Viajar al espacio tiene sus riesgos médicos, por ejemplo, se ha calculado que el peligro que tiene un astronauta de sufrir una apendicitis se encuentra entre el 0,8 y el 9,4% al año. Por este motivo a la mayoría de los astronautas de la NASA se les extirpa el apéndice antes de enviarles a misiones en la Estación Espacial Internacional (EII).
Pero una apendicitis no es el único riesgo médico que tienen estos profesionales. Hay que tener presente que fuera de la Tierra no hay hospitales, centros de salud ni médicos a los que poder consultar, por ese motivo la formación médica juega una parte importante de su entrenamiento. Se les exige que sean capaces de resolver los problemas de salud más comunes, entendiendo como tales suturar una herida o extraer un diente.
Para realizar esta función cuentan con los más variados recursos, desde un libro básico de patología médica hasta un desfibrilador, pasando por un botiquín perfectamente equipado o un equipo portátil de ultrasonidos. Con este último pueden enviar imágenes a la Tierra para que sean interpretadas por expertos en radiodiagnóstico.

Auspiciados por un equipo de profesionales
Las estancias superiores a seis meses en la EEI –a más de 400 Km de distancia de la Tierra- requieren una capacitación médica básica tanto en prevención como en diagnóstico y tratamiento.
Esto no es óbice para que desde la base terrestre haya un equipo de médicos, enfermeros, psicólogos, expertos en imagen e ingenieros biomédicos que sigan con detalle todos los elementos que puedan provocar un riesgo sanitario.
A pesar de su entrenamiento exhaustivo los astronautas tardan, generalmente días, en habituarse a la ingravidez. Durante ese tiempo tienen síntomas que varían desde la simple cefalea y el cansancio hasta los vómitos. Pero estos no son los únicos síntomas de la enorme casuística sanitaria espacial.
Los astronautas también enferman
Posiblemente no lo hemos pensado, pero en entornos de microgravedad también es posible contagiarse de enfermedades víricas, como las ocasionadas por el coronavirus o el virus influenzae, por ese motivo los astronautas tienen que someterse a un periodo de cuarentena antes de embarcarse en una misión espacial.
Así, por ejemplo, toda la tripulación del Apolo 7 (1968) –la primera misión tripulada del Programa Apolo- se resfrió en el espacio, lo cual es bastante más desagradable que en la Tierra debido a la ingravidez. Los senos paranasales y los oídos de los astronautas estaban repletos de mocos, lo cual provocó que estuviesen especialmente cansados y malhumorados, mientras se les exigía que completasen el riguroso programa de pruebas.
En 1986 el cosmonauta Vladimir Valsyutin tuvo una prostatitis a bordo del Salyut-7. Y es que uno de los aparatos que más se afecta en el espacio es el sistema genitourinario, hasta un 10% de los astronautas sufren algún síntoma, generalmente, cálculos renales, retención aguda de orina o infecciones de las vías urinarias.
En el año 2020 un astronauta –cuyo nombre no trascendió- sufrió una trombosis en la vena yugular cuando todavía le quedaban cuatro meses de trabajo en la EII. Desde la Tierra se evaluó el riesgo y se decidió que no era conveniente trasladarlo y que era mejor iniciar el tratamiento allí mismo con una heparina (enoxaparina) que tenía que pincharse todos los días. Afortunadamente, este fármaco formaba parte del botiquín de la EII.
Mientras tanto la NASA envió a la estación espacial un anticoagulante oral (apixaban) para que sustituyera a la heparina durante el tiempo que era necesario mantener el tratamiento.
Durante semanas el astronauta fue sometido a rigurosos controles ecográficos para conocer la evolución del trombo, de esta forma fue posible suspender el tratamiento cuatro días antes de que el astronauta regresara a la Tierra.
Botiquines en el espacio
La NASA estima que las posibilidades de que un astronauta enferme son del 1-2% por persona y año. Es cierto que esta probabilidad es baja, ya que se trata de personas jóvenes que han sido sometidas a múltiples exámenes médicos durante mucho tiempo, pero la cifra está sobre la mesa. Por ese motivo es importante llevar un buen botiquín espacial.
Los primeros vuelos del Proyecto Mercury llevaban tan solo algunos inyectores capaces de administrar tres tipos de medicamentos diferentes a los astronautas: un vasoconstrictor –para tratar un posible shock-, un estimulante y un antivertiginoso.

En los Programas posteriores –Gemini y Apolo- la situación mejoró considerablemente. Por ejemplo, en el Apolo 11 había un botiquín compuesto por tres inyectores de analgésicos, tres inyectores de fármacos para el mareo, doce tiritas, dos vendas compresivas, doce pastillas para combatir el dolor, sesenta comprimidos antibióticos, gotas oculares, un termómetro, pastillas frente a la diarrea y descongestionantes.
Desde hace algún tiempo se está desarrollando el sistema MIRA. Se trata de un sistema quirúrgico que pesa menos de un kilo y que se puede instalar en cualquier quirófano incluido una nave espacial. Se pretende que con este sistema un cirujano experto pudiese realizar, en caso de ser necesario, una pequeña cirugía a un astronauta desde la Tierra.
Referencias:
- Wotring, V.E. (2014). Stability Analysis of Medications from the International Space Station.. JSC Pharmacology.
- Wotring, V.E. (2015). Medication use by U.S. crewmembers on the International Space Station. The FASEB Journal, 29(11): 4417-4423
- Blue, R.S., Bayuse, T.M., Daniels, V.R., Wotring, V.E., Suresh, R., Mulcahy, R.A., and Antonsen, E.L. (2019). Supplying a pharmacy for NASA exploration spaceflight: challenges and current understanding. npj Microgravity