Un nuevo análisis desmonta una creencia histórica sobre el lugar donde se pensaba que estaba enterrado el padre de Alejandro Magno

Un análisis científico acaba de derribar una teoría arqueológica de casi 50 años sobre la tumba real de Vergina y el padre de Alejandro Magno.
Un nuevo estudio cambia lo que sabíamos sobre la tumba del padre de Alejandro Magno
Un nuevo estudio cambia lo que sabíamos sobre la tumba del padre de Alejandro Magno. Foto: Istock/Wikimedia/Christian Pérez

Durante casi medio siglo, se creyó que la llamada “Tumba de Perséfone”, ubicada bajo el Gran Túmulo de Vergina en el norte de Grecia, albergaba los restos del mismísimo Filipo II, el padre de Alejandro Magno. Esta teoría, propuesta por el influyente arqueólogo Manolis Andronikos tras el descubrimiento de la tumba en 1977, alimentó libros, documentales y exposiciones. Sin embargo, un estudio publicado recientemente en el Journal of Archaeological Science pone fin a esta hipótesis con una contundencia difícil de ignorar.

Basado en una investigación multidisciplinar liderada por el arqueómetra griego Yannis Maniatis, y en colaboración con instituciones científicas de renombre internacional como el Max Planck Institute, la Universidad de Copenhague y la Universidad de Manchester, el análisis combina datación por radiocarbono, ADN antiguo, estudios isotópicos y osteología. Los resultados son claros: el esqueleto masculino principal de la Tumba I no corresponde a Filipo II, ni por la edad estimada al morir, ni por la cronología del entierro. Su fallecimiento se sitúa entre los años 388 y 356 a.C., al menos dos décadas antes del asesinato del rey macedonio en el 336 a.C.

El verdadero ocupante: un príncipe olvidado

La nota de prensa del equipo investigador detalla que el varón hallado tenía entre 25 y 35 años en el momento de su muerte y medía aproximadamente 1,67 metros. Acompañado por los restos de una mujer joven de entre 18 y 25 años, su enterramiento fue elaborado, dentro de una tumba decorada con frescos de altísima calidad que representan escenas mitológicas, entre ellas el célebre rapto de Perséfone. A pesar del saqueo sufrido en la Antigüedad, el estilo artístico y la arquitectura indican que se trataba de una figura de altísimo rango, probablemente un miembro de la realeza argeada, emparentado con Alejandro Magno.

Este hallazgo obliga a reescribir parte de lo que se creía sobre las tumbas reales de Vergina. Tumbas que, hasta ahora, se habían asociado a miembros clave de la familia de Alejandro: su padre Filipo II, su esposa Cleopatra, su hermanastro Filipo III y su hijo Alejandro IV. La Tumba I, sin embargo, se deslinda de esas identificaciones y presenta un nuevo enigma: ¿quién fue este joven noble enterrado con honores regios varias décadas antes del ascenso de Alejandro?

El análisis de isótopos de estroncio extraídos de los dientes del varón revela que no pasó su infancia en Vergina. Probablemente se crio en una región más occidental o meridional del mundo heleno, lo que sugiere un papel diplomático o militar en los vastos territorios del Reino de Macedonia. Esto refuerza la teoría de que se trataba de un miembro de alto rango de la dinastía Teménida, quizá un príncipe o heredero que no llegó al trono.

Los investigadores sostienen que los restos atribuidos durante años a Filipo II de Macedonia, padre de Alejandro Magno, en realidad no le pertenecen
Los investigadores sostienen que los restos atribuidos durante años a Filipo II de Macedonia, padre de Alejandro Magno, en realidad no le pertenecen. Aunque en estudios recientes se identificaron como los huesos de sus piernas, los autores del nuevo análisis aseguran que provienen de una excavación distinta y no tienen relación con la Tumba I. Foto: Journal of Archaelogical Science Reports (2025)

El misterio de los bebés romanos

Una de las revelaciones más inquietantes del estudio, y que ha pasado desapercibida en muchos titulares, es la aparición de restos óseos pertenecientes a al menos seis bebés. Estos pequeños huesos no guardan relación con los adultos enterrados. Los análisis revelan que datan de entre el 150 a.C. y el 130 d.C., lo que los sitúa en plena época romana, más de dos siglos después del entierro original.

¿Cómo llegaron allí? Los investigadores creen que los padres romanos, probablemente desesperados y dolidos por la muerte de sus recién nacidos, utilizaron una de las aberturas dejadas por los saqueadores galos del siglo III a.C. para acceder a la tumba y depositar allí los cuerpos. Esto convierte a la Tumba I no solo en un sepulcro real, sino también en un improvisado osario colectivo reutilizado durante generaciones, en un extraño giro ritual que mezcla lo regio con lo cotidiano.

