Hallan en Escocia un reptil jurásico con patas de lagarto y dientes de serpiente que desconcierta a la ciencia

Un fósil jurásico hallado en Escocia revela una criatura de 167 millones de años con cuerpo de lagarto y dientes de serpiente, un hallazgo que reescribe la historia evolutiva de los reptiles.
Este extraño reptil del Jurásico combina rasgos de serpiente y lagarto
Este extraño reptil del Jurásico combina rasgos de serpiente y lagarto. Recreación artística. Foto: ChatGPT-4o/Christian Pérez

En una costa azotada por el viento, entre acantilados y aguas grises del Atlántico Norte, un equipo de paleontólogos desenterró hace casi una década un fósil que parecía no tener sentido. Eran fragmentos diminutos, huesos dispersos incrustados en una losa de piedra caliza de la isla de Skye, al oeste de Escocia. Nada hacía pensar que esos restos pertenecían a uno de los descubrimientos más desconcertantes de los últimos años: un reptil del Jurásico con cuerpo de lagarto, dientes de serpiente y una anatomía que parece un experimento de la propia evolución.

El fósil acaba de ser descrito oficialmente en Nature bajo el nombre Breugnathair elgolensis, que en gaélico significa “la falsa serpiente de Elgol”. Su aspecto es tan singular que ha obligado a los científicos a reconsiderar los orígenes de los escamosos —el gran grupo de reptiles que incluye a todos los lagartos y serpientes actuales—.

Un híbrido imposible del Jurásico

Lo primero que llama la atención de Breugnathair es su mosaico anatómico, una combinación de rasgos que parecen sacados de diferentes criaturas. El cráneo recuerda al de un varano, pero sus mandíbulas se curvan como las de una pitón moderna. Los dientes, afilados y ganchudos, están diseñados para sujetar presas resbaladizas. Y sin embargo, su cuerpo conserva unas patas robustas y una cola proporcionalmente corta, lo que descarta que fuera una serpiente propiamente dicha.

Este pequeño depredador, de unos 40 centímetros de largo, vivió hace unos 167 millones de años, en un mundo dominado por dinosaurios y cocodrilos primitivos. Pero mientras aquellos gigantes reinaban en tierra firme, Breugnathair se movía sigilosamente entre los matorrales o los márgenes de los ríos jurásicos, cazando pequeños lagartos, mamíferos tempranos e incluso crías de dinosaurio.

Lo más desconcertante es que combina características primitivas —como el hueso parietal doble del cráneo— con rasgos avanzados propios de los reptiles modernos. Esta mezcla ha generado un debate intenso entre los paleontólogos: ¿es un eslabón perdido entre los primeros lagartos y las serpientes, o un linaje completamente independiente que imitó su forma de cazar?

Sus mandíbulas y dientes recuerdan a los de una pitón
Sus mandíbulas y dientes recuerdan a los de una pitón. Ilustración: Mick Ellison/AMNH

Un rompecabezas de piedra

El hallazgo no fue un golpe de suerte. En 2016, el paleontólogo escocés Stig Walsh encontró el bloque fósil durante una expedición del Museo Nacional de Escocia. Los fragmentos eran minúsculos y estaban mezclados, pero su disposición sugería que pertenecían a un solo individuo.

Desde entonces, el equipo liderado por Roger Benson (American Museum of Natural History) y Susan Evans (University College London) dedicó casi una década a analizar el espécimen con técnicas de última generación. Emplearon microtomografía computarizada y rayos X de sincrotrón para reconstruir digitalmente cada hueso en tres dimensiones. El resultado fue un esqueleto completo, una especie de “reptil quimérico” que no encajaba en ningún grupo conocido.

El estudio reveló además que el animal había vivido al menos nueve años, según los anillos de crecimiento en sus huesos, y que alcanzó la madurez lentamente, un patrón más parecido al de los grandes varanos modernos que al de los lagartos pequeños.

