¿Son tontos los burros?

Para nada, los burros no solo son inteligentes sino que son sociables y tienen diversas capacidades cognitivas.
Orejas de burro

Popularmente, el asno tiene fama de paciente, tozudo e incluso lerdo. Pero los zoólogos que los estudian opinan de forma bien distinta y aseguran que estos solípedos poseen una conducta compleja e incluso una gran inteligencia que nada tiene que envidiar a la de cerdos, ratas y perros.

Muy sensible a los malos tratos, el burro se niega a responder a ningún estímulo que provenga de sus maltratadores, de ahí su fama de terco. Ahora bien, en un entorno favorable, su respuesta a los problemas es sorprendente. No en vano, sus parientes salvajes asiáticos y del cuerno de África, con fama de indomesticables, sobreviven gracias a su astucia en regiones tan áridas que casi ningún otro mamífero logra hacerlo. No extraña pues que en la Antigüedad el burro fuera un animal muy valioso y que fuera requerido por sus cualidades, nobleza y austeridad alimenticia. En Grecia y Roma, el carácter del asno se usaba como ejemplo de virtud para los ciudadanos y, tanto en el mundo árabe como cristiano, la tradición religiosa lo veneraba como montura de Mahoma y Jesucristo. Por último, durante siglos se trazaron los caminos de montaña siguiendo los pasos del burro, pues siempre elige la pendiente más suave.

Podemos recoger algunos aspectos destacados de la inteligencia de los burros: su gran adaptabilidad (son conocidos por su capacidad para ajustarse a diferentes entornos y condiciones de vida), su  memoria (pueden recordar rutas, lugares y personas incluso después de largos períodos de tiempo), su capacidad de observación (pueden detectar sutiles cambios en su entorno), su destreza en la resolución de problemas y su socialización (son animales sociales y tienen habilidades para interactuar y comunicarse con otros miembros de su especie) y su sensibilidad (pueden captar las emociones y el estado de ánimo de las personas que los rodean).

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