“Me temblaban las manos”: aficionados descubren una cabeza de cuervo de oro de hace 1.300 años vinculada a un culto secreto a Odín

Un objeto de oro macizo con forma de cuervo ha sido descubierto en Inglaterra: podría reescribir lo que sabemos sobre la conexión entre anglosajones y la mitología nórdica.
Recreación artística de cómo pudo lucir la cabeza de cuervo
Recreación artística de cómo pudo lucir la cabeza de cuervo en su estado original hace 1.300 años, reluciente y ricamente decorada. Esta imagen es una representación idealizada basada en el diseño real. Foto: ChatGPT-4o/Christian Pérez

En los campos tranquilos del suroeste de Inglaterra, donde siglos de historia duermen bajo capas de tierra, un hallazgo extraordinario ha desenterrado un fragmento del pasado con ecos mitológicos. Se trata de una cabeza de cuervo forjada en oro, con un ojo engastado en granate rojo. El descubrimiento, realizado por dos detectoristas británicos, Paul Gould y Chris Phillips, ha captado la atención de arqueólogos, historiadores y mitólogos por igual. La pieza, vinculada simbólicamente al dios Odín, plantea nuevas preguntas sobre los contactos entre los pueblos germánicos, sus creencias y las migraciones que moldearon las islas británicas en los albores de la Edad Media.

El hallazgo fue comunicado a través de una nota de prensa y documentado en video, lo que permitió comprobar su autenticidad casi de inmediato. La pieza, de unos 7 cm y con un peso cercano a los 56 gramos, fue encontrada el pasado 8 de enero de 2025 durante una jornada de exploración con detectores de metales. La cabeza de cuervo, de oro sólido y ornamentada con un ojo de granate, ha sido datada en torno al siglo VII d.C., un período en que las islas británicas se encontraban en plena efervescencia cultural, política y religiosa.

El cuervo de oro y la sombra de Odín

Aunque visualmente deslumbrante, lo que hace a este objeto aún más fascinante es su conexión simbólica con el dios Odín (o Woden, en su forma anglosajona). Según la mitología nórdica, Odín era acompañado por dos cuervos, Huginn (pensamiento) y Muninn (memoria), que volaban por el mundo para traerle información. La figura del cuervo, por tanto, no era meramente ornamental: encarnaba la sabiduría, el poder de lo oculto, el conocimiento obtenido a través del sacrificio.

Que este símbolo haya aparecido en suelo inglés, en el contexto de una pieza anglosajona, sugiere algo más que una coincidencia artística. Estamos ante un testimonio tangible de cómo las creencias germánicas y escandinavas estaban ya presentes, al menos simbólicamente, en la Inglaterra del siglo VII. Esto nos lleva a considerar con mayor profundidad las relaciones entre los anglosajones —pueblos germánicos que emigraron a Britania tras la caída del Imperio romano— y las posteriores influencias vikingas que llegarían en los siglos siguientes.

Además, el hecho de que la pieza conserve solo un ojo de granate ha sido interpretado como una posible alusión al sacrificio que Odín hizo de uno de sus ojos para obtener sabiduría. No se puede afirmar con certeza si el diseño fue intencional o si se trata de un daño posterior, pero la coincidencia es intrigante.

Así apareció la cabeza de cuervo dorada cuando fue descubierta por los detectoristas en un campo del suroeste de Inglaterra, parcialmente enterrada y cubierta de tierra tras siglos bajo el suelo
Así apareció la cabeza de cuervo dorada cuando fue descubierta por los detectoristas en un campo del suroeste de Inglaterra, parcialmente enterrada y cubierta de tierra tras siglos bajo el suelo. Fuente: YouTube

Anglo-Sajones, escandinavos y sincretismo religioso

Durante el siglo VII, Inglaterra era un mosaico de reinos anglosajones aún no unificados, pero ya profundamente inmersos en procesos de cristianización. Sin embargo, muchas creencias paganas pervivieron e incluso se entrelazaron con los nuevos relatos cristianos. La figura de Woden, por ejemplo, se mantuvo viva en genealogías reales como ancestro mitológico de los reyes, aunque disfrazado bajo una pátina de legitimidad cristiana.

