La comida está en boca de todos: en redes, en recetas, en dietas milagro y hasta en teorías sin fundamento. Aunque hoy sabemos más que nunca sobre nutrición, la cantidad de ideas equivocadas que circulan sobre lo que comemos es abrumadora. ¿Beber ocho vasos de agua al día? ¿Comer cada tres horas para adelgazar? ¿La cerveza negra para la lactancia? Algunas afirmaciones parecen razonables, pero otras son simples leyendas modernas. Aquí desmontamos los mitos más sabrosos —y engañosos— que siguen dando vueltas por cocinas y redes sociales.
Deberíamos beber al menos ocho vasos de agua al día para estar sanos
Este malentendido se remonta a 1945, cuando el Departamento de Alimentos y Nutrición del Consejo Nacional de Investigación de Estados Unidos publicó un artículo en el que recomendaba a los adultos la ingesta diaria de entre dos y dos litros y medio de agua. Lo que solo era una indicación se convirtió en una verdad universal. El problema es que muy poca gente prestó atención a la frase que venía a continuación: “La mayor parte de esta cantidad puede encontrarse en los alimentos”.
Dicho de otro modo: no hay que beberse esa cantidad de agua, ya que el líquido presente en las frutas, las verduras y la carne, por ejemplo, también cuenta. Al ingerir un kilo de comida sólida, estamos absorbiendo entre 500 y 700 mililitros de agua; es el resto lo que tenemos que compensar con líquidos. Además, es una norma demasiado generalista, ya que las necesidades de hidratación de cada uno dependen también de factores como el peso, el calor ambiental, la estación del año, la ropa, si se ha hecho o no ejercicio… La única regla es que no existe ninguna regla y, sobre todo, que no nos olvidemos de beber cuando notemos que el cuerpo lo necesita.

Comer cada tres horas ayuda a adelgazar
Es una de las últimas tendencias en alimentación milagro difundidas por las celebrities: si se come menos cantidad pero más a menudo, el metabolismo se acelera y, por tanto, se queman más calorías. Pero es todo teoría y los estudios realizados al respecto por expertos en nutrición desmienten que este método tenga ninguna influencia en el adelgazamiento. Incluso puede tener efectos perjudiciales, según indicó un estudio realizado en 2012 en la Universidad de Maastricht en el que se demostró que la ingesta reiterada de alimentos a lo largo del día tiende a elevar los niveles de glucosa en la sangre, con lo que se aumenta el riesgo de padecer diabetes.
Por otra parte, saltarse comidas tampoco es un buen método para adelgazar. Con el hambre, el organismo libera cortisol, también conocido como la hormona del estrés, que ayuda al cuerpo a acumular grasa. La única fórmula que sigue siendo eficaz para perder peso es quemar más calorías de las que se ingieren a lo largo del día y tener cuidado con lo que se come para mantener una alimentación equilibrada. La frecuencia con la que lo hagamos no influye para nada en el proceso.
La Coca-Cola es buena para digestión
Mucha gente cree que tomar Coca-Cola con las comidas puede ayudar al estómago a hacer su trabajo, sobre todo si algún alimento no le ha sentado demasiado bien (Vázquez Montalbán fue mucho más directo y escribió: “La bebo cuando mi estómago necesita papel de lija”). Es cierto que esta bebida surgió originariamente como un remedio digestivo, pero en ningún momento se ha demostrado su eficacia en este sentido. Más bien al contrario: beber demasiado líquido cuando se come provoca la dilatación del estómago y perjudica el proceso de formación del bolo alimenticio, un fenómeno que se agrava al consumir bebidas con gas, como el ácido carbónico de los refrescos. Y, en el caso de estos, las burbujas pueden agravar esa distensión y causar molestias abdominales.
La cerveza artesanal es verdaderamente artesanal
La única opción de tomarse una verdadera cerveza artesanal es comprarse un kit de fabricación doméstica –bastante populares hoy en día, por cierto– y hacérsela uno mismo en casa. Todas las demás, aunque se publiciten como artesanales, son fabricadas mediante un proceso industrial. No puede ser de otro modo, porque es la única manera de garantizar que se cumplen las normas de calidad e higiene que regulan su fabricación y venta.
