Según se muestra en la película Apollo 13, de 1995, el director de vuelo de la NASA durante dicha misión, Gene Kranz, habría dicho que “Fracasar no es una opción”. A pesar de la fama y trascendencia que ha cogido esta cita en nuestra cultura, la verdad es que Kranz nunca pronunció esa frase, sino que surgió durante una de las entrevistas que los guionistas llevaron a cabo para informarse sobre el ambiente de trabajo en la NASA en la época del programa Apollo.
Aquella misión Apollo 13 fue una de las muchas muestras de que fracasar, en ocasiones, sí es una opción. Mientras que las misiones Apollo 11 y Apollo 12 habían conseguido llevar a 2 astronautas a la superficie lunar cada una, la tercera no consiguió su objetivo. Daños causados en uno de los tanques de oxígeno durante una maniobra provocaron una explosión y la pérdida del contenido de los dos tanques de oxígeno el módulo de servicio de la nave. No hubo más remedio que cancelar el alunizaje y mandar a los 3 astronautas a bordo de vuelta a la Tierra. El trío viviría muchas penurias durante los 4 días que tardaron en volver a casa.
La exploración espacial, como cualquier actividad humana, está repleta de triunfos y fracasos. Sin ánimo de regodearse en ellos, ni de que sirvan para desanimarnos, es importante recordar estos fracasos pasados, para aprender a sobrellevar y situar en perspectiva los actuales. En 2019 tuvo lugar el primer intento de una empresa privada por aterrizar en la luna. La israelí SpaceIL mandó, a bordo de un cohete Falcon 9, la sonda Beresheet, con la intención de alcanzar la superficie de nuestro satélite y tomar medidas desde allí. Un fallo en las comunicaciones sin embargo impidió que la misión tuviera éxito. A pesar del fracaso, pues la sonda se destruyó al chocar contra la Luna, con este hito Israel se convirtió en el 7º país en mandar una sonda más allá de la Tierra y en el 4º país en poner un objeto en órbita alrededor de la Luna. Más recientemente, la misión de la empresa japonesa ispace tuvo un desenlace similar: todo funcionó bien hasta los últimos minutos, resultando en un aterrizaje forzoso que acabó con la sonda.

Esta sonda japonesa portaba además dos rovers que recorrerían la superficie de la luna. Uno de ellos desarrollado por la agencia espacial de Emiratos Árabes Unidos y el otro de la JAXA, la agencia espacial japonesa. Una cámara diseñada por la empresa Canadensys, de Canadá, que debería haber fotografiado el aterrizaje y los primeros momentos de ambos rovers sobre el satélite, también fue destruída en el accidente.
Pero no solo los primerizos fallan. Incluso empresas con tanta experiencia en el espacio como SpaceX tienen sus propios fracasos. La empresa estadounidense ha conseguido lanzar más de 200 veces con éxito uno de sus cohetes Falcon 9, responsables de más lanzamientos en 2022 y 2023 que ningún otro cohete o incluso que ninguna otra agencia espacial. A pesar de ello, el desarrollo de la nave Starship ha estado plagado de complicaciones, como es normal para un proyecto de tal envergadura. El vuelo inaugural de esta colosal nave, el cohete más potente jamás lanzado, terminó con la explosión de ambas fases de la nave unos 4 minutos después del despegue.
Aunque se haya dicho ya mil veces, nunca está de más repetirlo de nuevo: el espacio es duro. Poner objetos en órbita es un proceso muy complejo, en el que incontables cosas deben salir bien y funcionar sincronizadas para que todo salga según lo planeado. Cuando nos planteamos la idea de explorar el universo debemos aceptar que fracasaremos antes de tener éxito. Cualquier invento nuevo requiere de prueba y error. Cuando se trata de un objeto con pocas partes y un tamaño manejable, esto puede hacer rápidamente, consiguiendo varios prototipos de un mismo producto en un solo día. Cuando se trata de un cohete, cada nueva versión tarda meses o años en llegar. Y una vez se consigue diseñar algo que parece funcionar, debemos someterlo a todo lo que podría salir mal durante una misión porque, antes o después, ocurrirá.
Todos estos fracasos por supuesto no ocurren en vano. No es simplemente que debemos aceptar que a veces nuestro cohete explotará, o dejará de funcionar sin motivo aparente. Cuando esto ocurre, el fracaso se convierte en la mejor oportunidad para descubrir todos los posibles fallos que acumula el cohete, con el objetivo de corregirlos en la siguiente versión. SpaceX por ejemplo no solo deberá estudiar por qué no todos los 33 motores a bordo de su nave Starship funcionaron correctamente sino también cómo evitar que la rampa de lanzamiento quede destrozada tras cada despegue de la nave. Todo esto deberá remediarlo antes de conseguir su objetivo de llevar humanos de nuevo a la Luna y por primera vez a Marte.
La japonesa ispace también tiene una oportunidad fantástica de aprender de sus errores de cara al segundo intento, que está planeado para el próximo año 2024. El mundo en el que vivimos, en el que las redes sociales muestran solo una pequeña parte de la realidad o en el que la historia la escriben los vencedores, puede hacer que olvidemos que todo gran éxito ha requerido antes de muchos pequeños fracasos. La clave está por tanto en qué aprendemos de ellos, en qué dirección nos llevan.
Referencias:
- “In space, failure is an option - often the only one”, 2023, Nature 617, 223, doi: https://doi.org/10.1038/d41586-023-01547-3
- "Apollo 13". NASA Space Science Data Coordinated Archive
- Chang, Kenneth (21 February 2019). "After SpaceX Launch, Israeli Spacecraft Begins Journey to the Moon". The New York Times.