Hay personas que van a los museos con un interés por el detalle técnico, por la pincelada, por la luz, por la época. Otras se detienen simplemente porque una imagen las conmueve. Lo que tienen en común es una certeza: esa obra es el resultado de una mano humana. Pero, ¿y si no lo fuera del todo? ¿Y si un algoritmo cuántico decidiera cómo se debe ver un cuadro de Caravaggio? No con filtros ni efectos digitales, sino con lógica matemática pura, probabilística, ejecutada en un ordenador que no se comporta como los convencionales.
Un equipo internacional de investigadores ha llevado esta pregunta al límite. En su trabajo Quantum computing inspired paintings: reinterpreting classical masterpieces, aplican computación cuántica real para transformar obras icónicas de Caravaggio, Magritte y Richter. A partir de los resultados generados por circuitos cuánticos, no solo crean nuevas composiciones, sino que las reproducen físicamente con óleo sobre madera. “Buscamos combinar la estética clásica y la cuántica a través de estas tres obras de arte”. Este es un experimento pionero que fusiona los principios fundamentales de la física con la sensibilidad artística.
La idea: arte asistido por computación cuántica
El proyecto no se limita a la digitalización o a la reinterpretación visual. La propuesta es más radical: se parte de una pintura clásica, se discretiza su imagen en una cuadrícula y cada fragmento se transforma de acuerdo con el resultado de una simulación cuántica. “Utilizamos la salida de un cálculo cuántico para cambiar la composición de las pinturas”.
El equipo empleó un modelo físico conocido como Hamiltoniano de Ising, que describe interacciones entre partículas con espines —una propiedad cuántica—. Esta estructura matemática se implementa en un circuito cuántico real ejecutado en hardware de IBM, sin corrección de errores. El resultado es una especie de barajado visual: el orden original de los fragmentos se altera según las probabilidades generadas por el sistema cuántico, que evoluciona en el tiempo.
“Quantum Transformation I”: Narciso deformado por la mecánica cuántica

La primera intervención se realizó sobre el famoso Narciso de Caravaggio. En la obra original, el joven se contempla en el agua, fascinado por su reflejo. En la versión cuántica, ese reflejo ha perdido su forma. Ahora se ve perturbado, con una geometría fragmentada e impredecible.
Para lograr esto, los investigadores dividieron la parte inferior del cuadro en una cuadrícula de 16 columnas y 13 filas. “Medimos el valor esperado del operador Pauli Z para cada qubit y usamos los resultados para definir el nuevo orden de los elementos en la pintura”. Es decir, cada fragmento del reflejo fue desplazado siguiendo una lógica probabilística, basada en la evolución temporal de los cúbits.
El resultado fue una imagen modificada digitalmente que luego fue seleccionada y reproducida en pintura al óleo sobre un panel de madera. La elección de no corregir los errores del hardware cuántico también es intencionada: esas “imperfecciones” aportan un componente humano y orgánico al resultado final.

Magritte sin máscara: el surrealismo como reflejo cuántico
En la segunda intervención, la pintura elegida fue Le fils de l’homme de René Magritte. El equipo tomó la imagen completa del cuadro y la sometió a un reordenamiento general, excluyendo únicamente la icónica manzana que cubre el rostro del personaje.
Se dividió la imagen en una cuadrícula de 16 por 20. Pero en lugar de aplicar un solo proceso de evolución temporal, se ejecutaron dos simulaciones cuánticas independientes: una para la mitad superior (con el hardware ibm sherbrooke) y otra para la inferior (con ibm strasbourg), ambas con 10 pasos de evolución. Esto generó una distorsión especular que se concentra en el centro del cuadro.
La parte más interesante es conceptual. Magritte decía que “todo lo que vemos esconde otra cosa y siempre queremos ver lo que está oculto por lo que vemos”. El equipo tomó esta idea al pie de la letra: desplazaron el cuadro entero para dejar al descubierto el rostro, reconstruido con referencia a otra obra del artista, La bonne foi. La IA cuántica no solo fragmenta, también revela.
Colores en caos: cuando Richter se encuentra con la aleatoriedad cuántica

La tercera pintura reinterpretada es 192 Farben, de Gerhard Richter. Aquí no hay figuras humanas ni paisajes, solo 192 cuadrados de colores. Ya en su versión original, el cuadro explora el azar en la elección cromática, pero todavía dentro de un marco decidido por el artista.
Los investigadores utilizaron esta base estructural para ir más allá. Cada color fue tratado como una unidad susceptible de ser modificada por el cálculo cuántico. “En nuestro proyecto, eliminamos completamente la decisión del artista y la ‘aleatoriedad’ es decidida únicamente por la computación cuántica”.
La imagen se transformó usando el mismo tipo de evolución cuántica, pero sin tener en cuenta el índice original de cada fragmento. El nuevo orden responde a los valores esperados de los observables cuánticos multiplicados por 192, es decir, uno por cada color. El resultado mantiene la paleta pero altera la disposición. Se produce un caos ordenado, aleatorio pero estructurado.

¿Es arte si lo hace un algoritmo?
Uno de los aspectos más provocadores de este trabajo es la implicación filosófica: ¿quién es el autor de estas pinturas? ¿La máquina cuántica? ¿El equipo humano que selecciona los parámetros y ejecuta los circuitos? ¿La persona que pinta a mano sobre la madera?
Para los autores, la clave está en la colaboración. “El objetivo es reproducir estas obras como pinturas físicas al óleo sobre paneles de madera. Con este proceso, completamos un círculo completo entre técnicas clásicas y cuánticas”. La IA no sustituye al artista, lo acompaña, lo reta, le ofrece una nueva forma de observar.
Este enfoque no busca automatizar la creatividad, sino expandir sus posibilidades. El algoritmo cuántico no “sabe” lo que es bello, pero introduce una variable que ni siquiera el azar humano puede igualar: la superposición de estados. Cada pintura cuántica es, en cierto sentido, una posibilidad entre muchas.
El futuro de la estética cuántica
Este experimento no es un punto final, sino un punto de partida. Los autores del paper abren la puerta a nuevas técnicas. “Solo usamos un algoritmo en particular —evolución temporal mediante trotterización—, pero podrían explorarse métodos variacionales, aprendizaje automático cuántico o resoluciones diferenciales cuánticas”.
El arte, históricamente, se ha apropiado de cada tecnología nueva: desde la cámara oscura hasta la inteligencia artificial. Lo novedoso aquí es la naturaleza misma del procesamiento. La computación cuántica no imita al cerebro humano, sino que responde a reglas de una física que apenas empezamos a comprender.
Lo que antes era una pincelada ahora puede ser una función de onda. Y lo que parece abstracto no lo es tanto: quizás solo está en otro estado, esperando a colapsar en algo nuevo.
Referencias
- Arianna Crippa, Yahui Chai, Omar Costa Hamido, Paulo Itaborai, Karl Jansen. Quantum computing inspired paintings: reinterpreting classical masterpieces. arXiv: https://doi.org/10.48550/arXiv.2411.09549.