Los hititas se convirtieron en uno de los poderes más fuertes que emergieron en el Próximo Oriente durante la antigüedad. Junto a otras conformaciones políticas de corte imperial como los asirios, los egipcios o los persas, dejaron una huella histórica que todavía hoy sigue siendo objeto de un intenso estudio.
El surgimiento de una civilización poderosa
Como todo imperio, la civilización hitita no se construyó de la noche a la mañana. La de este pueblo es una historia de asedios, conquistas y acercamientos a otras sociedades previas en la actual Turquía, uno de los lugares del mundo que han sido sitios de paso clave para la humanidad.
La formación de un imperio
Conocemos como hititas a una civilización anatólica de la antigüedad. Esta población emparentada lingüísticamente con el cepo indoeuropeo emergió como poder político fuerte entre los siglos XVIII y XVII a.C. De todos modos, su presencia en el territorio donde ahora se halla Turquía se atestigua al menos desde la segunda mitad del tercer milenio. Ya entonces, el reino de Hatti repelió con éxito los ataques del mesopotámico Sargón de Acad.
Los hititas demostraron poseer un poder político que utilizaron para expandirse. Consiguieron dominar tanto Anatolia como partes de Siria y del Levante, e incluso llegaron a realizar incursiones militares en Mesopotamia. El monarca hitita Mursili I (1620-1590), por ejemplo, puso en jaque la dinastía babilónica. Igualmente, los hititas se enfrentaron con otros reinos, como Mitanni, y hasta con los poderes del Egipto faraónico. Durante la célebre batalla de Kadesh, que se libró hacia el 1299 a.C., los ejércitos de Ramsés II y Muwatalli II se enfrentaron en las fronteras de Canaán, donde ambas potencias se contendieron el ambicionado territorio de Amurru.
En el sistema de poder hitita, el rey representaba a la divinidad en la tierra y era el responsable de hacer que se obedecieran los designios divinos. El monarca, además, también actuaba como el máximo representante del poder religioso, legal y judicial. Los hititas practicaban el politeísmo, aunque la cúspide del panteón a ocupaba el dios de la tormenta Teshub. La familia, como también sucedía en la vecina Mesopotamia, constituía la unidad básica que estructuraba la sociedad y, como parte de esa idea de familia extensa, en el palacio, el soberano instalaba su harén.

La expansión territorial y sus conflictos
La expansión territorial de los hititas fue uno de los aspectos más destacados de su historia. A través de una serie de campañas militares, lograron extender su dominio sobre gran parte de Anatolia, Siria y el Levante. Este proceso de expansión no estuvo exento de conflictos, ya que los hititas se enfrentaron a otras potencias de la época, como Mitanni y Egipto. La batalla de Kadesh, librada en el año 1299 a.C., es uno de los enfrentamientos más famosos de la historia antigua, donde el ejército hitita, liderado por Muwatalli II, se enfrentó a las fuerzas de Ramsés II de Egipto. Este conflicto, aunque no concluyó con una victoria decisiva para ninguna de las partes, demostró la capacidad militar de los hititas y su importancia en la política internacional de la época.
Además de sus enfrentamientos con Egipto, los hititas también mantuvieron conflictos con el Imperio Asirio y otros reinos vecinos. Estos conflictos no solo definieron las fronteras del imperio hitita, sino que también influyeron en sus relaciones diplomáticas y comerciales. A través de tratados y alianzas, los hititas lograron mantener un equilibrio de poder en la región, asegurando su posición como una de las principales potencias del Próximo Oriente.
La expansión hitita no solo se limitó a la conquista militar; también incluyó la integración de culturas y tradiciones de los pueblos conquistados. Esta asimilación cultural enriqueció la civilización hitita, permitiéndoles adoptar prácticas y tecnologías avanzadas de sus vecinos. La influencia de culturas como la egipcia y la mesopotámica se reflejó en su arte, religión y sistema de escritura, haciendo de los hititas una civilización diversa y compleja.
La estructura y organización del imperio hitita
La hitita es un ejemplo de orden civilizatorio jerarquizado, mediado por una fuerte presencia de la estructura militar y la religión. Estos factores fueron determinantes para su continua presencia en los conflictos a aquella orilla del Mediterráneo.