Entonces, cuando compramos o pedimos cerveza artesanal en un bar o un comercio, ¿qué estamos tomando? Desde la Asociación de Cerveceros de España explican que la cerveza artesanal “no se trata de un tipo de cerveza, sino de una denominación de venta”, y que para ser considerada como tal en su fabricación “debe primar el factor humano sobre el mecánico y dar un resultado final individualizado, que no se produzca en grandes series. Además, todo el proceso debe desarrollarse en una misma instalación, bajo la dirección de un maestro cervecero o artesano con experiencia demostrable”.
Es decir, producción reducida y eso que la publicidad llama “personalidad propia”. El sector apunta que esta variante es cada vez más popular y que cada vez hay más empresas fabricantes: entre grandes y pequeñas, industriales y artesanales, en 2018, el último año del que se tienen datos, hay 538 cerveceras registradas en España.

El azúcar reduce la acidez de las salsas
Lo han popularizado durante décadas como un ingrediente básico para evitar que la salsa de tomate casera nos quede ácida. Sin embargo, el azúcar no interfiere con el pH de la hortaliza, que es lo que de verdad mide la acidez de una sustancia; lo que hace cuando lo añadimos es enmascararla. En cambio, el bicarbonato de sodio sí puede lograr ese efecto. Si queremos de verdad eliminar, y no disimular, el sabor ácido, entonces debemos añadirlo a la preparación de la salsa en unas proporciones aproximadas de un gramo de bicarbonato por lata de tomate pelado.
La cerveza negra favorece la lactancia
En países donde este tipo de cerveza era especialmente popular –pensamos en Irlanda, donde son los reyes de la stout– se creó la leyenda de que los nutrientes presentes en esta bebida aumentaban la cantidad de leche producida por las madres lactantes. Pero es una creencia carente de toda base científica. El mito puede tener relación con las costumbres machistas de otros tiempos, en las que se consideraba que beber no era cosa de mujeres. La cerveza negra contribuyó a romper este prejuicio, gracias a su sabor ligeramente dulzón y a que tenía menos alcohol que los licores (aunque más que una cerveza rubia), por lo que se enfocó su promoción hacia el consumo entre las mujeres, incluidas las madres con bebés.
Pero nada de esto se puede tomar hoy en serio: ni la cerveza negra, ni ningún tipo de bebida alcohólica, es beneficiosa para la lactancia. Más bien es todo lo contrario, ya que al beber, la leche materna puede contaminarse con restos de alcohol que al final acabarían llegando al bebé.
Beber alcohol durante la lactancia puede acabar dañando al bebé.
La comida picante provoca úlceras
Si esta mentira fuese cierta, algunos países, como México o la India cuyas dietas habituales no pueden pasarse sin una buena ración de picante, vivirían desde hace siglos verdaderas epidemias de úlceras… y no es el caso. Durante mucho tiempo predominó una mentira por asociación según la cual la potencia de estos alimentos y condimentos debía por fuerza quemar las paredes del estómago, provocando las úlceras o empeorando los síntomas de quienes ya las padecían. Es justo lo contrario: hoy se sabe que la capsaicina, el elemento que, precisamente, da su potencia picante a las guindillas tiene la capacidad de inhibir las secreciones estomacales ácidas y estimular las alcalinas, que ayudan a prevenir, o incluso a curar, las úlceras.
El verdadero culpable de esta enfermedad no hay que buscarlo en las especias fuertes, sino en la temida bacteria Heliobacter pylori o en el uso intensivo de medicinas antiinflamatorias como la aspirina o el ibuprofeno, que pueden dañar los tejidos de esas zonas. El tabaco, el estrés y el alcohol tampoco ayudan. El picante es, pues, inocente, aunque puede sentar mal a algunos afectados por úlceras, como ocurre también con el café, el alcohol e incluso los refrescos. Y lo curioso es que la leche, que durante décadas se pensó que aliviaba las úlceras…, ¡las agrava! A diferencia de las guindillas, la leche sí potencia las secreciones ácidas del estómago y puede, incluso, ralentizar la cura de las úlceras de duodeno.

El vino es mejor cuantos más años tenga
Esta creencia podía tener sentido hace dos mil años, cuando la elaboración de esta bebida era rudimentaria: el vino recién fermentado se volvía ácido y desagradable al paladar, y el almacenamiento de la producción era tan deficiente que, con frecuencia, el producto se estropeaba y desprendía un mal olor similar al estiércol de caballo. Pero cuando se guardaban bien, los vinos mejoraban con el tiempo debido a la fermentación causada por los hongos. De ahí surgió esa idea, que las modernas técnicas de elaboración y conservación han echado por tierra.
