Estas eran las mascotas favoritas de los aristócratas y la gente común durante el Imperio bizantino

Descubre cómo los animales de compañía formaron parte de la vida cotidiana en el Imperio bizantino y los lazos afectivos que establecieron con sus dueños.
Mascotas bizantinas
Recreación fantasiosa de un noble con su mascota. Fuente: Midjourney/Erica Couto - Los animales exóticos, como los monos y los loros, eran muy apreciados por las elites bizantinas.

Aunque lleven milenios acompañándonos, los animales de compañía y su historia rara vez ocupan un lugar central en el estudio de las civilizaciones antiguas. Por suerte, algunos estudios recientes han intentado paliar esta tendencia para ofrecernos una mirada cercana a la relación entre seres humanos y mascotas a lo largo de los siglos. Tal es el caso del Imperio bizantino (395-1453 d.C.). A través de las fuentes literarias, legales, arqueológicas y artísticas, es posible reconstruir el papel que los animales domésticos jugaron en la cultura bizantina, no solo como elementos integrados en la producción económica, sino también como seres con quienes se establecían profundos lazos afectivos. Desde gatos y perros hasta aves exóticas y monos, el abanico de animales queridos por los bizantinos refleja tanto las continuidades con el mundo romano como las adaptaciones culturales propias.

Entre lo doméstico y lo simbólico: el perro en Bizancio

Los perros fueron, sin duda, una de las mascotas más comunes en Bizancio. A diferencia de épocas anteriores, en las que su valor se ligaba, sobre todo, a la caza o la vigilancia, en el período bizantino los perros también fueron reconocidos como animales de compañía emocional. Las fuentes literarias los mencionan con frecuencia en contextos domésticos y afectivos.

En particular, los pequeños perros de compañía gozaron de gran estima entre las clases altas. El escritor del siglo XII Teodoro Prodromos describe con ternura a estos canes como criaturas mimadas, en especial por las mujeres nobles. Por otro lado, la iconografía bizantina solía incluir con frecuencia en sus representaciones imágenes de perros al lado de sus dueños, un detalle revelador de su papel dentro del hogar. También hubo perros dedicados a funciones más prácticas, como la protección del ganado, pero incluso estos animales solían recibir las atenciones de sus dueños.

Adán poniendo nombre a los animales
Adán nombrado a los animales, Monasterio de San Nicolás, Meteora. Fuente: Wikimedia

Gatos: de guardianes de los graneros a mascotas mimadas

Aunque, en un principio, los gatos se valoraron en el ámbito doméstico por su capacidad para cazar roedores, con el tiempo pasaron a ocupar un lugar más íntimo en los hogares bizantinos. En ciudades como Constantinopla, donde los problemas de higiene y almacenamiento eran constantes, la presencia de los gatos ayudaba a limitar los efectos de las plagas. Con todo, estos mininos también recibieron afecto y cuidados por parte de sus dueños.

Las fuentes visuales bizantinas suelen mostrar a los gatos acurrucados en espacios interiores o interactuando con personas, lo que sugiere que su rol superó lo utilitario para convertirse en parte del tejido afectivo doméstico. Los monjes y religiosos también los apreciaban: hay testimonios de gatos presentes en monasterios, lo que confirma que incluso en los entornos religiosos se les aceptaba como compañeros de los quehaceres cotidianos.

Gatitos
Gatos. Fuente: Pixabay

Pájaros cantores y exóticos: el deleite de los sentidos

Las aves ocuparon un lugar privilegiado entre las mascotas de la aristocracia bizantina. El ruiseñor, el mirlo y el jilguero fueron especies comunes en las casas nobles, donde se apreciaba su canto melodioso. El placer estético y sensorial que proporcionaban estas aves refleja una dimensión refinada del gusto bizantino por la belleza y la armonía.

Además de las aves autóctonas, también se tenían en gran valor las especies exóticas. Los loros, en especial, se traían desde regiones lejanas y se valoraban tanto por su plumaje colorido como por su capacidad de imitar la voz humana. La tenencia de aves exóticas funcionaba como un símbolo de estatus y cosmopolitismo, ya que era consecuencia de los amplios contactos comerciales del Imperio.

Un testimonio singular lo proporciona el emperador Constantino VII Porfirogéneta (905-959), quien ordenó la cría de aves ornamentales, como los pavos reales, en los jardines imperiales. Esta práctica no solo tenía un fin decorativo: reflejaba el ideal bizantino de la convivencia armoniosa entre naturaleza y cultura en los espacios del poder.

