A las afueras del pequeño pueblo francés de Creuzier-le-Neuf, en la región de Auvernia, una excavación arqueológica preventiva previa a la ampliación de una zona industrial ha cambiado para siempre lo que se sabía sobre las comunidades celtas del centro de la actual Francia. En 2022, los arqueólogos del Instituto Nacional de Investigaciones Arqueológicas Preventivas (Inrap) descubrieron una necrópolis del segundo periodo de la Edad del Hierro —conocido como La Tène media— que, aunque carente de restos óseos por la acidez del suelo, ha revelado uno de los conjuntos funerarios más singulares del continente europeo.
Oculta bajo una superficie de más de 650 metros cuadrados, delimitada por un foso y organizada de forma cuadrangular, la necrópolis albergaba más de un centenar de tumbas. Se cree que perteneció a comunidades situadas en la confluencia de los territorios de los Arvernos, los Eduos y los Bituriges, tres pueblos celtas clave en la historia de la antigua Galia.
Lo más desconcertante no fue solo la ausencia total de esqueletos, sino la calidad y conservación de los objetos metálicos enterrados junto a los difuntos. Entre las joyas, fibulas (broches), vasijas ceremoniales y otros ornamentos, emergieron dos espadas completas, aún protegidas por sus fundas, que han dejado sin aliento a los especialistas.
Dos espadas intactas tras más de dos milenios
De entre todas las sepulturas registradas, dos destacan por el contenido excepcional que ocultaban bajo capas de tierra y oxidación. En la tumba catalogada como número 782 apareció la pieza más espectacular de todo el yacimiento: una espada corta de hoja apuntada, con empuñadura de antenas y una vaina decorada con volutas, círculos y pequeños cabujones —algunos de ellos con detalles de svásticas y, posiblemente, incrustaciones de pasta vítrea—. Radiografías posteriores desvelaron incluso detalles decorativos en la propia hoja, como un disco solar y una luna creciente separados por una línea. Todo apunta a una fabricación en los inicios del siglo IV a.C., en pleno esplendor celta.

La segunda espada, hallada en la tumba 990, ofrece un contraste igual de revelador. Sin adornos exuberantes, destaca por su sobriedad: una vaina con apenas un par de “ojos” decorativos en la parte superior y los anillos de suspensión que permitían llevarla al cinturón. Fragmentos de tela quedaron atrapados entre los restos metálicos, una rareza en contextos tan antiguos, que podrían pertenecer a la vestimenta del fallecido, a un sudario o incluso a un estuche ceremonial.
Ambas armas, más allá de su valor arqueológico, revelan un mundo donde la identidad guerrera y el simbolismo desempeñaban un papel esencial en los rituales funerarios. La riqueza decorativa, el detalle técnico y el estado de conservación las sitúan entre las espadas de la Edad del Hierro mejor preservadas de Europa.
Sin esqueletos, pero con joyas: la otra riqueza del yacimiento
El terreno ácido del lugar impidió que los restos humanos se conservaran, imposibilitando estudios antropológicos. Pero los ajuares funerarios han compensado esa pérdida con creces. Casi la mitad de las tumbas analizadas contenían objetos de metal, especialmente pulseras de bronce, en solitario o por pares, algunas muy sencillas —simples varillas enrolladas— y otras con elaborados motivos curvilíneos y ocelares (círculos decorativos) grabados con extrema precisión.

Uno de los hallazgos más notables fue una pareja de brazaletes con decoración simétrica, descubierta en una tumba que aún conservaba su disposición original. El nivel de detalle, desde los cierres ocultos hasta las formas geométricas, denota un conocimiento metalúrgico avanzado y una sensibilidad artística notable en las sociedades celtas de la región.
A estos objetos se suman 18 fibulas de hierro y aleaciones de cobre, usadas para sujetar prendas, todas ellas afectadas por la corrosión tras siglos enterradas. Gracias al trabajo minucioso del laboratorio de conservación del CREAM en Vienne, varias pudieron ser restauradas. Una en particular, decorada con un cabujón y motivos en plata repujada, se ha datado en la transición entre los siglos IV y III a.C., y presenta un diseño que recuerda a los brazaletes hallados, lo que sugiere una coherencia estética en los atuendos funerarios.

Un cementerio que revela jerarquías y creencias
La disposición del espacio funerario, su estructura cuadrangular y la orientación uniforme de las tumbas (de norte a sur en su mayoría), así como la diversidad y calidad de los objetos depositados, revelan una planificación ceremonial compleja. No se trataba de simples enterramientos, sino de un lugar con un profundo significado ritual, probablemente reservado a miembros destacados de la comunidad.
Aunque no se hayan encontrado evidencias escritas, el lenguaje simbólico de las espadas, brazaletes y vasijas habla de un universo ideológico en el que la muerte se concebía como una transición cargada de prestigio. La espada no era solo un arma: era un símbolo de estatus, de pertenencia a una élite guerrera, quizás también con una dimensión espiritual.
La única cremación documentada en todo el recinto refuerza esta idea de excepción: junto a las cenizas, se encontró un pequeño vaso decorado con bandas rojas y negras y motivos repujados, testimonio de un cuidado ceremonial particular.

Un yacimiento clave para reescribir la historia celta
Creuzier-le-Neuf ha pasado de ser un nombre desconocido a convertirse en uno de los enclaves más reveladores para la arqueología de la Edad del Hierro en Europa occidental. Este descubrimiento no solo amplía el conocimiento sobre las costumbres funerarias de los pueblos celtas, sino que también proporciona pistas sobre su organización social, su tecnología metalúrgica y su universo simbólico.
A diferencia de otros yacimientos similares hallados en regiones como Borgoña o la Champaña, este destaca por el conjunto tan concentrado de piezas excepcionales, tanto por su conservación como por su diversidad estilística. Gracias a la intervención preventiva realizada antes del desarrollo urbanístico, hoy el mundo puede acceder a un fragmento único del pasado celta.
Las espadas de Creuzier-le-Neuf, junto a los objetos que las acompañan, son un legado tangible de una civilización que, aunque sin escritura propia, dejó una huella imborrable en el corazón de Europa. Y lo hizo, como tantas veces ocurre en la Historia, desde el silencio bajo tierra.
Referencias
- Institut national de recherches archéologiques préventives (INRAP). La nécropole celtique des Ancises à Creuzier-le-Neuf (Allier). Publicado el 15 de abril de 2025. Consultado el 22 de abril de 2025