¿Por qué nos sube la fiebre por la noche? La ciencia tiene la respuesta

La fiebre es un síntoma común y, curiosamente, más molesto al caer la noche. Lejos de ser una coincidencia, tiene una explicación que combina biología, inmunología y evolución.
¿Por qué nos sube la fiebre por la noche? La ciencia tiene la respuesta
Esto es lo que pasa en tu cuerpo cuando la fiebre sube al anochecer. Fuente: iStock (composición).

La fiebre es una de las respuestas más comunes del cuerpo ante infecciones. Es un síntoma que todos hemos experimentado alguna vez y que, curiosamente, tiende a empeorar por la noche. ¿Quién no ha sentido cómo la temperatura sube y los escalofríos se intensifican justo cuando cae el sol? Este fenómeno, lejos de ser una casualidad, tiene una explicación fisiológica y evolutiva. En este artículo te explicamos por qué la fiebre parece "despertarse" cuando el cuerpo se prepara para dormir.

La fiebre: una herramienta del sistema inmunitario

La fiebre no es una enfermedad, sino un mecanismo de defensa. Cuando el sistema inmunitario detecta la presencia de patógenos —como virus o bacterias—, libera sustancias químicas llamadas pirógenos. Estas actúan sobre el hipotálamo, una estructura del cerebro que regula la temperatura corporal, y provocan un aumento del “termostato interno”.

Este incremento térmico no es accidental: muchos microorganismos patógenos no sobreviven bien a temperaturas elevadas, y además, ciertas células inmunitarias funcionan mejor con un poco más de calor. Es decir, al subir la temperatura, el cuerpo crea un ambiente menos favorable para el enemigo y más propicio para sus propias defensas.

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Muchos microorganismos patógenos no sobreviven bien a temperaturas elevadas, y además, ciertas células inmunitarias funcionan mejor con un poco más de calor. Imagen generada con IA (ChatGPT / Alejandro Egea Zorrilla).

El ritmo circadiano: nuestro reloj biológico

Para entender por qué la fiebre tiende a empeorar por la noche, es necesario conocer el concepto de ritmo circadiano. Se trata de un ciclo interno de aproximadamente 24 horas que regula numerosos procesos fisiológicos, incluyendo la temperatura corporal, la secreción hormonal, el sueño y la vigilia.

En condiciones normales, la temperatura corporal no es constante durante el día. Su punto más bajo suele registrarse durante la madrugada, y su punto más alto por la tarde. Esta variación puede ser de hasta un grado centígrado, incluso en ausencia de fiebre, pudiendo hacer que la temperatura suba más de lo habitual al final del día.

Sí, puede parecer contradictorio que la fiebre se sienta más intensa por la noche si la temperatura corporal suele bajar en esas horas. Pero lo que realmente ocurre es que, cuando estamos enfermos, la fiebre se “monta” sobre ese ritmo natural: aunque la base térmica descienda, la respuesta inmunitaria sigue elevando la temperatura. Además, durante la noche, el cuerpo entra en una fase de reposo y reduce la producción de cortisol, una hormona con efectos antiinflamatorios. Esto puede facilitar que los pirógenos tengan un efecto más pronunciado, elevando aún más la temperatura.

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Durante la noche, el cuerpo entra en una fase de reposo y reduce la producción de cortisol, una hormona con efectos antiinflamatorios. Esto puede facilitar que los pirógenos tengan un efecto más pronunciado, elevando aún más la temperatura. Imagen generada con IA (Copilot / Alejandro Egea Zorrilla).

El papel del sueño en la fiebre

Dormir es crucial para la recuperación durante una enfermedad. El sueño profundo estimula la producción de ciertas citoquinas, proteínas que ayudan a coordinar la respuesta inmunitaria. Sin embargo, la fiebre puede interferir con la calidad del sueño, creando un círculo vicioso: estamos enfermos y necesitamos descansar, pero la fiebre nos lo impide.

Además, la ciencia sugiere que durante el sueño se producen ajustes hormonales y neurológicos que pueden alterar la forma en que percibimos los síntomas. Por ejemplo, en un estudio de 2022 analizaban el dolor percibido por un estímulo de calor a lo largo del día y vieron que el umbral del dolor y la sensibilidad térmica pueden cambiar. De hecho, las personas reportaban más dolor percibido pasada la medianoche. Esto podría explicar que notemos la fiebre de forma más intensa de noche, aunque la diferencia real en temperatura sea mínima.

¿Es peligrosa la fiebre nocturna?

En la mayoría de los casos, no. La fiebre nocturna no es más peligrosa que la diurna. De hecho, suele ser una señal de que el sistema inmunitario está funcionando correctamente. Sin embargo, sí puede resultar más molesta: la sensación de calor, los sudores, los escalofríos y el malestar general pueden dificultar el descanso justo cuando más lo necesitamos.

Además, el entorno puede influir. Por la noche, solemos estar en la cama, abrigados, en habitaciones cerradas y sin ventilación, lo que puede acentuar la sensación de calor y dificultar la disipación de la temperatura corporal.

