Hoy en día, este modismo malsonante se utiliza para designar a quien muestra mal carácter, mal genio o malas intenciones.
El origen de la expresión se remonta a la antigua creencia de que la leche con que se amamantaba influía en el carácter. Por ejemplo, Aristóteles aseguraba que existía una cierta organización social que venía determinada por la leche mamada. Así, los miembros naturales de una aldea eran los que habían ingerido la misma leche. Por su parte, San Agustín recomendaba que los niños cristianos no fueran amamantados por amas paganas, porque esto influiría negativamente en su fe. Los médicos también aconsejaban que se buscaran nodrizas sanas física y mentalmente.
La creencia en la influencia de la leche materna en el carácter de una persona ha sido objeto de debate y reflexión a lo largo de la historia, reflejando las complejas interacciones entre las concepciones culturales, sociales y científicas sobre la crianza y el desarrollo humano. Si bien en el pasado se atribuían ciertas cualidades y características a la leche materna, la comprensión moderna de la genética y la psicología infantil ha desafiado estas ideas.
