Las fechas de Semana Santa cambian por un motivo astronómico cada año

La Semana Santa cambia de fechas cada año debido a un evento astronómico, tal y como se decidió en el Concilio de Nicea hace casi 1 700 años.
Las fechas de Semana Santa cambian por un motivo astronómico cada año

No es habitual encontrar una buena relación entre la Iglesia y algún tema científico, especialmente cuando hablamos de los inicios de esta institución hace siglos. Sin embargo la Semana Santa cristiana tiene un componente astronómico que se remonta al siglo IV d.C.

Si nos fijamos brevemente en la relación que ha tenido la Iglesia con el conocimiento científico a lo largo de la historia veremos que ha habido multitud de enfrentamientos y también cierto entendimiento. El caso más conocido es el de Galileo Galilei, al que se le prohibió divulgar y enseñar cualquier conocimiento relacionado con el heliocentrismo, con la idea de que la Tierra giraba alrededor del Sol y no al revés. Esta teoría no se originó en el propio Galileo. Noticiones similares, aunque no muy desarrolladas, se habían visto en la antigua Grecia, donde pensadores como Aristarco de Samos habían medido el tamaño del Sol y la Luna en comparación con el de la Tierra y habían calculado la distancia que los separaba.

Aunque las medidas de Aristarco no fueron demasiado buenas, fueron suficiente como para determinar que el Sol debía ser considerablemente más grande que nuestro planeta. Esto le llevó a deducir que debía ser la Tierra la que daba vueltas alrededor del Sol, pues para él tenía más sentido que el cuerpo grande dominara sobre el pequeño, dictando su movimiento. Estas ideas sin embargo no tuvieron una acogida general, pues el geocentrismo, que Ptolomeo sintetizó unos siglos después, fue la visión popular del pensamiento occidental durante más de un milenio. Esto empezó a cambiar con la introducción del heliocentrismo de Copérnico, aunque lentamente. Al fin y al cabo lo que Copérnico propuso fue tan solo un cambio de perspectiva, más que un nuevo mecanismo que explicaría el verdadero orden del universo.

Es por esto que durante las primeras décadas del heliocentrismo, la Iglesia no vio demasiado peligro en él. No fue hasta que astrónomos como Kepler y Galileo ofrecieron pruebas empíricas y teóricas que explicaban y apoyaban el heliocentrismo que se vio peligro en ellas.

También la historia de Giordano Bruno tiene un lugar importante en las relaciones entre Iglesia y ciencia. Bruno fue condenado a arder en la hoguera por defender lo que la Iglesia consideró herejías. Además de algunas ideas de carácter más filosófico, Bruno defendía que el universo era mucho mayor que el planeta Tierra o que incluso el sistema solar y que, por ejemplo, las estrellas que veíamos en el firmamento eran soles como el nuestro pero situados tan increíblemente lejos que los percibíamos como puntitos diminutos. Esta idea acabó siendo cierta, como se demostraría más de un siglo después.

La historia de la ciencia también está llena de personajes religiosos que han hecho grandes contribuciones al saber humano. Gregor Mendel, el padre de la genética, una de los desarrollos que más afianzó la teoría de la evolución de Darwin, era un fraile agustino de origen austriaco. A día de hoy se conocen muchos casos de fundamentalistas religiosos, especialmente en Estados Unidos, que defienden el creacionismo como la explicación correcta del origen de la vida sobre nuestro planeta. Sin embargo la postura oficial de la Iglesia Católica no es la del creacionismo, sino que está más cercana a la del Darwinismo, aunque dando al ser humano un lugar especial entre el resto de seres vivos, entre otras cosas por ser el único que tendría alma, creada por Dios. Esto no es lo que la evidencia científica indica, pero sin duda está más próximo a ésta que lo que defienden los fundamentalistas que toman lo descrito en el libro del Génesis de la Biblia como hechos literales.

Otro científico cristiano que hizo grandes contribuciones fue el cura católico Georges Lemaître, de origen belga, que trabajó activamente en el estudio de la expansión del universo, además de en la teoría del Big Bang, que explicaría los orígenes de este y cómo habría resultado en esa expansión que observamos a día de hoy.

Pues bien, la misma Iglesia, aunque muchos siglos antes, decidió utilizar un evento astronómico para determinar la fecha en la que tendría lugar la celebración de la pascua cada año. Esto se decidió en el Concilio de Nicea, celebrado en el año 325 d.C. Antes de este concilio al parecer diferentes comunidades y regiones celebraban la pascua en momentos diferentes. Lo que se decidió en este concilio fue que el Domingo de Resurrección se celebraría el domingo inmediatamente después de la primera luna llena de primavera. Como consecuencia, este día sólo podrá caer entre el 22 de marzo y el 25 de abril. En el año 2023 la primera luna llena de la primavera tendrá lugar el jueves 6 de abril (el jueves santo), por lo que el siguiente domingo será el día 9. Para el próximo año este día se celebrará el 31 de marzo, pues la luna llena ocurrirá el lunes anterior, el 25 de marzo.

Referencias:

  • National Center for Science Education; Creationists and the Pope's Statement, Eugenie C. Scott, 2003
  • "name change for Hubble Law". Nature. 563 (7729), doi:10.1038/d41586-018-07180-9

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