Arqueólogos descubren un campamento indígena de 8.000 años oculto bajo un huerto en Carolina del Norte

Bajo un huerto en Carolina del Norte, arqueólogos han descubierto un campamento indígena de hasta 8.000 años que reescribe completamente la historia de la región.
Hallan en las montañas de Carolina del Norte un yacimiento indígena de 8.000 años con herramientas y cerámica
Hallan en las montañas de Carolina del Norte un yacimiento indígena de 8.000 años con herramientas y cerámica. Foto: Chase Reynolds

En lo que comenzó como una simple revisión del terreno agrícola, un equipo de arqueología de la Universidad Estatal de los Apalaches (Appalachian State University) ha destapado uno de los hallazgos más reveladores sobre la vida prehistórica en las montañas del oeste de Carolina del Norte. Bajo la tierra fértil de un huerto en la finca Blackburn Vannoy, en el condado de Ashe, yacía un campamento indígena que fue habitado de forma intermitente durante milenios, entre hace 8.000 y 1.000 años.

La excavación, dirigida por la arqueóloga Alice Wright y un grupo de estudiantes, ha sacado a la luz puntas de lanza y flecha elaboradas en cuarzo, cuarcita, riolita, pedernal y jaspe; fragmentos de cerámica; restos de un hogar de piedra y hasta un antiguo hoyo de almacenamiento. La investigación, detallada en un comunicado oficial de la universidad el pasado 25 de julio, no solo aporta nuevos datos sobre los pueblos que recorrieron estas montañas, sino que también ofrece una ventana directa a sus costumbres, su movilidad y su adaptación al medio.

Un paisaje que une pasado y presente

El hallazgo no fue casual. La finca, situada cerca de Fleetwood, es una granja-escuela y centro de investigación donde estudiantes y profesores trabajan en cultivos, ganadería y gestión forestal. Recientemente, los responsables del lugar habían encontrado en la superficie varias puntas de proyectil, lo que despertó el interés de Wright para dedicar allí la campaña anual de excavación.

El enclave presenta características estratégicas que explican por qué fue elegido como campamento en repetidas ocasiones a lo largo de milenios. El terreno, elevado y llano, se asienta sobre una terraza con un arroyo cercano, mientras que el río, a solo medio kilómetro, habría servido como vía natural de comunicación y transporte. La zona, rica en recursos y a salvo de inundaciones, ofrecía un equilibrio perfecto entre accesibilidad y protección.

La distribución de materiales sugiere que no se trataba de un asentamiento permanente, sino de un lugar de ocupación estacional. Los grupos indígenas —posiblemente ancestros de los cherokee, catawba y otras tribus de la región— habrían acudido en determinados momentos del año para cazar, recolectar, comerciar y fabricar herramientas, antes de descender de nuevo a tierras bajas durante los inviernos más duros.

En la finca Blackburn Vannoy de la Universidad Estatal de los Apalaches, en el condado de Ashe, un grupo de estudiantes de arqueología participa en una campaña de excavación de campo
En la finca Blackburn Vannoy de la Universidad Estatal de los Apalaches, en el condado de Ashe, un grupo de estudiantes de arqueología participa en una campaña de excavación de campo. Foto: Chase Reynolds

Los objetos recuperados abarcan un larguísimo marco temporal que se extiende desde hace unos 8.000 años, hasta hacia el final del año 1000 de nuestra era. Durante este tiempo, las comunidades pasaron de ser grupos de cazadores-recolectores altamente móviles a sociedades cada vez más asentadas, con mayor dependencia de la agricultura y la cerámica.

Las puntas de proyectil en cuarzo y cuarcita parecen indicar la existencia de un taller cercano o incluso de una cantera donde se obtenía la materia prima. La presencia de materiales como el pedernal y el jaspe, que no son autóctonos de la zona y proceden probablemente de afloramientos en Virginia, evidencia una red de intercambio a larga distancia.

El hogar de piedra y los fragmentos cerámicos revelan también aspectos cotidianos: reuniones alrededor del fuego, preparación de alimentos, fabricación de utensilios y, quizá, la transmisión oral de historias y conocimientos entre generaciones.

Resiliencia frente a un entorno cambiante

Uno de los aspectos más significativos que la directora del proyecto ha destacado es la continuidad en el uso del paisaje. A pesar de que las condiciones ambientales han variado con el paso de los siglos, los seres humanos han vuelto una y otra vez a este mismo lugar. La topografía y la calidad del suelo siguen siendo factores determinantes para quienes viven y trabajan allí en la actualidad, del mismo modo que lo fueron para las comunidades prehistóricas.

La excavación se desarrolló en un contexto marcado por las secuelas del huracán Helene, que afectó a otras áreas de investigación arqueológica en la cuenca del río New. Este hecho llevó al equipo a replantear su campaña de campo, poniendo el foco en un sitio que no solo ofrecía potencial arqueológico, sino también un ejemplo tangible de cómo las sociedades del pasado enfrentaron —y superaron— desafíos ambientales.

En la finca Blackburn Vannoy, en el condado de Ashe, la arqueóloga Alice Wright y su equipo de estudiantes localizaron un hogar de piedra que aporta pistas sobre la vida de las comunidades ancestrales en las montañas
En la finca Blackburn Vannoy, en el condado de Ashe, la arqueóloga Alice Wright y su equipo de estudiantes localizaron un hogar de piedra que aporta pistas sobre la vida de las comunidades ancestrales en las montañas. Foto: Chase Reynolds

Formación y ciencia de primera mano

Más allá del descubrimiento en sí, la campaña ha sido una oportunidad formativa para una docena de estudiantes de antropología. Bajo supervisión profesional, aprendieron a delimitar y excavar yacimientos, a registrar meticulosamente cada hallazgo y a emplear técnicas de cribado para recuperar incluso los fragmentos más pequeños.

El trabajo no concluye con la excavación. Las piezas recuperadas serán analizadas en laboratorio para determinar su procedencia, uso y cronología exacta. Los resultados se incorporarán a una base de datos más amplia que Wright y su equipo han ido elaborando a partir de investigaciones previas, incluyendo el estudio de colecciones procedentes del “Blue Ridge Project” de los años setenta, cuando se documentaron más de un centenar de yacimientos en la región ante la amenaza de que fueran inundados por dos represas hidroeléctricas que nunca llegaron a construirse.

Tecnología para reescribir la historia

De cara al futuro, el equipo planea regresar a algunos de esos antiguos yacimientos utilizando tecnología no invasiva como el radar de penetración terrestre y los magnetómetros. Estos instrumentos permiten detectar restos arqueológicos ocultos bajo la superficie sin necesidad de excavar, una ventaja crucial para preservar la integridad de los sitios y obtener información de áreas más amplias.

Cada nuevo dato contribuirá a completar un mosaico histórico todavía incompleto. Por ejemplo, cómo se desplazaban las comunidades indígenas, cómo interactuaban entre sí y con su entorno, y de qué forma respondían a los cambios climáticos, económicos y sociales a lo largo de miles de años.

El hallazgo de la finca Blackburn Vannoy no es solo una excavación más. Es un recordatorio de que, bajo nuestros pies, el paisaje conserva las huellas de quienes nos precedieron y que, en muchos casos, seguimos habitando y aprovechando los mismos lugares que ellos eligieron hace milenios. Entre la tierra removida por la azada y los surcos del arado, las piedras talladas y las vasijas rotas siguen contando historias de resiliencia, adaptación y continuidad.

Recomendamos en