La idea de que los etruscos hicieron de los sacrificios humanos una parte de su cultura ritual ha sido objeto de debate durante siglos. Los escritores griegos y romanos, a menudo partiendo de sesgos ideológicos, contribuyeron a forjar una imagen "bárbara" de esta civilización. Sin embargo, un nuevo estudio interdisciplinario publicado en Archaeological and Anthropological Sciences en 2025 podría reavivar esta discusión a partir de un hallazgo excepcional procedente de la ciudad etrusca de Kainua (actual Marzabotto, Italia). El análisis de un entierro perinatal hallado junto al muro sagrado del templo de Uni ofrece nuevas evidencias para considerar que los etruscos pudieron haber practicaron, al menos de forma ocasional, sacrificios humanos con fines rituales.
El contexto arqueológico: Kainua y el templo de Uni
La antigua ciudad de Kainua, situada en la Etruria padana, es uno de los yacimientos mejor conservados del mundo etrusco. Sus restos urbanísticos muestran una planificación rigurosa basada en los principios geométricos y astronómicos, en consonancia con la etrusca disciplina, essto es, el conjunto de normas religiosas y adivinatorias que regía la vida pública.
En el área sagrada de la ciudad, se encontraba el templo tuscánico dedicado a Uni, divinidad etrusca equivalente a la diosa Juno. Es en este lugar, en el curso de una serie de excavaciones recientes, donde se descubrió un esqueleto perinatal enterrado en una zanja junto al muro del temenos o recinto sagrado, en asociación con otros elementos rituales.

Un entierro que plantea interrogantes
El estudio, realizado por un equipo multidisciplinario liderado por Valentina Mariotti y Maria Giovanna Belcastro, se basa en el análisis minucioso de los restos óseos. Según los resultados de la datación por radiocarbono y el análisis osteológico, el esqueleto pertenecía a un varón, probablemente nacido a término (38-40 semanas de gestación) entre los siglos VI y IV a. C.
El contexto del hallazgo sugiere un posible rito fundacional. El bebé se enterró en la base del muro del temenos durante la fase de construcción del recinto. Se rodeó, además, de materiales rituales, pero no se incluyó ajuar funerario. Entre los objetos asociados, se identificaron fragmentos de cerámica con inscripciones dedicadas a la diosa Vei (asociada a la fertilidad y la muerte), restos de olivo y carbón.
Evidencias de tratamiento ritual del cuerpo
Uno de los aspectos más reveladores del estudio procede de la identificación de marcas perimortem en los huesos largos del infante, compatibles con el uso de instrumentos cortantes. Estas marcas, que incluyen cortes, raspaduras y desprendimientos de láminas óseas, sugieren un proceso de desollamiento o descarne ritual, aunque no hay indicios de desmembramiento ni fracturas que indiquen el asesinato intencional del bebé.
El equipo de investigación ha propuesto que el cuerpo se limpió con cuidado de los tejido blandos como parte de una ceremonia religiosa, quizás relacionada con un sacrificio fundacional. En algunas culturas antiguas, este tipo de rito consistía en enterrar a una víctima, ya fuera animal o humana, en los cimientos de una construcción sagrada para protegerla y consagrarla.

Interpretaciones alternativas
A pesar de la hipótesis del sacrificio, los autores han reconocido que no puede determinarse la causa exacta de la muerte. Por tanto, han planteado tres escenarios plausibles. Por un lado, se ha propuesto la muerte natural: el niño podría haber nacido muerto o haber fallecido poco después del parto. El enterramiento junto al templo se explicaría como una forma de colocaarlo bajo la tutela de las divinidades Uni y Vei.
Una segunda hipótesis apunta a la extracción quirúrgica (embriotomía). El cuerpo del infante se habría recuperado, quizás, tras recurrir a un procedimiento para salvar a la madre. Como tercera posibilidad, los investigadores sostienen la posbilidad, ya mencionada, del sacrificio ritual intencional. Así, el infante se habría matado de forma deliberada como parte de un rito religioso para consagrar el templo. Aunque no se ha confirmado ninguna hipótesis con certeza absoluta, las marcas óseas, la ubicación del entierro y su asociación con materiales rituales hacen que la tercera opción resulte plausible.

El simbolismo del lugar y del individuo
El hecho de que el esqueleto se encontrara alineado con el muro sagrado y en posición anatómica sugiere que se depositó siguiendo un patrón premeditado. Además, el lugar donde se halló el cuerpo —una zanja próxima a un muro, considerada un espacio liminal— coincide con otros ejemplos de entierros infantiles rituales en el Mediterráneo antiguo.
En la mentalidad religiosa etrusca, como sucede en otros pueblos de la antigüedad, los recién nacidos no se consideraban plenamente integrados en la comunidad de los vivos. Esta condición liminal los convertía en intermediarios ideales entre el mundo humano y el divino.
El estudio compara el caso de Kainua con otros hallazgos similares, como el de Orvieto, donde tres bebés se enterraron alrededor de un templo en el siglo IV a. C. También se citan enterramientos infantiles en los hogares o bajo muros, quizás con fines de protección o fertilidad.

El valor antropológico del hallazgo
La investigación aporta también datos importantes sobre las prácticas funerarias de la infancia en el mundo etrusco. Puesto que las sepulturas de neonatos y niños pequeños están significativamente infrarrepresentadas en las necrópolis, se sugiere que los infantes se enterraban en lugares especiales, fuera de los cementerios comunes.
Además, el análisis genético del individuo, aunque limitado por la baja cantidad de ADN endógeno, determinó que pertenecía al linaje mitocondrial U5a1g, típico de Europa occidental desde el Mesolítico. El perfil genético, por tanto, lo sitúa dentro de la variabilidad de las poblaciones etruscas del centro y sur de Italia, lo que respalda su origen local.

¿Un sacrificio humano documentado?
Aunque los autores insisten en la necesidad de encontrar más casos comparables para poder afirmar que se trataba de una práctica sistemática, este estudio proporciona una de las pruebas más sólidas hasta la fecha de un posible sacrificio humano en el contexto religioso etrusco.
Hasta ahora, los indicios que apuntaban a posibles sacrificios humanos etruscos provenían de Tarquinia, donde varios entierros de niños se interpretaron como posibles víctimas rituales, aunque sin pruebas osteológicas concluyentes. En cambio, el caso de Kainua reúne múltiples tipos de evidencias —arqueológicas, bioantropológicas y contextuales— que apuntan con más claridad hacia una acción ritual deliberada.
El hallazgo de un infante enterrado en el templo de Uni en Marzabotto y las lesiones observadas en sus huesos, por tanto, sugieren que los etruscos pudieron practicar sacrificios humanos en ciertos contextos religiosos, en particular, durante ritos fundacionales. Aunque la hipótesis no puede confirmarse sin reservas, este estudio representa un avance importante en el conocimiento de las creencias funerarias y religiosas de esta antigua civilización.
Referencias
- Mariotti, V., Tanganelli, V., Morigi, M. P. et al. 2025. "An integrated archaeological and anthropological approach to investigating human sacrifice among Etruscans". Archaeological and Anthropological Sciences, 17: 141. DOI: https://doi.org/10.1007/s12520-025-02256-w