¿Qué es la felicidad? La ciencia tiene la respuesta

Desde el año 2013, por iniciativa de la Organización de las Naciones Unidas, cada 20 de marzo se celebra el Día Internacional de la Felicidad.
La felicidad explicada por la ciencia

Si tuviéramos que diseñar una línea del tiempo con los hitos más importantes de la felicidad, en ella no podría faltar el año 1776. Ese año fue publicada la Declaración de Independencia de los Estados Unidos, en ella se sostiene que todos los hombres tienen derecho a perseguir la felicidad.

Y es que ya lo decía Séneca en su “De vita beata”: todos los hombres, hermano Galión, quieren vivir felizmente.

La felicidad es un concepto fácil de entender, pero muy complicado de describir. Desde la más remota antigüedad se ha considerado que es un estado de satisfacción física y espiritual que se manifiesta de diferentes formas, en la cuales está vinculada a la motivación y al bienestar.

La felicidad es un concepto fácil de entender, pero muy complicado de describir. Foto: Istock

El país más feliz del mundo

Anualmente se publica el informe Mundial de la Felicidad, una encuesta en la que se clasifica a 156 países según el grado de satisfacción que perciben sus ciudadanos. En el año 2023 este ranking está encabezado por Finlandia, seguido de Dinamarca e Islandia. Nuestro país ocupa el puesto número 32º, por detrás de Reino Unido, Alemania o Francia, pero por delante de Portugal e Italia.

Ahora bien, ¿qué factores influyen en que seamos felices? Sin duda alguna, en el polinomio encontramos muchos factores pero que podemos sintetizarlos en cinco: la forma de entender la vida, cómo somos capaces de disfrutar cada momento, la satisfacción con nuestra propia vida, la circunstancias que nos rodean y el momento histórico.

Y es que la felicidad ha cambiado de forma sustancial a lo largo de la Historia de la Humanidad e, incluso, se modifica a lo largo de nuestra existencia. Así, por ejemplo, en la Edad Media, un periodo caracterizado por las epidemias, las guerras, la violencia, el hambre... habría pocos motivos para ser feliz salvo la propia supervivencia. En aquellos momentos, además, el cristianismo estableció una estrecha asociación entre felicidad y Dios, de forma que, muy seguramente, la población asociaba felicidad a los paraísos prometidos. Se podría decir que el hombre medieval no tenía derecho a ser feliz pero sí albergaba la esperanza de serlo en otra vida.

En el Renacimiento el teocentrismo es desplazado por el antroprocentrismo y con ello pierde sentido la idea de que la felicidad resida en el cielo. A esto se une que son muchos los humanistas de la época que defienden que el máximo placer que se puede conseguir en esta vida es la felicidad.

A lo largo del siglo XVIII, con las mejoras que se consiguen en el ámbito de la agricultura la subsistencia está algo más garantizada, por ello surge la idea moderna de felicidad como un derecho al que debe aspirar toda persona. Los ilustrados franceses defienden la idea de que la felicidad no es un capricho del destino ni tampoco un don divino y que es algo que debería estar al alcance de todas las personas.

Los cuatro jinetes químicos de la felicidad

Al igual que el resto de las emociones, la felicidad no es un estado permanente, sino un momento finito de plena satisfacción. Lo alcanzamos cuando nuestro cerebro se ve invadido por cuatro sustancias químicas: serotonina, endorfina, oxitocina y dopamina. Estos cuatro jinetes de la felicidad nos aportan un estado anímico positivo.

La dopamina es una sustancia química relacionada con los sistemas de recompensa y con la motivación, es lo que nos hace ser más competitivos, cumplir objetivos y defendernos frente a un peligro determinado. En nuestro cerebro se libera dopamina cuando nos encontramos con una recompensa de forma inesperada y, al contrario, cuando esperamos un premio y no se produce los niveles cerebrales de dopamina descienden.

La oxitocina es la neurohormona que nos permite generar vínculos con otras personas, además de jugar un papel protagonista en la empatía; y la serotonina es la encargada de que encontremos el equilibrio emocional.

Por último, las endorfinas se liberan en áreas del cerebro que están relacionadas con el dolor, ya que su estructura química es muy similar a la de la morfina, de forma que tener un elevado índice de endorfinas inhibe el dolor y potencia la unión social. Y a la inversa un déficit de endorfinas puede provocar depresión y/o desequilibrio emocional.

Destino, suerte y fortuna

Los científicos defienden que si los seres humanos no hubiésemos buscado la felicidad desde el comienzo de la Humanidad no habríamos podido sobrevivir, nos habríamos autodestruido.

Pero, ¿dónde está felicidad? Decía Sócrates que “el secreto de la felicidad no se encuentra en la búsqueda de más, sino en el desarrollo de la capacidad para disfrutar de menos”. Tiempo después Aristóteles defendió que cada uno de nosotros guardamos el secreto de la felicidad, para uno es ganar dinero, para otros recibir honores, mientras que otros son felices viajando.

Por su parte, el filósofo alemán Immanuel Kant iba un poco más allá al afirmar que, aunque todo el mundo desea conseguirla, nadie puede decir de forma definitiva y firme qué es lo que realmente desea y persigue.

Si buceamos en los aspectos lingüísticos, la dicha y la fortuna son los vocablos que en la mayoría de las lenguas indoeuropeas nos introducen en la felicidad. Así, happiness proviene del inglés medio happ, ocasión, fortuna; el término francés bonheur, procede de bon (bueno) y heur (suerte, fortuna); mientras que en italiano (felicitá), español (felicidad) y portugués (felicidade) hay que retroceder hasta el latín felix, que en ocasiones significa suerte y, en otras, destino.

Para finalizar, a lo largo de nuestra vida no somos igual de felices. Son diferentes los estudios que concluyen que la felicidad personal, al menos en los países europeos y en Estados Unidos, dibuja una “U”. De tal forma que la felicidad alcanza cotas más altas durante la juventud, disminuye entre los 30-40 años, para aumentar nuevamente a partir de los cincuenta.

Referencias:

  • Covey, Stephen R., Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva, Bolsillo Paidós, 2009
  • McMahon, Darrin M., Una historia de la felicidad, Taurus, 2006
  • Punset, Eduard, El alma está en el cerebro, Punto de lectura, 2010
  • Rojas Marcos, Luis, La fuerza del optimismo, Punto de Lectura, 2005

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