de la dinámica galáctica, sino que también obliga a replantear los modelos sobre la evolución del disco de la Vía Láctea. Hasta hace poco, se pensaba que las grandes estructuras galácticas cambiaban lentamente, pero fenómenos como esta onda muestran que existen procesos que alteran la distribución y el movimiento estelar a gran escala, y en tiempos relativamente cortos en términos cósmicos.
La ESA ya ha anunciado que la próxima liberación de datos de Gaia incluirá información aún más precisa sobre estrellas variables, lo que permitirá trazar estas ondas con mayor resolución y entender mejor las fuerzas que están moldeando nuestra galaxia.
Como señala Johannes Sahlmann, responsable científico del proyecto Gaia en la ESA, estos avances “permitirán a los científicos refinar los mapas galácticos con un detalle sin precedentes” . La gran ola es solo una parte del complejo ballet cósmico en el que se mueven las estrellas, y aún queda mucho por descubrir.
Referencias
- Eloisa Poggio, Ronald Drimmel, Silvia R. Beraldo e Silva, et al. The great wave: Evidence of a large-scale vertical corrugation propagating outwards in the Galactic disc. Astronomy & Astrophysics, julio de 2025. https://doi.org/10.1051/0004-6361/202451668.