La paradoja de las serpientes

Los científicos llevan décadas intentando reconstruir la historia de cómo las serpientes perdieron las patas. Los fósiles más antiguos con forma de serpiente datan del Cretácico, unos 100 millones de años después de Breugnathair. Pero el registro intermedio es escaso, y las hipótesis no siempre coinciden con los datos genéticos.

Ahí reside la importancia de este hallazgo. Breugnathair pertenece a una nueva familia extinta, los parviraptoridos, un grupo que hasta ahora solo se conocía por dientes y vértebras sueltas. Su anatomía sugiere que las primeras serpientes no evolucionaron directamente de lagartos típicos, sino que procedían de antepasados más extraños y experimentales.

Los análisis filogenéticos del estudio ofrecen resultados contradictorios: en algunos casos, el animal aparece como un posible antecesor de las serpientes, y en otros como un ramal separado dentro de los escamosos. Esta ambigüedad no es un error, sino una señal de lo complejo que fue el proceso evolutivo: varias líneas de reptiles pudieron haber desarrollado, de manera independiente, mandíbulas flexibles y dientes curvos para cazar del mismo modo que lo hacen hoy las serpientes.

En otras palabras, la naturaleza habría probado distintas versiones del “modelo serpiente” mucho antes de que las verdaderas serpientes existieran.

¿Podría esta criatura ser un antepasado temprano de lagartos y serpientes?
¿Podría esta criatura ser un antepasado temprano de lagartos y serpientes? Ilustración:

La “Isla Jurásica” de Escocia

La isla de Skye se ha convertido en un escenario privilegiado para comprender la vida del Jurásico. A lo largo de las últimas décadas, sus costas han revelado huellas de dinosaurios, huesos de cocodrilos prehistóricos y fósiles de mamíferos diminutos. Ahora, con Breugnathair elgolensis, se suma un nuevo protagonista a esa lista.

El fósil proviene de la Formación Kilmaluag, una capa geológica rica en sedimentos de antiguas lagunas costeras. En ese entorno húmedo y cálido prosperaban los primeros ecosistemas complejos del norte de Europa. Allí, Breugnathair convivía con anfibios gigantes, insectos enormes y pequeños depredadores que comenzaban a ensayar estrategias evolutivas inéditas.

Su hallazgo también subraya el valor del registro fósil escocés, muchas veces eclipsado por los grandes yacimientos del hemisferio sur. Skye, conocida como “la isla de los dinosaurios”, se confirma así como un laboratorio natural de la evolución.

Un fósil que plantea más preguntas que respuestas

El estudio no zanja el debate sobre el origen de las serpientes, pero sí introduce un nuevo punto de inflexión. Si Breugnathair no es un antepasado directo, podría representar una rama paralela que experimentó con una forma de depredación similar: cráneos flexibles, dientes curvados y mandíbulas capaces de tragar presas enteras.

Esta posibilidad obliga a reconsiderar el papel de la convergencia evolutiva, un fenómeno por el cual distintas especies desarrollan soluciones anatómicas parecidas sin estar estrechamente emparentadas. En otras palabras, el “modelo serpiente” podría haber sido tan exitoso que la naturaleza lo intentó varias veces antes de consolidarlo en las serpientes modernas.

Para los paleontólogos, Breugnathair elgolensis no solo es un fósil: es una ventana al experimento creativo de la evolución, una muestra de que el camino hacia la vida actual no fue una línea recta, sino una red de pruebas, errores y mutaciones que a veces se adelantaron a su tiempo.

El enigma permanece abierto. ¿Era esta “falsa serpiente” una precursora de las verdaderas serpientes o simplemente una imitadora temprana? Tal vez nunca lo sepamos con certeza. Pero lo que sí ha quedado claro es que, bajo las piedras húmedas de Escocia, aún se esconden historias capaces de reescribir capítulos enteros de la historia natural.

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