¿Es inevitable la destrucción total de la biodiversidad?

Le preguntamos a un experto en biodiversidad si podemos acabar con la biodiversidad. ¿Qué pasa en España?
El humedal de Doñana

¿Es inevitable la destrucción total de la biodiversidad? Suena catastrófico. Pese a llevar años involucrado en el estudio y la conservación de la naturaleza, nunca me había planteado la cuestión desde un punto de vista tan apocalíptico. Tras haber reflexionado, me temo que, como suele ocurrir ante casi todos los problemas, no existe una respuesta cómoda ni sencilla que pueda ofrecer. Abordando el tema de un modo estricto, y entendiendo que la pregunta se refiere a una destrucción irremediable mediante nuestras acciones, creo que antes desapareceremos nosotros que la vida en general (incluyendo bacterias y otros organismos sencillos).

Eso sí, si algo es obvio es que en los últimos siglos hemos iniciado un camino que nos ha conducido a una profunda y acelerada destrucción de la naturaleza, alterando todo tipo de ecosistemas y llevando a la mínima expresión las poblaciones de multitud de especies, algunas hoy en día extintas por nuestra acción directa. Por ello, no creo que sea correcto hablar de destrucción total, pero sí de destrucción suficiente para acabar con la riqueza de vida que hemos conocido, para deteriorar prácticamente cualquier rincón del planeta y para trasladarnos a nosotros mismos a un escenario de evidente peor calidad de vida, en un planeta que no podrá soportar más el ritmo actual que le estamos imponiendo si seguimos con esta dinámica. La situación es dramática, la información científica es rotunda y en el presente siglo estamos obligados a afrontar enormes retos ambientales y de sostenibilidad.

En los últimos siglos hemos iniciado un camino que nos ha conducido a una profunda y acelerada destrucción de la naturaleza. Créditos: SeanGallup - SeanGallup

La sexta extinción masiva

Cada vez se habla más de ella, y con razón. La actividad humana ha llevado a la alteración severa de más del 75 % de las áreas terrestres de la Tierra y el 66 % de los océanos ha sufrido impactos relacionados con nuestras acciones. La tasa global de pérdida de especies de animales y plantas es, al menos, entre 10 y 100 veces superior a la media de los últimos 10 millones de años y la tendencia sigue al alza. Según algunas de las estimaciones más recientes ofrecidas por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, del total de especies animales y vegetales cuya situación ha sido evaluada, unas 38 500 se encuentran en peligro, el 28 % del to- tal. Se considera que, de seguir así, para el año 2100 estarán amenazadas de extinción la mitad de las especies conocidas. En lo que llevamos de siglo XXI, solo dos décadas, se ha podido constatar la desaparición de casi 600 especies y subespecies. Si nos fijamos solo en plantas con semilla y tomamos como punto de partida el año 1900, hemos perdido cada año tres especies, un ritmo 500 veces superior al que cabría esperar sin la intervención humana. 

Según diversos estudios, en los últimos 50 años se ha producido un declive del 70 % en las poblaciones de tiburón y raya, mismo porcentaje considerado para las aves marinas. Aproximadamente, el 40 % de los insectos está en peligro de extinción, así como el 32 % de las casi 6600 especies de anfibios. Si nos acercamos a la situación de nuestros parientes más próximos, se sugiere que el 60 % de los primates — incluyendo gorilas, chimpancés y orangutanes— se encuentra bajo algún grado de amenaza. Solo un siglo ha bastado para que diversos animales carismáticos de la megafauna africana —sirvan de ejemplo elefantes, jirafas, leones y guepardos— vean drásticamente reducida su área de distribución y sus efectivos. No hacen falta muchos comentarios, la situación se explica por sí misma. Más allá de estas cifras, el volumen que antes ocupaba la naturaleza salvaje en cualquiera de sus formas hoy lo llenamos nosotros y nuestros animales asociados. Los mamíferos salvajes solo representa el 4 % de la biomasa total, el 62 % lo acaparan nuestras especies domésticas, y el 34 % restante, los seres humanos. En cuanto a las aves, el 30 % de la biomasa total la representan especies salvajes, y el 70 %, especies domésticas.

Los mamíferos salvajes solo representa el 4 % de la biomasa total, el 62 % lo acaparan nuestras especies domésticas. – L. Chernetska / iStock

¿Qué ocurre en España?

