¿Qué contienen los refrescos?

En una época como el verano, en la que el consumo de bebidas aumenta por el calor, muchos refrescos que parecen el remedio perfecto para saciar la sed pueden no ser lo que parecen. Un estudio de la Organización de Consumidores y Usuarios, OCU, analiza el contenido de muchos de los refrescos más populares.
¿Qué contienen los refrescos?

Según la OCU, los requisitos para que un refresco pueda ser considerado como tal están claros en la ley: menos de un 0,5 por ciento de alcohol y agua apta para el consumo humano. Pero los refrescos deben incluir también alguno o varios ingredientes de una pequeña lista: anhídrido carbónico (responsable del gas), azúcares, zumos, purés, disgregados de frutas y vegetales, vitaminas y minerales, y aditivos y aromas.

No es difícil darse cuenta de que en los últimos años, la cantidad de sabores, las distintas modalidades de una misma bebida (sin gas, sin cafeína, sin azúcar, al limón, etc.), o la diversidad de envases de los refrescos se ha disparado. Concretamente, según datos de la OCU, la variedad de sabores ha crecido nada menos que un 50 por ciento. También son muchas las quejas que llegan a esta organización de consumidores al respecto de la diferencia entre lo que una bebida ofrece y lo que realmente da. Por citar dos ejemplos comunes: menos zumo del prometido o más azúcar del recomendado.

De entre los refrescos de cola, que suponen cerca de la mitad del mercado, habría que tener en cuenta dos apuntes fundamentales. El primero es que los que no llevan azúcar (Light) llevan necesariamente edulcorantes. Por otro lado, los que no contienen cafeína, suelen llevar más azúcar. Esto queda demostrado con la Coca Cola Sin Cafeína, que es la que más azúcar lleva de todas, un 11,1 por ciento. Mientras Pepsi o Coca Cola normal no alcanzan por poco estas cifras de azúcar, Pepsi Max, por ejemplo, contiene el doble de cafeína que un refresco normal.

El contenido en zumo

En lo referente a los refrescos con sabor a naranja y limón, el etiquetado debe señalar claramente el porcentaje de zumo que contienen. Esto se debe a que pese a que muchos están elaborados a base de zumos, otros son a base de purés, disgregados de frutas o mezcla de todos estos. Otras muchas bebidas, pese a parecerlo, no llevan absolutamente nada de zumo.

Lejos de estos casos, el Bi Frutas de Pascual, que combina un 30 por ciento de zumo y un 10 por ciento de leche desnatada. Le siguen en cantidad de zumo bebidas como Radical, con un 25 por ciento de zumo pero un 12,1 por ciento de azúcar, o Trina, también sin gas, zumo en un 14 por ciento y un 10,4 por ciento de azúcares. De entre las bebidas con gas, la que más azúcar aporta es Fanta sabor naranja, con un 12,9 por ciento y el mismo contenido en zumo que su versión sin gas (que también tiene menos azúcar). Kas tiene un contenido menor en azúcar que compensa con edulcorantes. A pesar de su nombre, Fanta Zero sigue incluyendo algo de azúcar, un 0,8 por ciento concretamente, y mantiene la misma cantidad de zumo que sus hermanas.

Mientras Limon & Nada es el refresco sabor limón con más azúcares (y un 13,5 por ciento de zumo), las versiones en limón de Fanta, por ejemplo, contienen un 2 por ciento menos de zumo que en las de naranja. Casos aparte merecerían Fanta Zero sabor limón, con tan sólo un 1 % de zumo (ocho veces menos que en sabor naranja), o Schweppes Limón, elaborada a base de extracto (sin zumo).

Hora de las bebidas isotónicas, recomendadas para recuperarse de un esfuerzo físico. Si Powerade contiene menos azúcar que Aquarius (7,5 contra 7,9 por ciento), el nuevo Aquarius Libre no sólo no contiene sales minerales, sino que tampoco lleva gas ni azúcar, según la OCU.

La principal conclusión de la organización es que la mejor forma de hidratarse es, insustituiblemente, el agua a secas. Los refrescos están bien para tomarlos de forma ocasional, teniendo en cuenta su aporte extra en azúcar y que su contenido en vitaminas está muy lejos del que puede aportar la fruta "de verdad".

Impacto en la Salud de los Refrescos

Los refrescos, aunque deliciosos y refrescantes, pueden tener consecuencias significativas para la salud si se consumen en exceso. A continuación, se describen algunos de los principales impactos:

  • Obesidad: Muchos refrescos contienen altas cantidades de azúcares y calorías, lo que puede contribuir a un aumento de peso y la obesidad si se consumen en grandes cantidades.
  • Diabetes tipo 2: La alta concentración de azúcar en muchos refrescos puede llevar a una resistencia a la insulina y aumentar el riesgo de desarrollar diabetes tipo 
  • Enfermedades Cardíacas: Algunos estudios han vinculado el consumo de refrescos con grasas trans y altos niveles de azúcar con un mayor riesgo de enfermedades cardíacas y colesterol elevado.
  • Salud Dental: La acidez y el azúcar presentes en los refrescos pueden erosionar el esmalte dental, llevando a caries y otros problemas dentales.
  • Osteoporosis: Hay evidencia de que el consumo excesivo de refrescos, especialmente aquellos que contienen cafeína, puede estar relacionado con la disminución de la densidad ósea y el riesgo de osteoporosis.
  • Hígado graso: El consumo prolongado y elevado de refrescos azucarados también ha sido vinculado con la enfermedad del hígado graso no alcohólico (NAFLD, por sus siglas en inglés).
  • Efectos en la dieta: Los refrescos pueden desplazar en la dieta alimentos y bebidas más nutritivos, como agua, leche o jugos naturales, lo que puede llevar a una nutrición inadecuada.
  • Adicción al azúcar: Algunas investigaciones sugieren que el consumo regular de refrescos azucarados puede llevar a una dependencia del azúcar, similar a la adicción a ciertas drogas.
  • Impacto en niños y adolescentes: El consumo de refrescos en la juventud ha sido especialmente preocupante, ya que puede establecer patrones de dieta poco saludables que persisten en la edad adulta.

Dada la popularidad y disponibilidad de los refrescos, es vital que los consumidores estén informados sobre estos riesgos potenciales. La moderación y la elección consciente de opciones más saludables pueden ayudar a mitigar estos impactos negativos en la salud. Por otro lado, las políticas públicas y las iniciativas de la industria para reducir el azúcar y promover etiquetas claras también pueden jugar un papel crucial en la protección de la salud pública.

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