Morir por un asteroide no es ciencia ficción: más probable que ser alcanzado por un rayo o atacado por un coyote, según un estudio reciente

Un nuevo estudio calcula la probabilidad de que un asteroide de más de 140 metros impacte la Tierra y la compara con riesgos como rayos o ataques de animales, revelando datos que podrían cambiar cómo entendemos la defensa planetaria.
Fuente: ChatGPT / E. F.

Pocas amenazas combinan el peso de la historia con la incertidumbre del futuro como la de un impacto de asteroide. Hace unos 65 millones de años, un objeto de unos 10 kilómetros de diámetro puso fin al reinado de los dinosaurios y transformó la vida en la Tierra. Desde entonces, cada vez que se menciona un asteroide, la imaginación colectiva se activa. Lo que no siempre se sabe es que este tipo de eventos no pertenecen solo al pasado remoto: la ciencia confirma que pueden volver a ocurrir. La cuestión clave es cuál es la probabilidad real de que un asteroide suficientemente grande golpee nuestro planeta en la vida de una persona promedio.

Un trabajo reciente liderado por la investigadora Carrie Nugent y publicado en The Planetary Science Journal ofrece una respuesta respaldada por datos. El equipo ha calculado la frecuencia de impacto de asteroides de más de 140 metros de diámetro y la ha comparado con otros riesgos que, aunque muy distintos, forman parte de la experiencia humana. El resultado es llamativo: la probabilidad de que se produzca un impacto de este tipo es mayor que la de que una persona sea alcanzada por un rayo o atacada por un coyote a lo largo de su vida.

Un peligro único… y prevenible

En palabras literales del estudio, “un impacto de asteroide es único entre los desastres naturales; es el único que es, teóricamente, tecnológicamente prevenible”. Esto significa que, a diferencia de terremotos o erupciones volcánicas, la humanidad dispone ya de medios para evitar que ocurra. La misión DART de la NASA demostró en 2022 que una nave espacial puede modificar la trayectoria de un asteroide, desviándolo lo suficiente para evitar una colisión.

El trabajo de Nugent y su equipo no se limita a calcular cifras: su objetivo es ofrecer un contexto que permita al público y a los responsables políticos valorar este riesgo de forma proporcional. Saber que es posible prevenir un desastre es inútil si no se reconoce su magnitud y no se invierte en prepararse para él.

Comparación del riesgo vitalicio de impacto de un asteroide con eventos como rayos, ataques de animales o accidentes. Fuente: arXiv

Cómo se hizo el cálculo

Para estimar la probabilidad, los investigadores simularon un conjunto de cinco millones de órbitas de objetos cercanos a la Tierra (NEOs) con diámetros mayores de 140 metros, utilizando el modelo de población NEOMOD2 y el sistema de efemérides JPL Horizons. El periodo de integración fue de 150 años, y se identificaron impactos cuando la distancia de aproximación era menor que el radio de la Tierra.

De ese total simulado, solo tres objetos impactaron en el modelo, lo que arroja una probabilidad de impacto por objeto de 4 × 10⁻⁹ por año. Usando estimaciones del número real de NEOs en esa categoría, el equipo calculó una frecuencia global de impacto de 9,1 × 10⁻⁵ por año, es decir, un impacto aproximadamente cada 11.000 años.

Aunque esta cifra pueda parecer baja, hay que interpretarla bien: no es la probabilidad de que un individuo muera por un asteroide, sino de que ocurra un impacto en cualquier punto del planeta durante un año dado. En el marco de una vida humana de 71 años, esa posibilidad se convierte en algo que, estadísticamente, compite con otros peligros conocidos.

Fuente: ChatGPT / E. F.

Comparando riesgos

El equipo quiso evitar que el dato quedara como una cifra abstracta. Para ello, recurrió a una herramienta comunicativa poco habitual en ciencia: comparar un evento global con otros peligros individuales prevenibles. Según el estudio, la probabilidad de un impacto de NEO >140 metros es mayor que la de que una persona sufra un impacto de rayo a lo largo de su vida en Estados Unidos, o que sea atacada por un coyote. También es superior a la probabilidad de morir por el colapso de un agujero de arena seca en una playa.

En cambio, es mucho menor que la probabilidad de sufrir un accidente de coche o contraer la gripe estacional. Esta comparación no minimiza la amenaza, sino que la coloca en una escala que resulta más intuitiva para el público.

