Resumir dos mil años de arte bélico en solo diez creaciones pictóricas supone dejar fuera muchas obras maestras (entre ellas, La Libertad guiando al pueblo, de Eugène Delacroix, La guerra de las trincheras, de Otto Dix, o Las consecuencias de la guerra, de Peter Paul Rubens). Pero las piezas escogidas, que abarcan diversos estilos, épocas y temáticas y presentamos por orden cronológico, no son solo hitos de la Historia del Arte, sino también símbolos universales de la guerra y sus consecuencias.
1. El mosaico de Issos (Anónimo, 100 a.C.)
Compuesto por un millón y medio de pequeñas teselas de vivos colores –algo excepcional para la época– y con un tamaño de casi 15 metros cuadrados, parece ser la copia romana de una pintura griega de 325 a.C. atribuida a Filoxeno de Eretria. En él se retrata la victoria de Alejandro Magno sobre Darío III, el último rey persa de la dinastía Aqueménida.

Actualmente, el mosaico se encuentra en el Museo Arqueológico Nacional de Nápoles, aunque no en el suelo (que era su emplazamiento original en la vivienda del patrón romano que muy probablemente encargó el trabajo), sino en un muro.
2. La muerte del comandante Peirson (John Singleton Copley, 1783)
Quizá el arte no pueda cambiar los acontecimientos históricos, pero sí puede cambiar la percepción de la Historia. La muerte del comandante Peirson es un ejemplo de ello. Cuando los franceses invadieron Saint Helier (capital de la isla de Jersey) en 1781, el gobernador rindió la ciudad sin resistencia, pero un joven comandante se negó a claudicar y organizó un contraataque que acabó con la victoria sobre los invasores. Peirson murió antes del fin de la batalla, acribillado por un francotirador.

El pintor estadounidense Copley (1738-1815) retrató la muerte del comandante como si esta hubiera ocurrido en los momentos finales de la contienda, y el resultado fue la elevación de Peirson al rango de héroe nacional. A la épica del cuadro ayudan la bandera de la Unión que domina la escena y la venganza del sirviente negro contra el asesino de su amo.
3. Los fusilamientos del 3 de mayo (Francisco de Goya, 1813-1814)
Los fusilamientos del 3 de mayo fueron –junto con su “pareja”, La carga de los mamelucos en la Puerta del Sol– un encargo del regente don Luis de Borbón para conmemorar la defensa llevada a cabo por los madrileños contra Napoleón.
La figura que enfrenta a los soldados franceses con los brazos abiertos y camisa blanca simboliza la inocencia de un pueblo, el español, que se enfrentó al despotismo del que por aquel entonces era conocido como “el tirano de Europa”. Dice la leyenda que en la madrugada del 3 de mayo no hubo una sola familia de Madrid que no contara con alguno de sus miembros entre los ejecutados.

4. La batalla de Cesme de noche (Iván Aivazovsky, 1848)
Aivazovsky fue el último gran pintor romántico ruso y es conocido por sus cuadros de batallas navales. Este artista está considerado como uno de los mejores pintores de marinas –obras de temática marítima, pero también sobre lagos o ríos– de la Historia.
En La batalla de Cesme de noche, Aivazovsky representa la victoria de la flota rusa en 1770 sobre la escuadra otomana en Cesme, en la costa de Turquía, retratando el infierno de un mar en llamas en el que decenas de barcos son engullidos por las aguas. Rusia no fue nunca una potencia marítima, pero su victoria en la batalla de Cesme contribuyó a que consolidara la hegemonía en su área de influencia militar y comercial.

5. Washington cruzando el Delaware (Emanuel Gottlieb Leutze, 1851)
Es llamativo que uno de los cuadros que mejor representan un acontecimiento clave (aunque relativamente menor) de la Historia de Estados Unidos sea obra de un artista de origen alemán. La pintura de Leutze muestra a George Washington cruzando el río Delaware junto a su ejército la noche del 25 al 26 de diciembre de 1776.
La acción sorpresa formaba parte del plan de ataque contra los soldados hessianos, mercenarios alemanes contratados por el gobierno británico que se encontraban acantonados en Trenton, Nueva Jersey. La batalla acabó con la victoria de las fuerzas del general Washington. El resultado fue una inyección de moral para las diezmadas fuerzas del Ejército Continental y un sensible aumento de los alistamientos.

