Un estudio pionero demuestra que los osos convivieron con humanos en Mesopotamia durante milenios

¿Hubo osos en Mesopotamia? Una nueva investigación reconstruye la relevancia cultural de este imponente animal en el Próximo Oriente antiguo.
Oso pardo sirio
Recreación fantasiosa. Fuente: Midjourney/Erica Couto. Imagen de un oso pardo sirio. Fuente: Wikimedia - Osos en Mesopotamia

Hay ciertos animales que asociamos a la cultura mesopotámica. Las ovejas, por ejemplo, que contribuyeron a mantener un economía estable durante milenios. Los caballos, que hicieron del ejército asirio una potencia. Incluso los feroces leones, representados en los relieves de los palacios de la realeza. Es muy probable, sin embargo, que el oso no figure en esa lista. Durante siglos, los estudios sobre la fauna en la antigua Mesopotamia se han centrado en animales como los leones, los toros o ciertas aves exóticas, considerados elementos clave en el imaginario simbólico y político del Próximo Oriente antiguo.

Sin embargo, un reciente estudio académico, firmado por Lorenzo Verderame y publicado en la revista Ash-sharq, demuestra de forma concluyente que el oso no solo era conocido en Mesopotamia, sino que desempeñó un papel relevante en múltiples contextos culturales, simbólicos y administrativos. A través de un minucioso análisis de las fuentes textuales, arqueozoológicas e iconográficas, el autor reconstruye por primera vez una historia integral del oso en la cultura mesopotámica.

Oso en Mesopotamia
Recreación fantasiosa. Fuente: Midjourney/Erica Couto

Escribiendo sobre los osos: las evidencias filológicas y terminológicas

El estudio tomar como punto de partida los términos usados para designar al oso en la lengua sumeria y acadia. Así, el nombre más frecuente que aparece en la documentación es aza₃ en sumerio, equivalente al acadio asu. Ambos términos aparecen, ya desde época temprana, en las listas lexicales, los nombres propios y la literatura. La etimología de ambos términos podría estar vinculada con raíces indoeuropeas como el griego arktos o el latín ursus. En paralelo, se atestigua un segundo término acadio, dabû (femenino dabītu), de probable raíz semítica, que coexistió con asu al menos desdeel tercer milenio a.C.

Las listas lexicales desde el periodo Dinástico arcaico hasta el periodo neoasirio (esto es, desde el 2900 a.C. al 600 a.C., aproximadamente) registran con notable regularidad la figura del oso. En Ebla, los escribas emplearon tanto asu como dabû, lo que confirma la existencia de dos tradiciones semánticas paralelas. Esta coexistencia también se observa en los textos bilingües de época posterior, lo que sugiere que el oso era un animal conocido, aunque ciertamente no ubicuo, en la región.

Estandarte de Ur
Estandarte de Ur. Fuente: The Trustees of the British Museum

"Oso" como nombre propio

Uno de los indicios más consistentes de la familiaridad mesopotámica con el oso es su presencia en la onomástica. Desde el periodo de Uruk hasta el periodo de Ur III, el nombre Aza aparece con regularidad como antropónimo masculino, e incluso como componente de nombres compuestos, como Aza-ama o Lu₂-aza. En estos casos, el nombre del oso se emplea probablemente con un valor simbólico, quizá ligado a la fuerza o la ferocidad del animal. En época neosumeria (ca. 2100-2000 a.C.) también se documentan variantes como Aza-am₃ ("Él es un oso") o Aza-ĝu₁₀ ("Mi oso"), lo que refuerza su uso como epíteto personal.

Evidencias literarias: proverbios y mitos

Aunque el oso no ocupe un gran protagonismo en la mitología mesopotámica, su presencia en la literatura sapiencial (esto es, composiciones que transmiten enseñanzas) y en los proverbios sumerios resulta reveladora. Un ejemplo notable es el dicho: ¡Alejad de nosotros ese oso! Por eso, ha ido a las montañas”, que expresa una lógica paradójica: evitar un peligro (escaparse del oso) puede implicar enfrentarse a otro mayor (acabar en las montañas, donce acechan mil alimañas).

Además, en composiciones como el texto sumerio Enlil y Sud, el oso aparece como parte de una ofrenda de animales salvajes enviada como regalo de compromiso. Este dato sugiere que los osos se estimaban bienes valiosos e incluso como trofeos exóticos procedentes de regiones montañosas.

