Un nuevo estudio revela que los niños abren antes objetos misteriosos cuyo interior desconocen que otros que sí saben lo que contiene, en comparación con simios de la misma edad. Esto podría indicar que nuestro sentido innato de la curiosidad sería algo que nos haría únicos como especie.

Los niños "exploraron las opciones inciertas antes de que se les presentaran las alternativas, mostrando un mayor grado de curiosidad que los grandes simios", escriben los autores en su artículo recién publicado en la revista PLOS ONE.
En el estudio, los investigadores hicieron grupos de 15 y 29 simios (chimpancés, gorilas y bonobos) a los que se les enseñaron vasos invertidos opacos y transparentes que tenían dentro golosinas de uva. Después de hacerles varias pruebas para que se familiarizaran con los objetos, los investigadores mostraron a los simios un vaso transparente con una golosina junto a otro opaco que, sin que ellos lo supieran, albergaba más uvas en su interior que el transparente. A continuación, tenían que elegir uno de los vasos y recibir la golosina correspondiente.
Los investigadores hicieron exactamente lo mismo con los grupos de niños (de entre tres y cinco años), solo que en vez de usar golosinas de premio, emplearon pegatinas. Lo que sucedió en este caso fue que, ya desde la primera fase del experimento, los niños estaban más predispuestos a elegir la opción misteriosa a la evidente, en la que veían el premio.
Aun y todo, no todos los niños eligieron la opción más arriesgada, menos si cabe cuando no podían ver el premio. "En general, las motivaciones internas influyeron mucho en la decisión de los niños", concluyen los investigadores, ya que querían investigar los vasos opacos incluso cuando desconocían que eligiéndolos obtendrían una recompensa mayor.
En el experimento, los simios se mostraron más reacios que los niños a explorar los vasos opacos. Sin embargo, cuando se les dio pistas indicándoles que estos tenían más golosinas, eligieron los vasos opacos. Según los autores, los simios maximizaban las recompensas.
Los niños, por su parte, siguieron haciendo elecciones variadas aun a sabiendas de que los vasos opacos contenían más pegatinas. Los investigadores creen que los niños tienen una motivación distinta a la de los simios, concretamente curiosidad.
La curiosidad es un fuerte motor de aprendizaje. El ser humano es capaz de sacrificar recursos si a cambio obtiene información, aunque esta pueda no tener un beneficio evidente.
Hay investigadores que incluso han sugerido que los altos niveles de curiosidad del ser humano pudieron haber contribuido a facilitar la expansión de la humanidad fuera de África.
Esta tendencia nuestra a curiosear y a abrir objetos cuyo interior desconocemos podría ser una característica innata que nos haría humanos.