Científicos asombrados al descubrir que los tomates en las Islas Galápagos parecen estar evolucionando a la inversa: están recuperando un escudo molecular ancestral ya desaparecido

En las islas más jóvenes del archipiélago de Galápagos, unos tomates silvestres están reescribiendo las reglas de la evolución al reactivar una antigua defensa química extinguida hace millones de años.
Un equipo internacional descubre que ciertas especies silvestres de tomate en las islas más jóvenes del archipiélago están recuperando defensas químicas ancestrales desaparecidas hace millones de años. Representación fantasiosa. Foto: ChatGPT-4o/Christian Pérez

En las abrasadoras superficies de lava de las islas occidentales de Galápagos, donde el viento barre un suelo casi sin nutrientes y el paisaje parece de otro planeta, crecen unos tomates que están desafiando las reglas establecidas de la evolución. Lejos de adaptarse hacia formas más modernas o complejas, estas plantas están dando marcha atrás, recuperando características que se creían perdidas para siempre.

Así lo revela un nuevo estudio publicado en Nature Communications y liderado por un equipo de científicos de la Universidad de California, Riverside, y del Instituto Weizmann de Israel. El hallazgo ha dejado perplejos a los biólogos evolutivos: por primera vez se documenta con precisión química y genética un caso de “evolución inversa” en plantas, un concepto que hasta ahora se consideraba extremadamente raro y difícil de demostrar.

Lo que estas plantas están haciendo no es simplemente mutar de manera aleatoria, sino revivir, con sorprendente exactitud, una antigua maquinaria bioquímica que les permite fabricar compuestos tóxicos que ya no se encuentran en sus parientes modernos. En otras palabras, están resucitando un escudo molecular ancestral que había quedado enterrado en su ADN desde hace millones de años.

Una defensa química prehistórica

El estudio se centra en dos especies de tomates silvestres: Solanum cheesmaniae y Solanum galapagense, descendientes de plantas sudamericanas que llegaron a las islas probablemente transportadas por aves. Los científicos analizaron más de medio centenar de muestras recogidas en distintas islas del archipiélago. Y fue en las más jóvenes y volcánicamente activas —como Fernandina e Isabela— donde se detectó un patrón inesperado.

Los tomates de estas islas no solo producían alcaloides —compuestos amargos que actúan como pesticidas naturales—, sino que fabricaban una versión arcaica de estos compuestos, muy similar a los que se encuentran en las berenjenas y que no se había observado en tomates desde tiempos ancestrales. En cambio, en las islas orientales, más antiguas y estables, las plantas seguían elaborando las versiones modernas habituales en los cultivos actuales.

Una nueva investigación descubre que algunas plantas insulares están recuperando rasgos perdidos hace millones de años
Una nueva investigación descubre que algunas plantas insulares están recuperando rasgos perdidos hace millones de años. Foto: Istock

Este cambio no es trivial. La clave está en la estereoquímica: aunque los alcaloides “antiguos” y “modernos” están formados por los mismos átomos, su disposición tridimensional es diferente, lo que altera completamente su comportamiento biológico. Esta configuración es como una cerradura química: basta una mínima variación para que cambie la forma en que actúa en el organismo.

Solo cuatro aminoácidos lo cambiaron todo

Para entender cómo estas plantas lograban esta transformación, el equipo identificó el enzima responsable del ensamblaje final de los alcaloides. El descubrimiento más asombroso fue que solo hacían falta cuatro cambios en la cadena de aminoácidos de ese enzima para revertir su función y devolverlo a su versión ancestral. Con esta mutación, las plantas recuperaban la capacidad de sintetizar los compuestos “prehistóricos”.

Los investigadores incluso sintetizaron estos genes modificados en el laboratorio y los introdujeron en plantas de tabaco, que comenzaron a producir los antiguos alcaloides. La prueba era concluyente: no se trataba de una coincidencia ni de una simple mutación espontánea, sino de un retorno funcional y estructurado a una vía bioquímica olvidada.

La distribución geográfica del fenómeno también sugiere una causa ambiental. Las islas occidentales, jóvenes y azotadas por condiciones extremas, parecen ejercer una presión evolutiva distinta, donde recuperar defensas más agresivas podría suponer una ventaja vital. La selección natural, en este contexto, no estaría empujando hacia adelante, sino rescatando soluciones del pasado.

Especies de tomates de las Islas Galápagos
Izquierda: especie de tomate silvestre de las Galápagos que ha reactivado compuestos tóxicos ancestrales. Derecha: planta de tomate cultivada con alcaloides modernos típicos de las variedades actuales. Fotos: Adam Jozwiak/UCR/Christian Pérez

¿Un caso único... o una ventana a lo que nos espera?

El concepto de “evolución inversa” siempre ha generado escepticismo. La teoría clásica considera que una vez que un rasgo se pierde, es extremadamente improbable que vuelva a surgir por la misma vía genética. Sin embargo, este estudio demuestra que no solo es posible, sino que puede ocurrir de forma precisa, coherente y en poblaciones enteras.

Casos puntuales se han documentado antes, como serpientes que recuperan patas rudimentarias o bacterias que reactivan genes antiguos. Pero nunca con este nivel de detalle químico y en una planta de interés alimentario global. El tomate, después de todo, es uno de los alimentos más consumidos del planeta.

Este descubrimiento no solo reescribe el manual de la evolución vegetal, sino que también abre nuevas puertas a la ingeniería genética. Si basta modificar unos pocos aminoácidos para reconfigurar una ruta bioquímica, podríamos diseñar cultivos más resistentes a plagas, más seguros para el consumo humano o incluso con propiedades medicinales. Pero antes, como advierte el equipo, es imprescindible comprender cómo lo hace la naturaleza.

Un pasado que se resiste a desaparecer

En última instancia, este hallazgo pone de relieve una idea poderosa: la evolución no es una línea recta hacia el “progreso”. Es una danza compleja, un vaivén en el que a veces avanzar implica mirar hacia atrás. El genoma guarda una memoria de soluciones pasadas, listas para resurgir cuando las circunstancias lo exigen.

Que esto haya ocurrido en las remotas y casi vírgenes islas Galápagos no es casual. Este laboratorio natural, que ya inspiró a Darwin en su día, sigue ofreciéndonos lecciones profundas sobre la flexibilidad de la vida. Y quizás, como insinúa el estudio, lo que vemos en estos tomates podría ser solo un ejemplo de un fenómeno más amplio, que incluya incluso a nuestra propia especie si las condiciones del planeta cambian lo suficiente.

Referencias

  • Jozwiak, A., Almaria, M., Cai, J. et al. Enzymatic twists evolved stereo-divergent alkaloids in the Solanaceae family. Nat Commun 16, 5341 (2025). doi:10.1038/s41467-025-59290-4

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