Amuleto de un oso
Recreación fantasiosa. Fuente: Midjourney/Erica Couto

Los osos en contextos rituales, espectáculos y menagerías

El estudio de Verderame presta especial atención a los centenares de menciones a osos que aparecen en las fuentes administrativas de los archivos de la ciudad de Puzriš-Dagān, durante la Tercera Dinastía de Ur (ca. 2100-2000 a.C.). Estos textos registran la entrega de osos como tributo y se proporcionan datos, además, sobre su alimentación, su traslado a distintas ciudades y su participación en espectáculos y rituales.

Aunque no se ha conservado ninguna representación explícita de peleas con osos, algunos documentos mencionan su uso por parte de bufones o acróbatas, lo que sugiere que, en Mesopotamia, quizás se entrenó y domesticó, en parte, a estos animales. Los osos, además, también podían formar parte de las menagerías o "casas de fieras", una suerte de zoológicos con animales salvajes o exóticos para deleite del soberano.

Asimismo, la documentación apunta a que se consumió carne de oso en ciertos contextos rituales o cortesanos. Esta práctica, sin embargo, no parece haber sido común ni generalizada.

Iconografía y arte

En la iconografía mesopotámica, el oso aparece en algunas escenas de naturaleza musical o ritual, como en la célebre lira decorada hallada en el cementerio real de Ur, donde un oso erguido sostiene un instrumento tocado por un asno. Este tipo de representaciones zoomórficas humanizadas, típicas del periodo dinástico arcaico, sugieren una familiaridad lúdica con el animal.

También se han hallado figurillas de piedra o arcilla —como las de Tell Brak o Jemdet Nasr— que representan osos sentados, arrodillados o en actitud de ofrecer algo, a veces con rasgos humanoides. Estas figuras, aunque enigmáticas, podrían haber tenido una función votiva o ritual.

Oso junto a una muralla
Recreación fantasiosa. Fuente: Midjourney/Erica Couto

¿Había osos en el paisaje mesopotámico?

Aunque no se han hallado restos arqueozoológicos de osos en el sur de Mesopotamia, sí existen evidencias fósiles en regiones limítrofes. En el norte de Irak, Anatolia, Siria o Irán, habitaron variedades de Ursus arctos y su subespecie siria, el Ursus arctos syriacus. Es probable que estos animales hubiesen llegado a Mesopotamia como parte de expediciones de caza, tributos o a través de redes comerciales desde regiones montañosas como el Zagros, el Taurus o el Líbano.

Los textos de época neosumeria, por ejemplo, indican que la ciudad de Dēr, en las estribaciones orientales, fue uno de los principales lugares de origen de los osos registrados en el sur mesopotámico. En este sentido, el oso se percibía como un animal exótico y prestigioso. Sin ser autóctono en Mesopotamia, estaba presente en el ecosistema cultural mesopotámico.

Oso y rey
Recreación fantasiosa. Fuente: Midjourney/Erica Couto

Ambigüedades terminológicas: ¿oso, hipopótamo o cocodrilo?

Uno de los debates más interesantes que plantea el estudio de Verderame concierne la ambigüedad de ciertos términos como el acadio dabû o el sumerio dam-šah, que en algunas listas lexicales parecen referirse también al hipopótamo o incluso al cocodrilo, animales desconocidos o mal diferenciados por los escribas mesopotámicos. Sin embargo, Verderame demuestra que, en muchos casos, el contexto, la iconografía y la procedencia geográfica permiten identificar con seguridad que se trataba de osos, sobre todo en proverbios y listas de animales exóticos procedentes de Marhaši o Meluhha.

Osos en Mesopotamia: una certeza

Gracias a este trabajo pionero, podemos afirmar con seguridad que los osos formaban parte del imaginario, la vida cotidiana y la cultura material de la antigua Mesopotamia, en calidad de animales importados, exóticos y de alto valor. Estaban presentes en los nombres de personas, la literatura, los registros administrativos, los objetos votivos y los contextos ceremoniales. Aunque no habitaron de forma natural en las llanuras del Éufrates y el Tigris, su presencia fue constante en las prácticas sociales, rituales y simbólicas de las grandes civilizaciones mesopotámicas.

Así, este estudio no solo llena un vacío historiográfico, sino que obliga a repensar la relación entre los mesopotámicos y el mundo animal, al tiempo que restituye al oso un lugar legítimo en la historia cultural del Próximo Oriente antiguo.

Referencias

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