Durante una migraña, incluso una lámpara encendida puede parecer un sol insoportable. Ahora, un grupo de científicos ha descubierto el mecanismo cerebral que convierte la luz en sufrimiento: una molécula llamada NEAT1 desata una reacción en cadena que amplifica el dolor. El hallazgo abre nuevas posibilidades para tratar la fotofobia.
La molécula NEAT1 es un tipo de ARN que no produce proteínas, pero que regula el comportamiento de otros genes. Investigadores de China, Reino Unido y Australia han descubierto que, durante episodios de fotofobia en ratones, NEAT1 se activa en el sistema nervioso y desencadena una cascada de eventos que amplifican la sensibilidad a la luz. El hallazgo, publicado en The Journal of Headache and Pain en 2025, abre la puerta a nuevas formas de tratar uno de los síntomas más incapacitantes de la migraña.
El estudio no se queda en la observación. Los científicos comprobaron que, al bloquear esta molécula o su efecto en otras proteínas, los ratones dejaban de evitar la luz. Es una evidencia contundente: NEAT1 es una pieza clave en el rompecabezas de la migraña. Y podría convertirse en el blanco de futuros tratamientos.

Cuando la luz se vuelve dolor: cómo se activó la fotofobia en el experimento
Para investigar el papel de NEAT1 en la fotofobia, los investigadores utilizaron un modelo experimental en ratones. Inyectaron una sustancia llamada umbelulona en la nariz de los animales, un compuesto conocido por activar ciertas vías nerviosas relacionadas con el dolor de cabeza. Luego observaron el comportamiento de los ratones en una caja dividida en una zona de luz y otra de sombra.
Los ratones con fotofobia pasaban mucho más tiempo en la oscuridad, evitando la luz brillante. En estos mismos animales, los científicos encontraron niveles elevados de NEAT1 en el ganglio trigémino, una región nerviosa clave en el procesamiento del dolor de cabeza y la sensibilidad a la luz. Era una señal clara: esta molécula se activa cuando la luz se convierte en agresión.
Además, cuando los investigadores usaron una terapia genética para reducir los niveles de NEAT1, los ratones dejaron de mostrar aversión a la luz. Esta modificación genética se realizó mediante un virus que transporta un fragmento de ARN diseñado para silenciar el gen. El resultado fue contundente: sin NEAT1, la fotofobia desaparecía.
NEAT1, el director de orquesta de una red genética silenciosa
Lo más interesante del estudio no es solo que NEAT1 se activa durante la fotofobia, sino cómo lo hace.
NEAT1 no actúa solo. Funciona como un ceRNA o ARN competidor: una especie de esponja que atrapa otras pequeñas moléculas llamadas microARN. En este caso, atrapa a miR-196a-5p, cuya función normal es mantener bajo control una proteína sensible al dolor llamada TRPM3.
Cuando NEAT1 secuestra a miR-196a-5p, la proteína TRPM3 se libera de su freno. El resultado es un aumento en la sensibilidad de las neuronas del ganglio trigémino. Esta cadena molecular convierte señales normales de luz en estímulos dolorosos. Es una vía completamente nueva para entender cómo una molestia visual se convierte en sufrimiento.
Los investigadores confirmaron esta interacción molecular mediante ensayos de laboratorio conocidos como luciferasa dual, que permiten observar si dos moléculas interactúan directamente. Y los datos fueron claros: NEAT1 y TRPM3 compiten por el mismo microARN. Cuando uno se activa, el otro también lo hace.

El dolor en cifras: cómo se midió la aversión a la luz
El equipo de investigación no se limitó a observar el comportamiento a simple vista. Usaron un sistema de seguimiento por vídeo para registrar cuánto tiempo pasaban los ratones en la zona iluminada antes y después de la inducción de la fotofobia. La diferencia era drástica: tras recibir la umbelulona, los ratones pasaban hasta cuatro veces menos tiempo en la luz.
Sin embargo, cuando se redujo la expresión de NEAT1 en estos animales, la diferencia desapareció. Incluso bajo la misma intensidad luminosa, los ratones modificados genéticamente no mostraban rechazo. También se evaluó su movilidad, para asegurarse de que no se trataba de una pérdida general de actividad, sino de una reacción específica a la luz.
Un segundo grupo de experimentos se centró en bloquear directamente la proteína TRPM3, usando un compuesto natural llamado isosakuranetina. El resultado fue el mismo: la fotofobia disminuía de forma significativa. Esta coincidencia refuerza la hipótesis de que el eje NEAT1 → miR-196a-5p → TRPM3 es clave en el origen del síntoma.
¿Y si esta molécula también estuviera detrás de nuestras migrañas?
Aunque el estudio se realizó en ratones, los genes implicados —NEAT1, miR-196a-5p y TRPM3— están también presentes en humanos. De hecho, TRPM3 ha sido relacionado anteriormente con la percepción del dolor y la inflamación en personas.
Y NEAT1, aunque no produce proteínas, regula procesos cerebrales en enfermedades como el Alzheimer, la ansiedad y ahora, posiblemente, la migraña.
El estudio no solo identifica un nuevo protagonista en el dolor de cabeza: describe un mecanismo completo que podría explicar cómo una señal visual se transforma en molestia extrema. Además, abre una vía terapéutica muy concreta: bloquear NEAT1 o TRPM3 podría reducir la sensibilidad a la luz en pacientes con migraña.
Eso sí, hay un detalle importante. El experimento solo se realizó en ratones macho. Como las migrañas son más comunes en mujeres, será necesario realizar nuevos estudios que confirmen estos resultados en modelos femeninos y, eventualmente, en humanos. Pero el primer paso está dado.

Una nueva frontera en el tratamiento de la migraña
Los tratamientos actuales para la fotofobia asociada a la migraña son limitados. En general, se basan en evitar estímulos o usar lentes especiales. Sin embargo, comprender los mecanismos moleculares que generan esta hipersensibilidad puede cambiar el enfoque por completo. Ya no se trataría solo de evitar la luz, sino de impedir que el cerebro la perciba como una amenaza.
La posibilidad de diseñar terapias que actúen sobre NEAT1 o TRPM3 es real. Existen fármacos capaces de modular la expresión de ciertos ARN o bloquear proteínas específicas. Aunque aún falta mucha investigación, este estudio sugiere que podríamos estar ante un nuevo objetivo terapéutico para la migraña.
Mientras tanto, la ciencia nos da una explicación plausible —y molecular— de por qué, durante una migraña, hasta una lámpara tenue puede parecer insoportable. Y lo más importante: nos da una pista de cómo podríamos apagar esa luz que duele.
Referencias
- Huang, Z., Li, X., Wang, X. et al. Nuclear paraspeckle assembly transcript 1 promotes photophobia behavior in mice via miR-196a-5p/Trpm3 coupling. J Headache Pain 26, 118 (2025). doi: 10.1186/s10194-025-02057-5