Poniendo el foco en España, a finales de 2021 SEO/BirdLife publicó el nuevo Libro rojo de las aves de España, una actualización sobre su estado de conservación. Los datos no son tranquilizadores: más de la mitad de las aves analizadas de nuestro país presentan problemas que comprometen su futuro. En esta lista aparecen bajo diferente grado de amenaza aves hasta ahora tan populares en el paisaje rural como el vencejo común, la perdiz roja, la codorniz y el cernícalo vulgar. La misma entidad eligió como ave del año 2022 al alzacola rojizo, especie también vinculada al medio agrícola, que ha sufrido una reducción del 95 % de sus poblaciones en España. En las islas Canarias, la expansión de una especie exótica, la culebra real de California, que se alimenta principalmente de otros reptiles, ha llevado a la práctica desaparición de los lagartos gigantes de Gran Canaria en las zonas que invade. Algo similar está ocurriendo en Baleares, donde la irrupción de otro reptil no nativo de la isla, la culebra de herradura, está causando el colapso poblacional de la lagartija de las Pitiusas, que en pocos años ha desaparecido de la mitad de la isla de Ibiza. Grandes emblemas, lugares únicos como las Tablas de Daimiel, Doñana y el Mar Menor, agonizan ante la presión humana a la que están sometidos, captando la atención de medios internacionales por su mal estado de conservación provocado por la presión agrícola desmedida. Son solo algunos ejemplos de los muchos que podría plasmar localizados en cualquier ecosistema y región del país.

En efecto, estamos presenciando una situación global negativa para muchas especies y ecosistemas, causada por impactos tan dispares como la intensificación agrícola, la introducción de especies exóticas, la sobreexplotación de recursos, el cambio climático o el comercio de especies para mascotismo o para su posterior consumo, por citar algunos de los más conocidos. Pero no quiero recrearme más en lo negativo. El lector posiblemente haya tenido suficiente con los ejemplos aportados y estará familiarizado con ellos y con otros muchos. Ya sea por convencimiento o por pura responsabilidad, quiero que el mensaje sea otro: pese a todo, el derrotismo no tiene cabida en este escenario.

Un mensaje de esperanza

Podemos revertir la situación, hay margen para el optimismo. Si hoy conocemos casos negativos, también contamos con cifras positivas. Estos brotes verdes deben ser el faro que ilumine el camino. Si el hombre ha sido el detonante que explica la pérdida de biodiversidad, también nosotros tenemos en nuestras manos el cambio hacia un modelo de vida que compatibilice nuestro desarrollo y bienestar con el mantenimiento de la biodiversidad y los procesos naturales.

Podemos revertir la situación, hay margen para el optimismo - iStock

Un estudio de la revista Conservation Letters en 2020 ponía de manifiesto que entre 28 y 48 especies de aves y mamíferos han evitado su extinción en los últimos 30 años, gracias a las medidas que se han llevado a cabo para salvarlas. El panda gigante, símbolo de la protección de la naturaleza, sigue progresando lentamente hacia su salvación tras décadas de esfuerzo. Los tigres, también emblemáticos, han desaparecido aproximadamente del 95 % de su rango de distribución, pero sus poblaciones están aumentando en algunos países como China, Nepal, India y Rusia, siendo cada vez más frecuentes las imágenes captadas por cámaras en lugares en los que estos animales habían dejado de existir tiempo atrás. En los esteros del Iberá (Argentina), un ambicioso proyecto llevado a cabo por la Fundación Rewilding Argentina está trayendo de vuelta a especies que se habían extinguido en la zona tiempo atrás, como el jaguar, el oso hormiguero y la nutria gigante. Recientemente, Ecuador anunciaba la creación de la mayor reserva marina del mundo, un corredor entre las Galápagos y la isla del Coco, perteneciente a Costa Rica. En España, la inclusión el pasado año del lobo ibérico en el Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial puede marcar un antes y un después en la recuperación de esta especie clave para los ecosistemas.

Historias de éxito que dan ejemplo

Es importante conocer en detalle cómo se están consiguiendo estas historias de éxito, qué camino han recorrido y qué puede extraerse como aprendizaje de cada una de ellas para aplicar en otros casos. Hay numerosos proyectos de conservación de naturaleza a lo largo del mundo que están funcionando gracias a la combinación de unos fondos económicos permanentes y acordes, tiempo y conocimiento teórico y práctico. Sin duda, el asesoramiento científico está resultando ser clave y la formación de veterinarios, guardaparques y técnicos de campo, por citar algunas profesiones vinculadas al medio ambiente, se antoja vital. Pero esto no es todo, es necesario trabajar con todos los actores involucrados tanto en un problema dado como en la búsqueda de soluciones para el mismo. La conservación de la naturaleza es una tarea multidisciplinar en la que personas con perfiles muy diferentes (científicos, políticos, empresarios) tienen que contribuir, cada uno desde su parcela de responsabilidad, asumiendo que el modelo económico y de sociedad en el que hemos vivido las últimas generaciones tiene que cambiar necesariamente, que estamos en la transición hacia otro planteamiento. Y no podemos olvidarnos de poderosas armas como la educación y, obviamente la comunicación en todas sus formas, que en la era de internet abre infinitas posibilidades y conecta al mundo en segundos. La sociedad tiene que entender en qué punto estamos y qué está en juego. Hoy tenemos la certeza de que pretender conservar sin incluir el factor humano posiblemente sea una estrategia que condene al fracaso las ideas propuestas, de ahí la coordinación y la comunicación entre diferentes sectores.

