Científicos descubren qué ocurre en tu cerebro cuando mueres: una explosión química podría explicar por qué ves túneles, luces y seres queridos

Científicos proponen un nuevo modelo neurocientífico para explicar las experiencias cercanas a la muerte: una cascada química que transforma el colapso en lucidez.
El cerebro, en sus últimos instantes, libera una tormenta de actividad que la ciencia apenas empieza a comprender
El cerebro, en sus últimos instantes, libera una tormenta de actividad que la ciencia apenas empieza a comprender. Recreación artística. Foto: ChatGPT-4o/Christian Pérez

En los márgenes de la vida, cuando el cuerpo colapsa y el cerebro se enfrenta a su límite, ocurre algo tan fascinante como desconcertante: las llamadas experiencias cercanas a la muerte (ECM). Son relatos extraordinarios, cargados de simbolismo, emoción y sensaciones profundamente vívidas. Un túnel de luz, la presencia de seres fallecidos, una paz indescriptible, la visión panorámica de la propia vida... ¿Qué hay detrás de estos fenómenos?

Una nueva investigación publicada en la prestigiosa Nature Reviews Neurology propone por primera vez un modelo neurocientífico integral que intenta explicar de forma coherente qué sucede en el cerebro durante estos episodios límite. El equipo multidisciplinar, liderado por la neurocientífica Charlotte Martial y su grupo en la Universidad de Lieja, ha sintetizado décadas de estudios en neurobiología, psicología, farmacología y evolución para proponer lo que han bautizado como modelo NEPTUNE.

Lo que han descubierto es, simplemente, alucinante.

Cuando el cerebro colapsa... se ilumina

Lejos de apagarse sin más, el cerebro en situación crítica —por ejemplo durante una parada cardiaca— entra en una fase de hiperactividad breve pero intensa. La reducción del flujo sanguíneo, la falta de oxígeno (hipoxia) y el aumento del dióxido de carbono (hipercapnia) desencadenan un desequilibrio metabólico que provoca una avalancha de neurotransmisores: serotonina, dopamina, glutamato, noradrenalina, GABA, acetilcolina y endorfinas.

Cada una de estas sustancias, en ese estado alterado, activa distintos circuitos neuronales que, según los autores, pueden explicar buena parte del repertorio típico de las ECM: alucinaciones visuales, disociación del cuerpo, euforia, paz, recuerdos nítidos e incluso sensaciones místicas.

La serotonina, por ejemplo, se dispara en los momentos de hipoxia severa. Su interacción con receptores específicos (como el 5-HT2A) ha sido asociada con visiones y percepciones extraordinarias, muy similares a las que producen sustancias psicodélicas como la psilocibina o el DMT. Este tipo de activación podría estar detrás de los famosos "túneles de luz", los encuentros con entidades o la vivencia de un "más allá".

Pero el cuadro es aún más complejo.

Una cascada de neurotransmisores podría estar detrás de las visiones más intensas de quienes regresan del borde de la muerte
Una cascada de neurotransmisores podría estar detrás de las visiones más intensas de quienes regresan del borde de la muerte. Recreación artística. Foto: ChatGPT-4o/Christian Pérez

La química de lo inexplicable

Las endorfinas y el GABA inducen calma, alivian el dolor e inhiben el miedo. La dopamina, por su parte, intensifica el significado emocional de la experiencia, dándole ese matiz de "verdad absoluta". La acetilcolina y la noradrenalina parecen clave en la codificación de recuerdos, lo que explicaría por qué quienes han vivido una ECM recuerdan cada detalle con una nitidez inusual, incluso si estaban clínicamente inconscientes.

En otras palabras, el cerebro activa todos sus recursos, incluso en condiciones límite, para fabricar una experiencia coherente, cargada de sentido, e inolvidable.

El modelo NEPTUNE propone que esta reacción en cadena no es aleatoria ni caprichosa. Podría tener raíces evolutivas profundas.

¿Un mecanismo de defensa ancestral?

Entre los elementos más intrigantes de la propuesta científica está la idea de que las ECM podrían ser una sofisticada estrategia biológica: un mecanismo pasivo de supervivencia, similar a la tanatosis o "simulación de muerte" que se observa en muchos animales.

Cuando luchar o huir ya no es posible, el cerebro activaría un estado disociativo que desconecta al individuo del sufrimiento físico y de la percepción directa del entorno, pero mantiene cierto nivel de conciencia interna. En humanos, ese estado se manifestaría como la ECM, una construcción cerebral compleja que mezcla memoria, emoción y percepción, y que podría incluso favorecer la recuperación si la situación médica se revierte.

Este enfoque no solo ayuda a explicar por qué personas que no estuvieron clínicamente muertas —como quienes sufren síncopes, caídas de tensión o incluso experiencias meditativas extremas— pueden relatar ECMs. También reabre el debate sobre el concepto de consciencia en estados críticos, incluso sobre cuándo empieza y termina realmente la muerte cerebral.

¿Y si no todas las ECM son positivas?

Aunque la mayoría de testimonios hablan de paz, amor y trascendencia, también hay relatos de ECM negativas: angustiosas, perturbadoras, con imágenes de oscuridad o entidades aterradoras. El estudio reconoce este aspecto, aún poco explorado, y sugiere que factores como el estado emocional previo, las creencias personales o el contexto fisiológico específico podrían influir en la naturaleza de la experiencia.

En este sentido, el modelo NEPTUNE es abierto: no pretende dar respuestas definitivas, sino ofrecer una base coherente sobre la que construir futuras investigaciones empíricas. Sus autores insisten en que es un punto de partida, no una conclusión.

La frontera entre la vida y la muerte es más compleja —y luminosa— de lo que pensábamos
La frontera entre la vida y la muerte es más compleja —y luminosa— de lo que pensábamos. Foto: Istock/Christian Pérez

Más allá del misticismo, una ventana a la consciencia

Las ECM han sido tradicionalmente un terreno abonado para la espiritualidad, la religión y el misterio. Pero lo que esta nueva investigación propone no es descartar lo subjetivo, sino entenderlo desde la biología. No niega lo vivido por quienes han pasado por una ECM, sino que intenta comprender cómo el cerebro es capaz de generar experiencias tan intensas, organizadas y trascendentes en condiciones de colapso total.

El estudio no plantea un alma flotante ni un más allá físico. Pero tampoco reduce las ECM a simples alucinaciones sin valor. Al contrario: muestra cómo el cerebro humano, en su límite, es capaz de crear una última historia. Una narración sensorial y emocional de despedida. Un viaje que, en palabras de muchos sobrevivientes, "parecía más real que la propia vida".

Y quizá, entender cómo se construyen estas experiencias sea también una forma de entender qué es, en el fondo, la conciencia humana.

Referencias

  • Martial, C., Fritz, P., Gosseries, O. et al. A neuroscientific model of near-death experiences. Nat Rev Neurol 21, 297–311 (2025). DOI:10.1038/s41582-025-01072-z

Recomendamos en

La Luna se está oxidando y la culpable es la Tierra

Un nuevo estudio revela que el óxido hallado en la Luna se forma gracias al oxígeno procedente de la Tierra. Un vínculo inesperado que cambia nuestra visión del sistema Tierra-Luna.
  • Eugenio M. Fernández Aguilar