El rey hitita: representante divino y soberano
En la sociedad hitita, el rey desempeñaba un papel central, actuando como el representante de la divinidad en la tierra. Esta concepción del monarca como una figura sagrada le otorgaba no solo autoridad política, sino también un poder religioso significativo. El rey hitita era responsable de garantizar que se cumplieran los designios divinos, lo que implicaba un papel activo en la vida religiosa del imperio. Además, el monarca era el máximo responsable del sistema legal y judicial, lo que le confería un control absoluto sobre la administración de justicia y el mantenimiento del orden en el reino.
La figura del rey hitita estaba rodeada de un aura de sacralidad que se reflejaba en su vida diaria y en sus interacciones con otros gobernantes. Esta percepción del monarca como un ser divino reforzaba su autoridad y legitimidad, permitiéndole gobernar con mano firme sobre un imperio extenso y diverso. El monarca no solo era un líder político, sino también un símbolo de la unidad y continuidad del imperio hitita, asegurando la estabilidad y la cohesión en tiempos de cambio y conflicto.
La corte hitita, con el rey a la cabeza, era el centro de poder del imperio. En ella se tomaban las decisiones políticas más importantes y se gestionaban las relaciones diplomáticas con otros reinos. La corte también era un lugar de intercambio cultural y social, donde se reunían las élites del imperio para discutir asuntos de estado y participar en ceremonias religiosas y festividades. Esta estructura de poder centralizada fue fundamental para el éxito y la longevidad del imperio hitita.

La economía: agricultura, ganadería y comercio
Los hititas basaron su economía en la agricultura y la ganadería. El territorio estaba dividido en unidades administrativas más pequeñas, gestionadas por oficiales dependientes del rey que recaudaban impuestos sobre las cosechas y los rebaños. El reino también mantenía sus arcas a través de los tributos que les debían los estados vasallos y de un próspero comercio. Los hititas mantuvieron relaciones económicas con oriente y occidente tanto por vía terrestre como marítima, a través del Mediterráneo. Se especializaron en la exportación de textiles y metales como el cobre, el bronce, la plata y el estaño. El imperialismo hitita colapsó en los inicios del siglo XII durante la Edad del Bronce final.
Además de la agricultura y la ganadería, el comercio desempeñó un papel crucial en la economía hitita. Los hititas establecieron rutas comerciales tanto por tierra como por mar, conectando su imperio con otras regiones del Próximo Oriente y más allá. A través de estas rutas, los hititas comerciaban metales como el cobre, el bronce, la plata y el estaño, así como textiles y otros productos manufacturados. Este comercio no solo generaba riqueza, sino que también facilitaba el intercambio cultural y tecnológico con otras civilizaciones, enriqueciendo aún más la sociedad hitita.
El sistema económico hitita también incluía el pago de tributos por parte de los estados vasallos, que contribuían a las arcas del imperio. Estos tributos, junto con los ingresos del comercio y la agricultura, permitieron a los hititas mantener un ejército poderoso y financiar sus campañas militares. La combinación de una economía diversificada y una administración eficiente fue clave para el éxito del imperio hitita, permitiéndole sostenerse durante siglos en un entorno político y económico cambiante.
Religión y cultura de los hititas
La monarquía hitita, como tantas otras a lo largo de la historia, estuvo sustentada por la creencia de que el gobernante era una especie de deidad. Para el triunfo de este modelo, hizo falta una creencia muy arraigada en la sociedad.
El panteón hitita: Teshub y otras deidades
La religión hitita era politeísta, con un panteón extenso que incluía una variedad de deidades, tanto propias como adoptadas de otras culturas. El dios de la tormenta Teshub ocupaba el lugar más alto en el panteón hitita, simbolizando el poder y la autoridad del monarca. Junto a Teshub, otras deidades importantes incluían a Hebat, la diosa madre, y una serie de dioses menores que representaban diversos aspectos de la naturaleza y la vida cotidiana. Este panteón reflejaba la diversidad cultural del imperio hitita, que absorbía influencias de las civilizaciones vecinas, como los mesopotámicos y los egipcios.