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La fiebre nocturna, aunque pueda no suponer un peligro mayor que la diurna, puede resultar más molesta y dificultar el descanso. Imagen generada con IA (ChatGPT / Alejandro Egea Zorrilla).

Entonces… ¿Deberíamos bajar la fiebre por la noche?

Depende de la situación. Si la fiebre es moderada y no va acompañada de otros síntomas graves, puede ser mejor dejar que siga su curso. El cuerpo está luchando contra una infección, y bajar la fiebre artificialmente podría entorpecer ese proceso.

Sin embargo, si la fiebre es muy alta, genera mucho malestar, impide el sueño o viene acompañada de síntomas preocupantes (como dificultad para respirar, confusión o convulsiones), conviene bajarla. En esos casos, se pueden usar antipiréticos y analgésicos como el paracetamol para bajar la temperatura corporal y reducir el dolor. También se pueden aplicar medidas físicas para favorecer la regulación térmica: mantener una habitación ventilada, usar ropa ligera, hidratarse bien y evitar abrigarse en exceso. No obstante, siempre ante la duda es mejor consultar a un profesional sanitario para saber qué hacer en cada caso.

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El cuerpo está luchando contra una infección, y bajar la fiebre artificialmente podría entorpecer este proceso. Imagen generada con IA (ChatGPT / Alejandro Egea Zorrilla).

¿Y qué hay de los otros síntomas y por qué empeoran al acostarse?

Otra razón por la que muchos notamos un empeoramiento de los otros síntomas al llegar la noche tiene que ver con la postura. Al adoptar una posición horizontal durante el descanso, la distribución de fluidos en el cuerpo cambia. En casos de congestión nasal, por ejemplo, el drenaje de las vías respiratorias se dificulta, lo que intensifica la sensación de obstrucción. Además, al estar quietos y sin distracciones, nos volvemos más conscientes de las molestias corporales: fiebre, dolor de cabeza, escalofríos o malestar general. El silencio y la oscuridad, aunque propician el sueño, también hacen que percibamos más intensamente cualquier incomodidad.

Una estrategia evolutiva

Desde una perspectiva evolutiva, que la fiebre aumente por la noche tiene cierto sentido. Al estar en reposo, el cuerpo puede redirigir más recursos para combatir la infección. Además, si la fiebre interfiere con el sueño, puede ser una forma de que el cuerpo obligue al individuo a mantenerse más alerta ante una situación de peligro biológico.

En este sentido, la fiebre nocturna no es solo un síntoma molesto, sino una compleja estrategia biológica diseñada para ayudarnos a sobrevivir.

Estrategias para mantener un sistema inmunitario fuerte

Aunque no podemos evitar todas las infecciones, sí es posible fortalecer nuestras defensas para que el cuerpo responda de forma más eficiente y moderada, incluso cuando la fiebre aparece. Una alimentación equilibrada, rica en frutas, verduras, proteínas de calidad y grasas saludables, proporciona al sistema inmunitario los micronutrientes necesarios —como la vitamina C, D, el zinc y el hierro— para funcionar correctamente.

El descanso también es clave: dormir las horas suficientes —y bien— ayuda a regular la producción de citoquinas, moléculas que coordinan la respuesta inmunitaria. El ejercicio moderado y regular estimula la circulación de células inmunitarias, mientras que la gestión del estrés —a través de técnicas como la meditación, el contacto social o el ocio— evita la liberación prolongada de cortisol. Además, mantener una correcta higiene, como el lavado de manos o ventilar los espacios cerrados, reduce la carga de patógenos a la que estamos expuestos.

“Aunque no podemos evitar todas las infecciones, sí es posible fortalecer nuestras defensas para que el cuerpo responda de forma más eficiente y moderada”. Imagen generada con IA (ChatGPT / Alejandro Egea Zorrilla).
Aunque no podemos evitar todas las infecciones, sí es posible fortalecer nuestras defensas para que el cuerpo responda de forma más eficiente y moderada. Imagen generada con IA (ChatGPT / Alejandro Egea Zorrilla).

En resumen

La fiebre que sube por la noche no es una anomalía, sino el resultado de una interacción entre el sistema inmunitario, el ritmo circadiano y la fisiología del sueño. Aunque puede ser incómoda, en muchos casos es una señal de que el cuerpo está haciendo su trabajo. Comprender sus mecanismos nos ayuda a manejarla mejor y a saber cuándo intervenir y cuándo simplemente dejar que el cuerpo se cure a sí mismo.

La próxima vez que sientas que la fiebre se intensifica al anochecer, recuerda que tu cuerpo no está fallando: está luchando, y lo está haciendo con inteligencia.

Referencias

  • Daguet, I., Raverot, V., Bouhassira, D., & Gronfier, C. (2022). Circadian rhythmicity of pain sensitivity in humans. Brain : a journal of neurology145(9), 3225–3235. doi: 10.1093/brain/awac147

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