Este tipo de hallazgos permiten observar cómo las fronteras religiosas y culturales eran más permeables de lo que solemos imaginar. En un mundo en el que las noticias viajaban a través de comerciantes, migrantes y guerreros, los símbolos y creencias también cruzaban fronteras. El oro, como metal sagrado y símbolo de estatus, se convertía así en un soporte ideal para transmitir no solo riqueza, sino también significado espiritual y político.

La cabeza de cuervo pudo haber sido parte de una joya más grande, un broche, una empuñadura ceremonial o incluso un adorno de un estandarte. Su forma no parece corresponder a un objeto de uso común, sino a una pieza singular, tal vez destinada a alguien de alto rango. Los expertos especulan que podría haber pertenecido a un caudillo tribal, un sacerdote o incluso a un miembro de una élite militar con influencias escandinavas.

El auge de los buscadores de tesoros: un nuevo capítulo para la arqueología

Más allá del valor simbólico del objeto, este hallazgo destaca también por la forma en que fue descubierto: gracias a la labor de aficionados organizados. Los detectoristas Paul Gould y Chris Phillips son miembros del Ninth Region Metal Detecting Group, una comunidad que representa un nuevo fenómeno arqueológico en el Reino Unido. Lejos de los viejos estereotipos del cazatesoros, estos grupos trabajan en colaboración con autoridades locales y museos, deteniéndose inmediatamente ante la posibilidad de un hallazgo de relevancia nacional, como ocurrió en este caso.

De hecho, tras encontrar el objeto, los detectoristas se abstuvieron de seguir explorando el área y notificaron a los responsables oficiales. Esa decisión, más allá de mostrar ética arqueológica, podría haber salvaguardado un yacimiento potencialmente clave para entender una etapa aún poco explorada de la Inglaterra anglosajona.

El detectorismo moderno, favorecido por los avances tecnológicos y una creciente conciencia histórica, está transformando la arqueología tradicional. Si en el pasado los grandes descubrimientos eran monopolio de expediciones académicas, hoy muchas piezas clave están siendo recuperadas por ciudadanos que actúan como exploradores del pasado. El caso de la cabeza de cuervo se une a otros hallazgos recientes, como los tesoros de Staffordshire o el anillo anglosajón hallado ese mismo día por los mismos detectoristas.

La pieza tras su limpieza inicial: se observa con mayor claridad la intrincada decoración de escamas y el ojo engastado en granate, lo que confirma su manufactura exquisita y simbolismo ritual
La pieza tras su limpieza inicial: se observa con mayor claridad la intrincada decoración de escamas y el ojo engastado en granate, lo que confirma su manufactura exquisita y simbolismo ritual. Fuente: YouTube

Una ventana al misterio: preguntas que aún buscan respuesta

Lo más fascinante de este hallazgo, quizá, no sea el objeto en sí, sino las preguntas que plantea. ¿Cómo llegó un símbolo de Odín al suroeste de Inglaterra en pleno siglo VII? ¿Formaba parte de una red de intercambio con pueblos escandinavos? ¿Era una reliquia de prestigio intercultural, o el testimonio de una comunidad con creencias sincréticas?

Este tipo de objetos rompen los esquemas rígidos con los que a veces abordamos la historia. Nos recuerdan que las identidades culturales son híbridas, que la historia está llena de intersecciones y que los mitos no pertenecen a un solo pueblo, sino que viajan, se adaptan y sobreviven en nuevas formas. Hoy, esta pequeña cabeza dorada reposa bajo estudio en el British Museum, pero su verdadero valor reside en cómo ilumina un rincón olvidado de nuestro pasado compartido.

A través de un simple objeto, emergido de la tierra por manos civiles pero con mirada histórica, comprendemos mejor cómo la memoria, el poder y la fe se entrelazaban en los objetos del pasado. Y cómo aún hoy, al desenterrarlos, esos símbolos siguen hablándonos.

El hallazgo fue recogido en Popular Mechanics.

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