El factor humano es clave

Como ejemplo de caso positivo donde ciencia y sociedad se dan la mano podemos citar el del guirre, subespecie canaria del alimoche. Esta carroñera ha triplicado su población —pasando de 21 parejas reproductoras en 1998 a 67 en 20 años— en Fuerteventura y Lanzarote, sus dos últimos refugios. Esta mejora se ha producido gracias a las medidas implementadas siguiendo el criterio de expertos del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y trabajando en las soluciones con colectivos clave. En este caso, los impactos prioritarios que desencadenaron la caída de sus poblaciones eran los accidentes vinculados a las líneas eléctricas y la ingestión de carroña envenenada. Frente a esto, se tomaron medidas de corrección sobre los tendidos eléctricos, con el fin de hacerlos más seguros, y se llevaron a cabo campañas de concienciación para abordar la problemática del uso de vennos y reducir su presencia en el medio.

El factor humano es clave. - iStock

Frenar el deterioro de la naturaleza es posible

Podemos iniciar la remontada y recuperar ecosistemas y especies para garantizar su viabilidad futura. Tenemos a la ciencia y la experiencia de miles de profesionales entregados en cuerpo y alma a la conservación de la naturaleza, cada uno desde su área de trabajo. Las nuevas generaciones están más concienciadas sobre qué consecuencias tienen nuestros actos, sobre dónde desembocan las decisiones tomadas por la humanidad. Por ello, cada vez más personas son conscientes de que tenemos que cambiar el modo en que producimos nuestro alimento y, también, el modo en que nos transportamos en el día a día, por dar dos ejemplos que últimamente van calando más en el conjunto de la sociedad. Pese a todo, en este punto es honesto preguntarse por qué no está siendo suficiente con el esfuerzo actual, por qué la naturaleza se desvanece ante nuestros ojos pese a los esfuerzos y a la mayor concienciación. Puede afirmarse sin temor a equivocación que los fondos destinados para la protección de la naturaleza siguen siendo insuficientes. Hace falta que desde lo público y lo privado se destine más dinero a la biodiversidad, que esta pase a ser prioritaria, ya que no puede entenderse nuestro futuro sin un medio ambiente sano y equilibrado.

Pero más allá del dinero invertido en naturaleza, lo más obvio es que muchos de los impactos siguen dándose, y con capacidad para infligir un daño que supera el alcance de las medidas de conservación propuestas. La tendencia general de deterioro ambiental no se ha revertido. A día de hoy, la conservación de la naturaleza consiste demasiadas veces en achicar agua con un cubo mientras el Titanic se hunde. Muchas especies y los hábitats que ocupan siguen desprotegidos, sin planes específicos pese a lo alarmante de su situación.

La tendencia general de deterioro ambiental no se ha revertido

Tampoco podemos olvidarnos de la realidad socioeconómica. Sin un sistema que permita la justicia y la vida digna, millones de personas siguen abocadas a vivir bajo el umbral de la pobreza, en situaciones políticas inestables y sin posibilidad de llevar a la práctica la relación más sostenible con su entorno inmediato. Es difícil poder plantearte si puedes conservar a la singular rana o escarabajo que vive en tu región si no tienes acceso a bienes básicos ni un futuro a la vista.

Nos puede servir de ejemplo un estudio que analizó el impacto de los conflictos humanos sobre los ecosistemas africanos reveló una disminución general de la fauna en estos lugares entre 1946 y 2010. Pasado el periodo de guerras, la vida salvaje tardó en recuperarse o no llegó a hacerlo en todos los lugares, puesto que las carencias motivaban que no hubiera disponibilidad de dinero para la conservación eficaz de la naturaleza.

La protección de la biodiversidad sigue siendo realmente problemática en muchas regiones del mundo. Sin ir más lejos, en el año 2020 más de 220 defensores del medio ambiente fueron asesinados en el mundo, ya sea por sicarios contratados por empresas que tenían proyectos de gran alcance en la zona, por milicias o por furtivos. El ser humano se enfrenta en el presente siglo a los mayores retos a los que ha hecho frente y está en nuestras manos mejorar la situación que hemos heredado. Es posible, hay numerosos ejemplos que demuestran que el optimismo tiene cabida. Las generaciones futuras juzgarán si hicimos lo suficiente en este sentido, si sabiendo pormenorizadamente todo cuanto estaba ocurriendo tomamos las medidas correctas y con la suficiente decisión, si emprendimos el camino adecuado hacia una sociedad global mucho más justa y hacia una situación de mayor equilibrio entre nuestro desarrollo y la salud ambiental.

Este artículo fue originalmente publicado en una edición impresa de Muy Interesante.

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