¿Y si no fueras del todo tú? Este parásito común podría estar influyendo en tu personalidad sin que lo sepas, según la ciencia

Millones de personas conviven con un parásito sin saberlo. Lo sorprendente es que 'Toxoplasma gondii' no solo afecta al cuerpo: puede alterar emociones, decisiones y hasta el comportamiento social.
¿Y si no fueras del todo tú? Este parásito común podría estar influyendo en tu personalidad sin que lo sepas, según la ciencia
Científicos confirman que ciertos parásitos pueden provocar cambios en la personalidad y conducta. Representación gráfica. Fuente: Sora / Edgary Rodríguez R.

No da fiebre. No duele. Y en la mayoría de los casos, pasa completamente desapercibido. Pero Toxoplasma gondii, uno de los parásitos más comunes en el mundo, podría estar influyendo en tu comportamiento más de lo que imaginas. Un nuevo estudio publicado en Frontiers in Psychiatry explora cómo esta infección silenciosa tiene el potencial de alterar rasgos de personalidad, el sistema nervioso y la regulación de neurotransmisores clave como la dopamina.

La investigación, liderada por el forense Marco Goczol, revela que hasta el 80  % de los adultos mayores podrían estar infectados con este parásito, que generalmente se adquiere a través de alimentos contaminados o el contacto con gatos. Aunque en personas sanas permanece en estado latente durante años, su presencia en el cerebro puede afectar zonas clave relacionadas con el miedo, la motivación y el control de impulsos. No se trata de ciencia ficción: diversos experimentos han demostrado efectos similares en animales, y ahora se acumulan evidencias en humanos.

Lo llamativo no es solo la alta prevalencia, sino los posibles cambios en la conducta que se han observado. Personas infectadas muestran, según estudios poblacionales, mayor inclinación al riesgo, reacciones más lentas y patrones emocionales alterados. El impacto puede parecer sutil, pero plantea interrogantes profundos sobre cuánto control tenemos realmente sobre nuestras decisiones y personalidad.

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El parásito se reproduce en gatos y puede infectar humanos a través de carne contaminada o contacto con heces. Una vez en el cuerpo, llega al cerebro y forma quistes que alteran la función neuronal. Representación artística: Fuente: Sora / ERR.

Una estrategia evolutiva que manipula desde el interior

Lejos de ser un accidente, este tipo de influencia parece estar inscrita en la estrategia evolutiva de muchos parásitos. Como destaca el estudio, organismos como T. gondii han desarrollado mecanismos para alterar el comportamiento de sus hospedadores, con el fin de facilitar su propia supervivencia y propagación. En ratas, por ejemplo, el parásito elimina el miedo a los gatos, su depredador natural, lo que aumenta las probabilidades de que el ciclo de vida del parásito se complete.

En humanos, este tipo de manipulación es más difícil de detectar, pero el estudio detalla cómo T. gondii forma quistes en el cerebro, especialmente en áreas como el sistema límbico, que regula las emociones.

Al expresar enzimas que aumentan la producción de dopamina, una sustancia asociada al placer, la recompensa y el comportamiento impulsivo, el parásito modifica el equilibrio bioquímico del cerebro.

Además de T. gondii, se conocen otros parásitos con efectos similaresTrypanosoma brucei, causante de la enfermedad del sueño, puede provocar alteraciones del ciclo sueño-vigilia y cambios de comportamiento. Y Bartonella henselae, bacteria responsable de la enfermedad por arañazo de gato, ha sido vinculada con síntomas neuropsiquiátricos como ansiedad extrema, depresión resistente al tratamiento y alucinaciones.

Un nuevo frente en salud mental: infecciones que alteran la conducta

Las conclusiones del estudio invitan a replantear cómo entendemos los trastornos de comportamiento. Si bien factores genéticos, ambientales y psicológicos han sido ampliamente estudiados, las infecciones parasitarias ofrecen una vía menos explorada pero potencialmente crucial. Las alteraciones de neurotransmisores inducidas por parásitos podrían contribuir al desarrollo de patologías como esquizofrenia, depresión o ansiedad.

Uno de los mecanismos más consistentes que describe la investigación es el aumento en la síntesis de dopamina causado por T. gondii. La dopamina no solo está vinculada al placer, sino también a la motivación, la atención y la toma de decisiones. Un exceso puede provocar impulsividad, menor capacidad de planificación y mayor vulnerabilidad a conductas de riesgo. Esto explicaría, en parte, por qué las personas infectadas tienden a asumir más riesgos, según hallazgos anteriores.