El fraude del fémur "milagroso"

Uno de los episodios más polémicos que impulsaron la antigua identificación de la tumba con Filipo II fue la aparición de un fémur y una tibia soldados por una lesión, supuestamente provocada por una lanza, como la que se sabe que hirió a Filipo II en una batalla contra los Tribalos. Sin embargo, el estudio actual desmonta por completo esa evidencia. Estos huesos no se encontraban entre los originalmente registrados en la tumba y su procedencia resulta altamente dudosa. Incluso los propios arqueólogos que excavaron la tumba en 1977 y 1978 no los reconocen.

De hecho, la responsable actual del museo de Vergina se negó a aceptarlos en la colección oficial, considerándolos un añadido posterior sin valor científico atribuible a la tumba. Este episodio evidencia cómo, durante décadas, se forzaron interpretaciones para encajar la narrativa deseada, ignorando la falta de pruebas empíricas.

Según los investigadores, es probable que durante la época romana algunos padres utilizaran la tumba para depositar los cuerpos de sus hijos fallecidos, hasta dos siglos después del entierro original
Según los investigadores, es probable que durante la época romana algunos padres utilizaran la tumba para depositar los cuerpos de sus hijos fallecidos, hasta dos siglos después del entierro original. Foto: Yannis Maniatis, et al. (2025)

El enigma continúa: ¿dónde está Filipo II?

Con la exclusión definitiva de la Tumba I como lugar de descanso de Filipo II, la pregunta inevitable resurge: ¿dónde están entonces los restos del padre de Alejandro Magno?

La Tumba II, también ubicada en el Gran Túmulo, sigue siendo la candidata más probable. Contiene una cámara doble con dos sarcófagos dorados, uno masculino y otro femenino, además de un impresionante ajuar funerario. Pero incluso esta tumba ha sido objeto de intensos debates. Sin una secuencia clara de dataciones científicas y sin ADN fiable, el misterio sigue abierto.

A todo esto se suma el hecho de que el propio Alejandro Magno aún no ha sido encontrado. Su cuerpo, momificado y desviado de Macedonia hacia Egipto por Ptolomeo I, permanece desaparecido desde la Antigüedad. Las teorías lo sitúan en múltiples lugares, desde Alejandría hasta un monasterio del desierto egipcio, pasando incluso por la cripta bajo la Mezquita de Nabi Daniel, donde según la tradición islámica descansaría como un profeta. Las investigaciones recientes de arqueólogos como Christian de Vartavan sugieren que sus restos podrían haber sido ocultados deliberadamente tras la destrucción cristiana de monumentos paganos.

En el año 336 a.C., el rey Filipo II de Macedonia, padre de Alejandro Magno, fue asesinado junto a su esposa Cleopatra y su hijo recién nacido, en una conspiración orquestada por su anterior esposa, Olimpia. En la imagen: busto de Filipo II, monarca de Macedonia
En el año 336 a.C., el rey Filipo II de Macedonia, padre de Alejandro Magno, fue asesinado junto a su esposa Cleopatra y su hijo recién nacido, en una conspiración orquestada por su anterior esposa, Olimpia. En la imagen: busto de Filipo II, monarca de Macedonia. Foto: Richard Mortel

Una nueva etapa para la arqueología macedónica

Más allá de la intriga genealógica y las polémicas entre escuelas arqueológicas, este nuevo estudio marca un antes y un después en el uso de técnicas científicas aplicadas a contextos históricos de alto perfil. La datación por carbono 14, el ADN antiguo y los análisis isotópicos ofrecen una precisión que la arqueología tradicional, basada en estilos artísticos y hallazgos materiales, no puede igualar por sí sola.

El trabajo del equipo de Maniatis no solo resuelve un error de identificación histórica que perduró por décadas, sino que demuestra el poder de la ciencia para corregir la narrativa, aunque ello implique derribar mitos arraigados. La Tumba I deja de ser el supuesto mausoleo del gran Filipo II para transformarse en un espacio de investigación abierta, donde los restos de un misterioso noble siguen esperando su verdadero nombre.

Referencias

  • Maniatis Y, Drosou K, Orbegozo MI, et al. New scientific evidence for the history and occupants of tomb I (“Tomb of Persephone”) in the Great Tumulus at Vergina. J Archaeol Sci. 2025;179:106234. doi:10.1016/j.jas.2025.106234

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