6. La batalla de Grunwald (Jan Matejko, 1878)
Considerada por muchos especialistas como una de las pinturas más caóticas de la Historia del Arte –y por un crítico francés de la época como “un museo entero por sí solo, que necesita ocho días de estudio para ser comprendido en su totalidad”–, La batalla de Grunwald es una de las obras más importantes de la pintura polaca.
En ella se representa la victoria, en 1410, de la Corona del Reino de Polonia y el Gran Ducado de Lituania sobre la Orden Teutónica, fundada en Palestina durante la Tercera Cruzada. En el cuadro puede reconocerse literalmente a docenas de personajes de la época, como Ulrich von Türingen, Gran Maestro de los Caballeros Teutónicos; Vitautas el Grande, Gran Duque de Lituania, o Estanislao de Cracovia, obispo y mártir polaco.

7. ¡Viva Escocia! (Lady Butler, 1881)
Lady Butler es una de las pocas mujeres que se ganaron el reconocimiento de sus coetáneos como pintoras de batallas, un género considerado como arquetípicamente masculino por entonces.
En ¡Viva Escocia!, Lady Butler retrató la carga del regimiento de caballería británico Royal Scots Greys durante la batalla de Waterloo. En realidad, el regimiento no cargó al galope, sino al trote (debido al mal estado del terreno), y Lady Butler no vio jamás una batalla como la de su pintura. Para la realización del cuadro, la pintora británica acompañó a su marido, militar, durante las maniobras de su unidad y se colocó frente a un regimiento de caballos a la carga para captar sus movimientos. El resultado es uno de los cuadros más espectaculares (y amenazadores) de la Historia de la pintura de batallas.

8. La carga de los lanceros (Umberto Boccioni, 1915)
El italiano Boccioni es uno de los principales representantes del movimiento futurista, ese en cuyo manifiesto fundacional, escrito por el poeta Filippo Tommaso Marinetti, se decía que un automóvil de carreras “que ruge y que parece correr sobre la metralla” es más bello que la Victoria de Samotracia.
Pero en La carga de los lanceros Boccioni no retrata un automóvil de carreras, sino un caballo que salta por encima de las bayonetas alemanas. En sus pinturas, los caballos eran símbolos de la clase obrera, así que este cuadro, una rareza en el contexto de su obra, critica el sinsentido de una guerra decidida por las élites pero sufrida por los más débiles.

9. Guernica (Pablo Picasso, 1937)
El gobierno de la Segunda República encargó al artista malagueño un cuadro para el Pabellón de España en la Exposición Internacional de París de 1937. Cuando la Legión Cóndor alemana bombardeó el pueblo vizcaíno de Guernica el 26 de abril de 1937, Picasso decidió que ese crimen de guerra atroz sería el tema de su pintura.

Apenas un mes y medio tardó en pintar el cuadro probablemente más icónico del siglo XX, en su estudio de la Rue des Grands Augustins de París. El proceso de creación del Guernica fue fotografiado por Dora Maar, su amante, y el resto es Historia del Arte.
10. Whaam! (Roy Lichtenstein, 1963)
A Lichtenstein se le critica su descarada apropiación de obras ajenas (Whaam! es en realidad una viñeta de un cómic de la editorial estadounidense DC llamado All American Men of War), pero nadie en su sano juicio puede discutirle su papel de icono del pop art junto a Andy Warhol.

Con Whaam!, el norteamericano elevó el cómic a categoría de arte y convirtió una simple viñeta en poesía visual: “Apreté el botón de fuego y delante de mí los misiles resplandecieron en el cielo”. Una frase banal en el contexto de un tebeo bélico, pero que en el lienzo de Lichtenstein se convierte en algo mucho más grande.