Fuente: ChatGPT / E. F.

Consecuencias de un impacto

No todos los impactos son iguales. Un asteroide de 140 a 200 metros que caiga en medio del océano podría no causar ninguna víctima, mientras que uno de tamaño similar que golpee una zona densamente poblada podría afectar a un millón de personas. En el extremo opuesto, los impactos de objetos de varios kilómetros de diámetro tendrían consecuencias globales, desde descensos drásticos de la temperatura por el polvo en suspensión hasta la interrupción de la fotosíntesis y la amenaza de extinciones masivas.

El estudio recuerda que los modelos sobre impactos de gran energía siguen teniendo incertidumbres y que no se dispone de datos directos para validarlos. Aun así, la evidencia geológica e histórica —como los eventos de Tunguska en 1908 o Chelyabinsk en 2013— confirma que los impactos no son fenómenos hipotéticos.

Entonces, ¿por qué registramos más muertes por rayos que por asteroides?

La aparente contradicción tiene que ver con cómo se calculan las probabilidades y no con un recuento directo de víctimas. En el caso de los rayos, los datos provienen de registros médicos y meteorológicos: cada año hay personas alcanzadas y, lamentablemente, algunas mueren. Son sucesos frecuentes en escala global, aunque poco probables para cada individuo.

Con los asteroides ocurre lo contrario. En la era moderna no hay registros fiables de muertes humanas causadas por impactos, pero sí tenemos modelos orbitales precisos y un conocimiento cada vez mayor de la población de objetos cercanos a la Tierra. Estos modelos permiten estimar la frecuencia de un impacto significativo, aunque no tengamos ejemplos recientes para confirmarlo.

Cuando el estudio dice que la probabilidad de que se produzca un impacto de un NEO >140 metros en tu vida es mayor que la de que te caiga un rayo, no significa que sea más probable que mueras por esa causa. Lo que indica es que, en el marco de una vida humana promedio, es más probable que ocurra al menos un impacto de ese tipo en algún punto del planeta que que tú, personalmente, sufras un rayo. La diferencia está en que el rayo es un riesgo directo e individual, y el impacto, un evento global con alcance potencialmente local.

Un seguro planetario

Invertir en detección y desviación de asteroides es, según la National Academies, una forma de “seguro” en la que las “primas” se destinan por completo a evitar la tragedia. En términos comparativos, el coste de la misión DART —unos 325 millones de dólares— equivale a apenas un dólar por ciudadano estadounidense. La prevención sale mucho más barata que la reconstrucción después de un desastre.

Programas como el Observatorio Vera Rubin o el futuro NEO Surveyor serán fundamentales para ampliar el catálogo de objetos peligrosos y ganar tiempo de reacción. La clave está en la detección temprana: cuanto antes se identifique un NEO en trayectoria de colisión, más viable será desviarlo.

Más allá de los números

El trabajo de Nugent no solo entrega cifras. Plantea un marco para entender que un evento planetario, aunque improbable en una vida humana, está en la misma liga estadística que peligros cotidianos. Esto rompe la percepción de que los impactos son “cosas de las películas” y coloca la discusión en el terreno de las decisiones públicas y presupuestarias.

Además, subraya que la ciencia de los NEOs está en evolución. Subpoblaciones como los cometas de periodo largo o los objetos interestelares siguen siendo grandes desconocidos. Su estudio y seguimiento podría revelar riesgos adicionales que hoy no se tienen en cuenta.

Un mensaje para la sociedad

En última instancia, este tipo de trabajos buscan transmitir que el riesgo de un impacto de asteroide no debe provocar pánico, pero sí respeto y planificación. Vivimos en un momento histórico en el que la tecnología permite prevenir un desastre global, pero esa capacidad depende de que exista una inversión sostenida.

Como recuerda el propio estudio, “debido a la enormidad de un evento de impacto, vale la pena contextualizar la probabilidad de que ocurra en cualquier parte del planeta dentro de una vida humana promedio”. Entenderlo así no solo ayuda a dimensionar el problema, sino también a respaldar las políticas que lo afronten.

Referencias

  • Nugent, C. R., Andersen, K. P., Bauer, J. M., Jensen, C. T., Kristiansen, L. K., Hansen, C. P., Nielsen, M. M., & Vestergard, C. F. (2025). Placing the Near-Earth Object Impact Probability in Context. The Planetary Science Journal. doi:10.48550/arxiv.2508.02418.

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