Por lo general, un reserva siempre será más caro que un crianza, pero es muy importante matizar. Los vinos que encontramos habitualmente en el mercado, tanto crianzas como reservas o grandes reservas, se comercializan cuando se encuentran en el mejor momento para su consumo. Gracias al control de la temperatura y la humedad, la maduración en las bodegas está más controlada que nunca. Es cierto que algunos vinos pueden guardarse en casa durante mucho tiempo, pero conviene informarse bien sobre su conservación si se quiere disfrutar de ellos con todas sus propiedades cuando por fin se abran. Sería más adecuado decir que el vino, cuanto más viejo, con más cuidado debe ser abierto y decantado, y más esperanzas hay que poner en que una conservación inadecuada no haya estropeado el contenido de la botella.
Los helados Häagen-Dazs son suizos
Ni suizos ni daneses ni belgas: los helados Häagen-Dazs son tan norteamericanos como la Coca-Cola y fueron creados en el distrito neoyorquino del Bronx en 1961. Sus fundadores fueron el matrimonio de judíos polacos Reuben y Rose Mattus, que decidieron llamarla Häagen- Dazs para atraer la atención de los consumidores y asociar la marca a Europa. El nombre sonaba danés –la letra a con diéresis es muy frecuente en las lenguas escandinavas– y fue su manera de agradecer a Dinamarca el trato dispensado a los judíos en la Segunda Guerra Mundial.
También se buscó dar a los envases un aire distinguido, con referencias gráficas al viejo continente. El nombre es, pues, al mismo tiempo, el resultado de una estrategia de márquetin y un homenaje al comportamiento humanitario de un pequeño país.
El chicle puede permanecer siete años en el organismo
Esta mentira supone también un menosprecio total de la potencia de nuestros jugos gástricos: ningún material pasa tanto tiempo retenido en el aparato digestivo, excepto que sea lo suficientemente grande como para quedar instalado en el intestino, lo que obligaría a acudir al hospital en cuestión de días.
A pesar de no ser sano, tragarse los chicles no presenta mayores riesgos para la salud. Sus sustancias digeribles –colorantes, aromatizantes y azúcares– son fácilmente absorbidas por el estómago. El mito tiene que ver con el látex, la principal materia prima de esta golosina, que ninguna enzima digestiva es capaz de procesar. Pero eso no quiere decir que se quede allí de forma permanente: lo que hace es pasar directamente al intestino y, desde allí, acaba siendo eliminado prácticamente intacto a través de las heces.

Las mujeres tienen prohibido cocinar sushi
En las ferias gastronómicas más respetadas del mundo en las que esté presente la comida japonesa habrá al menos una sushiwoman trabajando junto con sus colegas masculinos y, en no pocas ocasiones, siendo incluso la estrella del evento. Eso sí, todavía en un porcentaje bastante pequeño, porque las mujeres han estado vetadas de la preparación del sushi durante mucho tiempo.
Por increíble que pueda parecer, existe una creencia muy extendida, sobre todo en el país nipón, según la cual las mujeres no pueden cocinar este popular alimento. Las razones son fisiológicas: preparar sushi como un verdadero artista requiere no solo elegir las mejores piezas del pescado y saber manejar a la perfección el cuchillo, sino prestar atención a los detalles como el lugar donde se prepara y la temperatura ambiental.
De hecho, la temperatura es tan importante que el sushiman debe reducir todo lo posible el contacto de sus dedos con el pescado. Durante su periodo de fertilidad, la temperatura corporal de las mujeres cambia, de modo que puede afectar negativamente al resultado final. Este argumento es, desde luego, completamente falaz: el incremento de la temperatura en las mujeres no suele pasar de medio grado, y si el problema está en la temperatura de las manos, esta puede variar de un cocinero a otro, independientemente de su sexo.
La clave no está en la temperatura, sino en el tiempo de contacto con el trozo de pescado, que no debe pasar de unos pocos segundos. El verdadero origen de este mito es el machismo tradicional de la sociedad japonesa, que se aferró a la excusa del calor para mantener a la mujer apartada de un arte que se consideraba exclusivamente masculino.