La religión hitita no solo era una cuestión de fe, sino también un elemento central en la vida política y social del imperio. Los rituales y ceremonias religiosas se llevaban a cabo regularmente, con la participación del rey y la corte, reforzando la conexión entre la divinidad y el poder político. Estos rituales eran esenciales para asegurar la prosperidad del imperio y la protección de sus fronteras, y se llevaban a cabo en templos y santuarios repartidos por todo el territorio hitita.
La asimilación de deidades extranjeras en el panteón hitita es un ejemplo de la capacidad de esta civilización para integrar elementos culturales de otras sociedades. Esta integración no solo enriquecía la vida religiosa de los hititas, sino que también facilitaba las relaciones diplomáticas y comerciales con otros reinos. Al adoptar deidades y prácticas religiosas de otras culturas, los hititas demostraron una notable flexibilidad y apertura, características que contribuyeron a su éxito como imperio.
El arte y la asimilación cultural
El arte hitita se caracteriza por su diversidad y por la influencia de culturas vecinas, como la egipcia y la mesopotámica. Esta influencia se refleja en la escultura en relieve, una de las formas de arte más destacadas de los hititas. Los relieves hititas, que adornaban templos, palacios y monumentos, representaban escenas religiosas, mitológicas y de la vida cotidiana, mostrando un alto nivel de habilidad artística y una profunda conexión con la religión y la cultura.
La asimilación cultural fue una característica distintiva de la civilización hitita. A lo largo de su historia, los hititas adoptaron y adaptaron elementos artísticos, tecnológicos y religiosos de las culturas con las que entraron en contacto. Esta capacidad de integración cultural no solo enriqueció su propia civilización, sino que también les permitió establecer relaciones más estrechas con otras sociedades, facilitando el comercio y la diplomacia.
El arte hitita no solo era una expresión de la creatividad y la habilidad de sus artesanos, sino también una herramienta política y religiosa. A través del arte, los hititas comunicaban su poder y su conexión con lo divino, reforzando la autoridad del monarca y la cohesión del imperio. Esta combinación de arte, religión y política fue fundamental para el éxito y la longevidad de la civilización hitita.
Hattusa y otros sitios clave
El imperio hitita tuvo sus propios lugares de peregrinación y referencia, determinados por la religión, las rutas comerciales o militares y la presencia del poder político, como fue el caso de Hattusa, su capital.
Hattusa, la capital hitita

La importancia de los hititas en la política internacional del segundo milenio a.C. se demostró con descubrimiento arqueológico de Hattusa (hoy conocida como Bogazkoy), su capital, a finales del siglo XIX. Emplazada en el centro de la península de Anatolia, la ciudad estaba fuertemente fortificada y solo se podía acceder a su interior a través de una serie de puertas dispuestas a lo largo de su perímetro. Una de esas puertas se conoce como la Puerta de los Leones, así denominada por las dos fieras esculpidas en piedra que la flanquean.
Hattusili eligió Hattusa como capital de su imperio en expansión. Aunque los hititas se vieron obligados a mover la capital a lo largo de su historia para poder hacer frente de manera efectiva a los ataques de poderes circundantes como los kaskas, Hattusa permaneció en el imaginario político como la sede del poder real hitita y fue, de hecho, la capital que cerró el período de esplendor del poder imperial de los hititas. Se estima que, en su momento de máximo esplendor, la ciudad debió albergar entre 40000 y 50000 habitantes.
El santuario de Yazilikaya
El santuario de Yazilikaya constituye uno de los emplazamientos religiosos más importantes de la ciudad. Este templo rocoso destaca por sus relieves que representan a los dioses del panteón hitita, con Teshub y Hebat a la cabeza, en actitud procesional.
Yazilikaya no solo era un lugar de culto, sino también un símbolo de la conexión entre los hititas y sus dioses. Los relieves del santuario son una muestra del arte hitita y de su habilidad para representar escenas religiosas con gran detalle y realismo. Estas representaciones no solo servían para honrar a las deidades, sino también para reforzar la legitimidad del rey como intermediario entre los dioses y el pueblo.
