No todo en el espacio brilla. De hecho, la luz y el brillo en el universo suelen provenir de las estrellas, especialmente cuando observamos en la parte visible del espectro electromagnético. Otros tipos de astros emiten luz de diferentes frecuencias, como ondas de radio o rayos X. Pero si no fuera por las estrellas, el universo sería un lugar oscuro. De hecho a la época de la historia del cosmos comprendida entre el momento de la recombinación, cuando los electrones pudieron al fin unirse a los núcleos atómicos para formar átomos neutros de hidrógeno y helio, y la formación de las primeras estrellas unos cien millones de años después se le conoce como la edad oscura del universo.

Pero aún a día de hoy siguen quedando objetos y regiones oscuras. Todos los objetos del sistema solar excepto el Sol no son capaces de emitir su propia luz (en la parte visible del espectro, pues sí emiten infrarrojos) y somos capaces de verlos únicamente por la luz que reflejan de nuestra estrella. Repartidas por la Vía Láctea y por el resto de galaxias conocidas, hay gran cantidad de nubes oscuras, dentro de las cuales la luz de las estrellas es incapaz de penetrar. A estas nubes suele llamársele nebulosas oscuras, por su parecido con las nebulosas que también pueblan la galaxia pero o sí dejan pasar la luz de las estrellas o al menos la reflejan.
Estas nebulosas oscuras son nubes interestelares tan densas que no permiten pasar las longitudes de onda correspondientes a la luz visible y bloquean la luz de las estrellas que están más allá o de otros objetos más distantes. Los granos de polvo interestelar que contienen estas nubes que se encuentran en las regiones más frías y densas de estas nubes moleculares son los que bloquean la luz de las estrellas. Varias de las nebulosas más famosas, fotografiadas por los grandes telescopios espaciales como el Hubble o el James Webb, contienen o son ellas mismas, nebulosas oscuras. Cuando estas nubes oscuras son una parte pequeña y aislada de un objeto mayor suelen recibir el nombre de nebulosas de Bok, aunque su funcionamiento suele ser el mismo.

La única forma de ver más allá de estas nebulosas oscuras es utilizando ondas de radio o luz infrarroja, que en general sí es capaz de atravesarlas. Es así por ejemplo como conseguimos sobrepasar la gran cantidad de gas y polvo situado entre el sistema solar y el núcleo de la Vía Láctea. El agujero negro supermasivo que habitan en el centro de nuestra galaxia solo hemos podido observarlo utilizando ondas de radio, precisamente por este motivo. Toda esta luz visible la absorben principalmente las partículas de polvo de tamaños que no superan los pocos micrómetros de diámetro, rodeadas de una envoltura de dióxido de carbono o nitrógeno congelados. Estas nubes también pueden contener grandes cantidades de hidrógeno molecular, de helio, de monóxido de carbono, amoníaco, formaldehído y otros compuestos formados de la combinación de átomos de hidrógeno, carbono, nitrógeno u oxígeno. Sin embargo, la mayoría de estos compuestos son transparentes a la luz visible y no son los que acaban bloqueando esta luz.

Nebulosa Carina y el dedo desafiante
La nebulosa Carina es una de las más famosas y mejor estudiadas de nuestra galaxia. Está situada a unos 8500 años luz del sistema solar y solo puede verse desde el hemisferio sur de nuestro planeta. Esta nebulosa fue uno de los primeros objetos observados por el telescopio James Webb y aunque es considerada una nebulosa de emisión, que sí emite su propia luz, está repleta de nubes oscuras y nebulosas de Bok, que le dan gran parte de su distintivo aspecto y belleza. Entre todas las estructuras presentes en esta nebulosa Carina destaca el “Dedo desafiante”, una nebulosa de Bok situada cerca de su centro. Este objeto, de unos pocos años luz de longitud, está siendo evaporado por estrellas cercanas y habrá desaparecido antes de un millón de años.

Nebulosa de la Cabeza de Caballo
Esta es una de las formaciones más conocidas, por su impactante similitud con la cabeza de un caballo. La forma y aspecto de esta nebulosa se debe íntegramente a una nebulosa oscura de absorción, que no deja pasar la luz emitida por el gas ionizado más lejano. La Cabeza de Caballo forma parte del complejo de nebulosas de Orión y se sitúa muy próxima a la estrella que conforma uno de los extremos del cinturón de Orión.

Disco de la Vía Láctea
Las nebulosas antes mencionadas son espectaculares, pero no resultan visibles a simple vista. Si observamos el firmamento en una noche oscura y en una región con la mínima contaminación lumínica posible, podremos apreciar el tenue brillo del disco de la Vía Láctea, como una banda débilmente iluminada que cruza el cielo. En esta banda es fácil ver, sin ayuda de binoculares o telescopios, regiones más brillantes y regiones más oscuras. Las regiones oscuras lo son precisamente por contener nebulosas oscuras, que bloquean la luz de millones de estrellas situadas detrás de ellas. Estas formaciones son tan perceptibles que incluso tomaron cierto protagonismo en la cultura de los aborígenes australianos, que definieron una constelación sin estrellas, formada precisamente por varias de estas nubes. Según ellos, estas nubes adoptaban la forma de un emu, un ave de gran tamaño incapaz de alzar el vuelo originaria de Australia.
Referencias:
- Di Francesco, James et al. (November 2002). "Abundances of Molecular Species in Bernard 68". The Astrophysical Journal. 124 (5): doi:10.1086/344078. S2CID 119078546
- Clemens, Dan P et al (March 1991). "BOK globules and small molecular clouds – Deep IRAS photometry and (C-12)O spectroscopy". Astrophysical Journal Supplement. 75: 877. doi:10.1086/191552