Perro de Cesarea Marítima
Perro representado en el mosaico bizantino de Cesarea Marítima, Israel, siglo VI d.C. Fuente: Carole Raddato/Wikimedia

Monos, ciervos y otros animales atípicos

Algunos bizantinos llevaron su gusto por las mascotas a extremos que hoy consideraríamos excéntricos. En determinados contextos aristocráticos, se documenta la tenencia de animales inusuales como monos, ciervos o incluso cabras domesticadas, criadas no con fines económicos, sino como objetos de entretenimiento.

Entre los casos más notorios, destaca el del filósofo Miguel Pselo (ca. 1018-1078), quien, en sus escritos, menciona la existencia de monos como animales domésticos en los círculos cortesanos. Si bien estos animales podían resultar difíciles de controlr, su exotismo ofrecía tanto un placer estético como una prueba tanglible de la capacidad económica de su dueño. La domesticación de animales salvajes representaba un gesto de poder, un intento de someter la naturaleza a la cultura.

También hay testimonios de ciervos mantenidos en jardines palaciegos o patios nobles, un fenómeno heredado del mundo romano, pero adaptado a los gustos bizantinos. Estas criaturas se valoraban por su gracia y rareza.

Pavo real, mosaico bizantinoo
Mosaico con pavo real, siglos III-IV d.C. Fuente: MET Museum

El lugar de las mascotas en el discurso cristiano

La relación entre humanos y animales domésticos no estuvo exenta de tensiones ideológicas. En un imperio profundamente cristiano, la Iglesia bizantina adoptó una postura ambivalente respecto a las mascotas. Por un lado, los animales se veían como criaturas de Dios y, en consecuencia, merecedoras de compasión. Por otro, el afecto excesivo hacia ellos podía interpretarse como una distracción de los objetivos espirituales o incluso una forma de lujo mundano.

Algunos Padres de la Iglesia criticaron abiertamente el gasto y el tiempo dedicados a mascotas, en especial en los círculos aristocráticos. Sin embargo, los textos hagiográficos y monásticos también contienen episodios en los que los animales acompañan a los santos o se convierten en instrumentos de milagros, lo que matiza la supuesta oposición entre religión y afecto animal. Uno de los casos más representativos en el ámbito eclesiástico alude a san Gerásimo del Jordán, a quien la tradición vincula con un león domesticado.

Ciervo en el bosque
Ciervo. Fuente: Pixabay

El lenguaje de las mascotas en el arte y la literatura

Una relación sentida entre humanos y animales

Las representaciones visuales y literarias de las mascotas en Bizancio ofrecen información relevante sobre la sensibilidad emocional de la época. Tanto los mosaicos como los manuscritos iluminados muestran escenas de la vida privada en las que animales pequeños, como perros o gatos, forman parte de la vida familiar. Estas imágenes transmitían ideales de convivencia, ternura y domesticidad.

En la literatura, en especial en los epigramas y las cartas privadas, abundan las referencias cariñosas a las mascotas fallecidas o extraviadas. Estos textos revelan que los bizantinos también experimentaban dolor ante su pérdida, en un vínculo comparable al que conocemos en la actualidad. Un epigrama conservado en el Palatino lamenta la muerte de un perrito con una ternura conmovedora: “Tú que te deslizabas bajo la mesa, tú que lamías las manos de tu ama, ¿dónde has ido ahora?”. Esta voz poética nos recuerda que el amor por los animales es una constante humana a lo largo de la historia.

Animales en Bizancio: una historia recuperada

La historia de las mascotas en el Imperio bizantino nos revela una sociedad donde los animales podían convertire en compañeros, objetos de afecto, símbolos de estatus y, a veces, incluso material para la reflexión espiritual. Desde los perros falderos de la nobleza hasta los gatos de los monasterios, los bizantinos compartieron sus vidas con los animales de una forma que nos resulta sorprendentemente familiar. Estudiar estos vínculos no solo enriquece nuestra comprensión de la vida cotidiana en Bizancio, sino que también nos conecta con una sensibilidad afectiva que sigue viva en nuestras propias relaciones con los animales.

Referencias

  • Marciniak, Przemysław. 2025. "Animals We Love: Pets and Companion Animals in Byzantium?·, en Przemysław Marciniak y Tristan Schmidt (eds.), The Routledge Handbook of Human-Animal Relations in the Byzantine World. Routledge.

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