El santuario de Yazilikaya es un ejemplo del sincretismo religioso de los hititas, que incorporaron elementos de otras culturas en su propio sistema de creencias. Esta capacidad de asimilación cultural fue una de las razones del éxito de la civilización hitita, permitiéndole mantener relaciones pacíficas y fructíferas con sus vecinos. A través de sitios como Yazilikaya, los hititas dejaron un legado cultural y religioso que perdura hasta nuestros días.
El legado escrito de los hititas
No se conserva un gran legado histórico o artístico de aquella civilización. Sin embargo, sus grabado en piedar y restos de escritura cuneiforme nos permiten a día de hoy hacernos una idea de lo cercana que era esta civilización a otras sociedades previas como la mesopotámica.
El cuneiforme como sistema de escritura

Durante las excavaciones en Hattusa, los arqueólogos descubrieron decenas de miles de tabillas escritas en cuneiforme. Los hititas adoptaron el sistema de escritura mesopotámico tanto para comunicarse con los poderes políticos circundantes como para registrar por escrito transacciones, decretos o mensajes oficiales. Muchas de estas tablillas, sin embargo, mostraban una lengua distinta del acadio: se trataba de tablillas en hitita, una lengua indoeuropea.
Los textos hititas proporcionan información sobre aspectos de la vida de las elites, la política y la administración de templos y palacios. También contienen encantamientos y rituales con fines terapéuticos, composiciones de contenido legal e incluso copias de algunos textos de la tradición asiria y babilónica, como mitos y listas lexicales. De hecho, los hititas demostraron una gran capacidad de asimilación de algunos aspectos culturales procedentes de otros reinos y culturas próximo-orientales, desde divinidades como Nergal y Enki, por ejemplo, hasta las esfinges de factura egipcia.
El colapso del imperio hitita
Como todas las civilizaciones habidas en el mundo, los hititas también conocieron su fin. La inestabilidad que marcó a la región de oriente próximo en el sigo XII a.C. fue decisiva para el colapso territorial y político de sus reinos.
Factores del declive y el fin de la era hitita
El colapso del imperio hitita a principios del siglo XII a.C. Marcó el fin de una era en la historia del Próximo Oriente. Varios factores contribuyeron a este declive, incluyendo la inestabilidad política interna, las presiones económicas y las amenazas externas de pueblos invasores. La estructura centralizada del imperio, que había sido una fuente de fortaleza, también se convirtió en una debilidad cuando las tensiones internas comenzaron a socavar la autoridad del rey y la cohesión del imperio.
Las amenazas externas, como los ataques de los Pueblos del Mar, jugaron un papel crucial en el colapso del imperio hitita. Estos invasores, que irrumpieron en el Próximo Oriente durante el final de la Edad del Bronce, pusieron en jaque a varias civilizaciones de la región, incluyendo a los hititas. La incapacidad del imperio para defender sus fronteras y mantener el control sobre sus territorios condujo a su desintegración en varios reinos más pequeños, conocidos como los reinos neohititas.
A pesar de su colapso, el legado de los hititas perduró a través de los reinos neohititas y su influencia cultural en las civilizaciones posteriores. La historia del imperio hitita es un testimonio de su capacidad para adaptarse y prosperar en un entorno político y cultural complejo. Aunque su imperio finalmente se desintegró, los hititas dejaron una marca indeleble en la historia del Próximo Oriente, que sigue siendo objeto de estudio y admiración en la actualidad.
Referencias:
- Bryce, T. 1998. El reino de los hititas. Traducción de José Luis Rozas López. Madrid: Cátedra.
- Imparati, F. 1995. Private Life Among the Hittites, en Sasson, J. (ed.), Civilizations of the Ancient Near East, Volume 1, pp. 571-586. Nueva York: Scribner.
- MacQueen, J. G. 1995. The History of Anatolia and of the Hittite Empire: An Overview, en Sasson, J. (ed.), Civilizations of the Ancient Near East, Volume 2, pp. 1085-1105. Nueva York: Scribner.