Estar frente a una araña, una serpiente, una jeringuilla o tener que volar en avión pueden causar un estado de pánico y ansiedad a muchas personas. Se trata de un miedo irracional conocido como fobia. Las fobias, temores irracionales y extremos hacia objetos o situaciones específicas, no tienen un origen único, sino que pueden derivar de una combinación de factores genéticos, biológicos, psicológicos y ambientales. Además, cada persona es única, y el desarrollo de una fobia puede ser el resultado de una interacción también única de esos factores.

La mayoría de las veces no responden a la lógica y pueden incapacitar al sujeto que las sufre de manera puntual. A este tipo de fobias se les llama fobias simples y difieren de las fobias complejas en la incapacitación que provocan en el día a día. Es decir, uno no se encuentra con aterradoras arañas cada día, pero si a lo que tiene pánico es a encontrarse en espacios abiertos esto condiciona por completo la vida de una persona, que tenderá a no salir de casa más que lo necesario o incluso a no salir de ella: es la agorafobia, que no es sólo miedo a un espacio abierto sino al hecho de encontrarse en un lugar del que se piensa que no puede huir si hay algún peligro acechando.
Fobias de todo tipo
Fobias simples existen infinidad de ellas. Hay quienes no pueden ver, por ejemplo, una película como It, basada en la novela homónima de Stephen King, sin quedarse aterrado ya con la primera secuencia. La boca ensangrentada del payaso es más que suficiente para dejar paralizado a alguien que sufra de coulrofobia, temor a los payasos. Da igual que se trate del payaso más simpático del mundo, un coulrofóbico es capaz de sufrir un ataque de pánico sólo con ver los carteles anunciadores de un circo.

Las películas nos muestran distintas fuentes de fobias. En la clásica Poltergeist aparecía, además de un siniestro payaso, varios muñecos que se ponían en marcha solos, horrible para aquellos con pediofobia, árboles que cobran vida, auténtica pesadilla para gente con dendrofobia o hilofobia… Pero peor lo pasarían viendo la tercera parte de la saga los eisoptrófobos, aquellos con fobia a los espejos. Porque sí, los hay incapaces de tener un espejo en casa, y a veces no soportan ni siquiera el reflejo en otras superficies como un escaparate de la calle o un charco de agua.
Fobias religiosas
El mundo de lo espiritual y lo religioso también despierta muchos temores: satanofobia, demonofobia o espectrofobia son fáciles de definir. Pero ¿qué es la eclesofobia o la hagiofobia? Pues son las fobias a las iglesias, los lugares sagrados o a los santos. La zeusofobia hace referencia a Dios o a distintos dioses y la teofobia a las religiones. Uno puede evitar entrar en un templo pero no cruzarse con un sacerdote en un paseo por la calle y si tiene hierofobia tratará de huir de él. Y si hablamos del miedo al diablo… el pánico al 666 también tiene su nombre y es hexakosioihexekontahexafobia, abreviado trihexafobia.

Miedos tecnológicos
El avance tecnológico ha hecho surgir un amplio catálogo fóbico. Todo empezó con los aparatos mecánicos dando lugar a la mecanofobia. Y de ahí pasamos a la tecnofobia y ciberfobia, un terror enorme a los ordenadores, la informática, etc. Lo que es curioso es que algo hoy por hoy tan simple como un teléfono móvil provoque sentimientos tan dispares: los hay que no pueden ni tan siquiera acercarse a uno de estos aparatos y sufren de telefonofobia y otros, en cambio, sufren nomofobia (del inglés no-mobile-phone phobia) pánico a quedarse sin batería o cobertura. No poder hacer uso de su móvil les aterroriza.

Los avances tecnológicos también nos han proporcionado grandes avances en el campo de la astronomía y, a pesar de que cada día conocemos más cosas de lo que nos podemos encontrar mirando al cielo, quienes no son capaces ni de levantar la cabeza para mirarlo son los uranofóbicos. Asimismo, quienes se ven sobrepasados simplemente con pensar en el infinito del cosmos se llaman apeirofóbicos. Cometofobia, cosmicofobia, astrofobia, espaciofobia… todas estas fobias forman parte de la misma familia. Un astronauta no podría padecer ninguna de ellas, aunque si nos ponemos, tal vez su vocación se deba a que padece barofobia, miedo a la gravedad terrestre.
Y para concluir he aquí un catálogo también curioso de miedos a algo tan presente como el dinero. Presente relativamente, porque si lo que nos atemoriza es la ausencia de él, tan común en tiempos de crisis, podríamos estar padeciendo de peniafobia o temor a la pobreza. Esto puede entenderlo cualquiera, pero lo que nos es más difícil explicarnos en nuestra sociedad es el miedo al materialismo o llamado hilefobia. Y no sólo eso, los hay plutofóbicos, gente con temor a la riqueza y la abundancia. Lo más raro de todo, la crometofobia, un miedo absoluto al dinero y los valores capitales.
¿Puedo tener una fobia sin saberlo?

Es posible tener una fobia sin ser plenamente consciente de ella. Las fobias son trastornos de ansiedad caracterizados por un miedo intenso e irracional hacia un objeto, situación o actividad específica. En algunos casos, las personas pueden experimentar síntomas de fobia sin darse cuenta o sin reconocer plenamente el impacto que tiene en sus vidas. Así que si sospechas que podrías tener una fobia pero no estás seguro, es importante prestar atención a tus reacciones emocionales y físicas ante ciertos estímulos. Si experimentas ansiedad intensa, miedo irracional o evitas activamente ciertas situaciones, es probable que puedas tener algún tipo de fobia, y podría ser útil que hablaras con un profesional de la salud mental. Ellos pueden ayudarte a identificar y abordar cualquier fobia que puedas tener, y proporcionar estrategias para superarla.