El gran choque galáctico entre Andrómeda y la Vía Láctea podría no suceder jamás, según nuevos cálculos astronómicos

Un nuevo estudio basado en miles de simulaciones y datos de la misión Gaia y el telescopio espacial Hubble concluye que la esperada colisión entre la Vía Láctea y Andrómeda podría no ocurrir nunca.
Fuente: ChatGPT / E. F.

Durante años, los astrónomos nos han contado que la Vía Láctea y Andrómeda estaban condenadas a colisionar, aunque no es la única colisionases galáctica conocida. Incluso aparecía en documentales, infografías y libros como un destino inevitable dentro de unos cinco mil millones de años. Para muchos, esa fusión titánica entre galaxias era el final escrito de nuestra casa cósmica. Sin embargo, un nuevo estudio desafía por completo esa historia. Y no se trata de una especulación sin base, sino de una investigación robusta basada en los datos más precisos disponibles.

Este nuevo trabajo, publicado en Nature Astronomy y liderado por el astrofísico Till Sawala, se apoya en observaciones del telescopio espacial Hubble y de la misión Gaia. A diferencia de estudios anteriores, este equipo no solo aplicó modelos más completos, sino que ejecutó más de 50.000 simulaciones con variables realistas y márgenes de error bien definidos. ¿El resultado? Una sorpresa: la probabilidad de que ambas galaxias colisionen no es una certeza, sino una posibilidad cercana al 50%.

Una predicción menos fatalista de lo que creíamos

La idea de un choque entre la Vía Láctea y Andrómeda se basa en su movimiento relativo. Ambas galaxias se están acercando a unos 110 kilómetros por segundo, lo que llevó a suponer que, inevitablemente, acabarían fusionándose. De hecho, estudios anteriores que no incluían el efecto de otras galaxias del entorno predecían una colisión segura en unos 4,5 a 5 mil millones de años.

Lo que cambia el panorama es la introducción de más galaxias en el modelo, concretamente M33 (Triángulo) y la Gran Nube de Magallanes (LMC). Según los autores, “el efecto del LMC reduce la probabilidad de una fusión entre la Vía Láctea y Andrómeda”, al alterar significativamente el movimiento de nuestra galaxia.

Este resultado se basa en un análisis estadístico masivo que incluyó incertidumbres en la masa, velocidades y posiciones de las galaxias. Hasta ahora, los modelos usaban valores promedio como si fueran exactos. Este nuevo enfoque aporta una visión mucho más realista, y por ello, más incierta. Según el paper, “la probabilidad de que ocurra una colisión en los próximos 10 mil millones de años es del 54%, pero no mayor”.

Fuente: Nature Astronomy

El papel de la Gran Nube de Magallanes

Una de las grandes novedades del estudio es el protagonismo de la Gran Nube de Magallanes, una galaxia enana satélite de la Vía Láctea. Aunque más pequeña, su masa es significativa y su órbita influye en el centro de gravedad del sistema. El equipo demostró que, en ciertas condiciones, el efecto gravitatorio del LMC puede acelerar o desviar a la Vía Láctea lo suficiente como para evitar el impacto con Andrómeda.

Según explican los investigadores, “la inclusión del LMC resulta en una menor velocidad transversal medida entre la Vía Láctea y Andrómeda”, lo que modifica las condiciones orbitales del sistema. En muchos de los escenarios simulados, esa alteración es suficiente para que las galaxias simplemente pasen cerca una de otra sin llegar a fundirse.

También se tuvo en cuenta la posible fusión del LMC con la Vía Láctea, que según el modelo es casi inevitable en el plazo de 1,3 a 1,9 mil millones de años, dependiendo del umbral considerado. Esta fusión previa podría modificar aún más la dinámica entre nuestra galaxia y Andrómeda.

Existe más del 50 % de probabilidad de que la Vía Láctea y Andrómeda no colisionen. Fuente: ChatGPT / E. F.

Qué podría ocurrir en lugar de una colisión

En los escenarios donde no hay fusión, lo que sucede es un encuentro galáctico cercano. En estos casos, ambas galaxias pasan a una distancia de entre 200.000 y 400.000 años luz, lo bastante cerca para producir distorsiones gravitatorias leves, pero sin desencadenar una fusión.

La clave aquí es la energía orbital. Si no se pierde la suficiente energía durante el primer paso cercano —por mecanismos como la fricción dinámica—, las galaxias seguirán sus trayectorias sin colisionar. El paper establece que “las órbitas que se aproximan a menos de 200 kpc suelen acabar en una fusión, mientras que otras no se acercan lo suficiente como para que la fricción dinámica sea eficaz”.

Estos resultados no solo modifican la predicción para nuestra galaxia, sino que tienen implicaciones más amplias sobre cómo entendemos las interacciones cósmicas. Muchas fusiones de galaxias observadas en el universo podrían tener orígenes más complejos o inciertos de lo que se pensaba.

Fuente: Nature Astronomy

Incertidumbres, límites y próximos pasos

Aunque el estudio es el más completo hasta la fecha sobre este tema, los propios autores reconocen que aún hay margen para mejorar la precisión. Uno de los factores más difíciles de medir es el movimiento transversal de Andrómeda, es decir, su desplazamiento lateral respecto a la Vía Láctea.

Esa medida es fundamental, ya que determina si la trayectoria es lo bastante “directa” como para propiciar una fusión. Aunque los datos actuales de Gaia DR3 son los más precisos hasta ahora, el artículo subraya que “incluso con mediciones más exactas del movimiento propio de M31, no se podría determinar aún un desenlace definitivo”.

Otra fuente de incertidumbre importante es la masa real de las galaxias implicadas. Las simulaciones muestran que si la masa de la Vía Láctea o de M31 es mayor de lo estimado, la probabilidad de colisión aumenta, mientras que una masa mayor del LMC tiende a reducirla. Así, hasta que no se logren mediciones más exactas de todos estos parámetros, el destino de nuestra galaxia seguirá siendo un enigma abierto.

Referencias

  • Till Sawala, Jehanne Delhomelle, Alis J. Deason, Carlos S. Frenk, Jenni Häkkinen, Peter H. Johansson, Atte Keitaanranta, Alexander Rawlings & Ruby Wright. No certainty of a Milky Way–Andromeda collision. Nature Astronomy (2025). DOI: 10.1038/s41550-025-02563-1.

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