Incluso se han detectado correlaciones entre la infección y mayor incidencia de accidentes de tráfico, reflejo de una conducta más imprudente.

Pero los investigadores van más allá: plantean que los efectos del parásito podrían extenderse también al ámbito social, modificando la forma en que interactuamos con los demás, respondemos al estrés o establecemos vínculos.

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Estudios muestran que las personas con toxoplasmosis latente tienen mayor inclinación al riesgo, impulsividad y menor capacidad de reacción. Representación artística. Fuente: Sora / ERR.

Más allá de Toxoplasma: un repertorio de parásitos que afectan el cerebro

Aunque T. gondii es el protagonista del estudio, no es el único capaz de intervenir en el comportamiento humano. Otras infecciones parasitarias también muestran potencial para provocar síntomas neurológicos y psicológicos.

Por ejemplo, Naegleria fowleri, conocida como “la ameba come-cerebros”, puede invadir el sistema nervioso central y causar alucinaciones, confusión y muerte en pocos días, aunque es extremadamente rara.

Más comunes, sin embargo, son las infecciones por Plasmodium (malaria) o Babesia, ambos protozoos que pueden provocar síntomas como confusión, agresividad, pérdida del habla o incluso convulsiones, especialmente en personas inmunocomprometidas. En los casos más graves, estas infecciones pueden imitar enfermedades neurológicas como el Parkinson o el Alzheimer.

Los mecanismos implicados varían: desde inflamación cerebral hasta manipulación del sistema inmunitario o alteraciones en la barrera hematoencefálica. Lo que todos estos casos tienen en común es que demuestran que los parásitos pueden tener efectos mucho más profundos y duraderos que los síntomas físicos inmediatos. La frontera entre salud corporal y salud mental se vuelve difusa cuando entran en juego agentes infecciosos capaces de alterar el cerebro desde dentro.

¿Cómo protegerse? Prevención y tratamiento en el punto de mira

El estudio también pone énfasis en la importancia de la prevención. Evitar el consumo de carne poco cocida, extremar la higiene al manipular tierra o arena, y tomar precauciones con los gatos (sobre todo en embarazadas) son algunas medidas recomendadas para reducir el riesgo de contagio con T. gondii. Se trata de una infección silenciosa, pero no inocua.

En cuanto al tratamiento, aún no existen terapias específicas para revertir los cambios conductuales asociados a la infección crónica. Algunos medicamentos antipsicóticos que modulan la dopamina han mostrado efectos prometedores en estudios preliminares, pero se necesitan más ensayos clínicos para validar su uso. También se estudian estrategias inmunomoduladoras que podrían reducir la inflamación cerebral causada por algunos parásitos.

El estudio concluye que debemos considerar las infecciones parasitarias no solo como una amenaza para la salud física, sino también como un factor potencialmente relevante en la aparición y el desarrollo de trastornos del comportamiento.

La investigación de estos vínculos podría abrir nuevas vías para el diagnóstico temprano y el tratamiento personalizado de enfermedades mentales.

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Toxoplasma gondii* se aloja en zonas clave del cerebro, como el sistema límbico, afectando la producción de dopamina y modificando la conducta del huésped. Fuente: iStock (composición).

Cuando el huésped pierde el control: ¿hasta qué punto somos nosotros mismos?

Una de las cuestiones más provocadoras que plantea esta investigación es de corte filosófico: ¿hasta qué punto nuestras emociones, decisiones y reacciones son realmente nuestras? Si un parásito puede modificar la producción de dopamina, alterar nuestra percepción del riesgo o intensificar nuestra impulsividad, ¿cuánto margen de agencia tenemos?

No se trata de exagerar ni de asumir que cada acto agresivo o temerario tiene un origen parasitario. Pero sí de aceptar que nuestro comportamiento es el resultado de una red compleja de influencias, donde la biología y los microorganismos que habitan en nuestro cuerpo tienen más protagonismo del que imaginamos. Comprenderlo no solo permite una mirada más integral de la salud mental, sino que también nos recuerda lo fascinantemente vulnerables que somos.

Así, este estudio no busca alarmar, sino ampliar el horizonte: la personalidad, ese concepto aparentemente tan individual, también puede ser modulada por agentes invisibles. Quizás la pregunta correcta no sea si estamos infectados, sino cuánto de lo que hacemos está condicionado por algo más que nuestra voluntad.

Referencias

  • Goczol, M. (2025). Sexually aggressive behavior triggered by parasitic infection–how parasites can influence our personality. Frontiers in Psychiatry16, 1555024. doi: 10.3389/fpsyt.2025.1555024

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