El surgimiento del sistema postal

En el siglo XIX, el moderno servicio de correos revolucionó la correspondencia.
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Dado que las buenas comunicaciones eran esenciales para poder gobernar los extensos imperios del mundo antiguo, no es sorprendente que entre las primeras referencias históricas a los sistemas postales encontremos a Egipto. Alrededor del año 2400 a. C., los faraones ya usaban mensajeros para enviar decretos por todo el territorio. Los encontramos asimismo en China, bajo la dinastía Zhou, casi 1500 años después; y, en Persia, Ciro II el Grande también empleó correos montados a caballo. Apoyados por casas de postas, estos viajaban a galope tendido por las excelentes carreteras que unían sus ciudades.

Roma también necesitaba mantener una comunicación fiable y rápida con los gobernadores de las provincias distantes. Así nació el denominado cursus publicus, el sistema postal más desarrollado de la Antigüedad, que formaba parte integral de su compleja estructura militar y administrativa. Los relevos se establecían a intervalos a lo largo de las calzadas, y la velocidad a la que podían viajar los mensajeros no tendría rival en Europa hasta el siglo XIX: se dice que eran capaces de cubrir más de 270 kilómetros en un día y una noche. Como podemos imaginar, mantener este eficiente entramado requería un alto grado de organización, y para ello existía un sistema de inspección que controlaba exhaustivamente su funcionamiento y evitaba abusos, como usarlo para fines privados.

Los envíos postales tienen cientos de años de historia. Créditos: Win McNamee - Win McNamee

El sistema postal moderno nació con la publicación en 1837 del folleto La reforma de la oficina de correos. Su autor fue un maestro inglés llamado Rowland Hill, y el mencionado trabajo está considerado uno de los hitos más importantes en la historia de este tipo de servicios. Hill hizo un estudio exhaustivo de la estructura de los costes de las operaciones postales, con lo que demostró de manera concluyente que el gasto que suponía llevar la carta a su destino era insignificante comparado con el que se generaba solo por la burocracia que se necesitaba para poder enviarla. Del mismo modo, aclaró que las complejas tablas de cobro que se manejaban, basadas en la distancia, eran irrelevantes e inflaban los costes operativos, pues necesitaban de una gran cantidad de empleados para aplicarlas y preparar las cuentas, muy complejas, entre oficinas postales. En definitiva, mover una carta costaba mucho menos que todos los trámites que la rodeaban.

También se dio cuenta de que cobrar el servicio cuando se entregaba la misiva era algo que enmarañaba todo el sistema, aunque, por suerte, era fácilmente evitable. La solución que propuso fue instaurar una tarifa de envío uniforme, esto es, que se cobrara lo mismo por mandar una carta independientemente de la distancia. El pago anticipado del envío se haría mediante sellos adhesivos que se venderían en las oficinas de correos. Hill propuso una tasa básica de un centavo por cada media onza (14 gramos), una medida que era justo un poquito superior al peso medio de las cartas que se enviaban. Acababa de aparecer el sello de correos, que se emitió por primera vez en Inglaterra en 1840, cuando el Gobierno británico puso en marcha el nuevo sistema postal diseñado por Hill.

Pero la importancia de esta reforma no radicó en introducir el prepago en forma de sellos, sino que gracias a ella, y sin saberlo, Hill dejó el sistema de correos perfectamente engrasado para hacer frente a la gran demanda de este servicio que llegaría años después. Sus principales características fueron adoptadas gradualmente por otros países; entre los primeros estuvieron Suiza y Brasil, en 1843.

La postal fue toda una revolución. Créditos: Dan Kitwood - Dan Kitwood

La introducción de tarifas uniformes y económicas vino acompañada por otras aún más bajas para periódicos –en algunos puntos se distribuían de manera gratuita– y para todo tipo de documentos impresos. Inicialmente, se plantearon esas tasas reducidas con el fin de favorecer la difusión de la educación, pero apareció un mercado inesperado que abarcaba todo tipo de notas comerciales, material publicitario, revistas... En 1869, apareció en Austria una manera todavía más económica de enviar mensajes: la postal. En los años siguientes, esta se convirtió en el modo habitual de mandar saludos cuando uno se encontraba de viaje o de vacaciones.

Este artículo fue originalmente publicado en una edición impresa de Muy Interesante.

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