La bronca entre Darwin y Wallace por la existencia de los fantasmas

Los codescubridores de la teoría de la evolución fueron antagonistas a la hora de investigar el espiritismo: mientras Darwin era un declarado escéptico, Wallace estaba convencido de que los espíritus podían hablar con nosotros a través de los médiums.
La bronca entre Darwin y Wallace por la existencia de los fantasmas

Corría el año 1871. El espiritismo, la posibilidad de hablar con los muertos, era el gran tema de la sociedad y los científicos empezaban a interesarse por él. Es más, ya los había que estaban convencidos de que era posible, como los físicos William Crookes —descubridor del talio e inventor del tubo de rayos catódicos— y Oliver Lodge.

El físico William Crookes fue un devoto creyente del espiritismo. Foto: Wikipedia

La postura de Darwin era de cautela. "No puedo creer en las afirmaciones de Crookes... Nada hay más difícil que trazar una línea divisoria entre el escepticismo y la credulidad". Dos años después su primo y cuñado Hensleigh Wedgwood -un filólogo crédulo hasta la médula- pidió a Darwin que asistiera a una sesión del médium Charles Williams. Darwin se las arregló para no asistir pero envió a su bulldog, Thomas Henry Huxley, el biólogo que más había defendido y promocionado la teoría de la evolución. Al terminar la sesión Huxley lo tenía claro: Williams no hacía más que trucos y todo era una superchería.

Darwin declara la guerra a los médiums

Charles Darwin escribió a un periodista pidiéndole que desenmascarara a Williams, "un sinvergüenza que durante tantos años ha estado engañando al público". Cuando por fin se demostró el fraude, Darwin exclamó: “¡Espléndido descubrimiento!” Wedgwood le exculpó diciendo que hacía trampas porque se veía presionado. Darwin bramó: "¡Hensleigh Wedgwood admite que se ha demostrado que Williams es un granuja y sin embargo insiste en asegurar que él ha visto auténticos espíritus! ¿No estamos ante una rareza psicológica?"

Las hermanas Fox, fundadoras del espiritismo moderno. Foto: Wikipedia

Al contrario que Darwin, Alfred Russel Wallace lo tenía clarísimo: en 1874 publicó el libro Miracles and Modern Spiritualism, una defensa a ultranza del espiritismo. Para los médiums fue un regalo del cielo pues un primer espada de la ciencia se ponía de su parte. Dos años después, en el verano de 1876, un nuevo médium llamado Henry Slade desembarcó en Gran Bretaña. Slade no era un médium al uso, y los espíritus no hablaban con él mediante golpes en la mesa, sino que le dejaban mensajes escritos en una pizarra. Venía rodeado de un aura de gran popularidad y científicos como Lord Rayleigh, Sir William Barrett y, por supuesto, Wallace, creyeron en sus poderes.

A la caza del farsante

El 16 de septiembre de 1876 Edwin Ray Lankester, un joven zoólogo ayudante de Huxley, publicaba una carta en el periódico The Times donde describía lo sucedido en una sesión de Slade a la que acudió. Lankaster afirmaba que vio cómo, tras colocar las pizarras debajo de la mesa y antes de que el espíritu empezase a escribir, tiró fuertemente de ellas descubriendo que el mensaje ya estaba escrito. Una dura controversia se aventó en las páginas del The Times con intervención del propio Wallace, que afirmaba que a veces los mensajes aparecían en las pizarras antes de que Slade pudiera tocarlas.

El espiritismo siempre ha estado repleto de fraudes. Foto: Wikipedia

Pero Lankester no aflojó; quería llevar a Slade ante los tribunales. Y lo consiguió.

La Ley de Vagos y Maleantes, de largo historial contra quiromantes y fulleros, permitió acusar a Slade por "usar sutiles artimañas ilegales, medios y dispositivos para engañar y abusar de varios súbditos de Su Majestad". La primera vista se celebró el 2 de octubre en una sala abarrotada de público y más de treinta periodistas siguiendo el juicio. La declaración de Lankester duró dos días y tuvo que admitir que, aún habiendo descubierto el fraude, no sabía cómo había hecho el truco. Según anotó Huxley, “en estas investigaciones son mucho más útiles las cualidades del detective que las del científico... Puede que un hombre sea excelente como naturalista o químico, y, sin embargo, no valga como detective”.

El juicio

Para averiguar cómo pudo hacerse el truco la acusación llamó a declarar a John Nevil Maskelyne, uno de los más importantes magos de entonces. "En cambio -escribió Huxley a Darwin-, la exhibición efectuada por Maskelyne ante el tribunal fue perfecta. En respuesta a una pregunta, fue restregando con una esponja húmeda una pizarra limpia hasta que en ella apareció escrito: “¡Los espíritus están aquí!” A continuación, borró la pizarra y volvió a pasar por ella la esponja. El mensaje reapareció. Simmonds, el socio de Slade, exclamó fascinado: “¡Maravilloso! ¿Podría examinar la pizarra?” Maskelyne le espetó con sorna: “¡Pero si usted ya conoce el intríngulis!”". El juez desestimó los trucos de Maskelyne pues no demostraban que Lankester hubiera sorprendido a Slade en fraude.

La defensa llamó a declarar a Wallace. El naturalista afirmó que los efectos producidos por Slade no podían ser producto del ilusionismo. Consideraba que el médium era un caballero honrado “tan incapaz de cometer una impostura como cualquier investigador de un departamento universitario de Ciencias Naturales”.

Charles Darwin fue escéptico frente a los espíritus. Foto: Wikipedia

La sentencia

Sin embargo, al tribunal sólo le interesaba responder a dos preguntas: ¿Era delito lo que había hecho Slade? Y si así era, ¿lo había cometido Slade? A ambas preguntas la respuesta fue ‘sí’. Los testimonios de los testigos de la defensa fueron desestimados porque ninguno de ellos había estado presente en la sesión de Lankester. Slade fue condenado a tres meses de trabajos forzados. Darwin escribió una carta a Lankester felicitándolo por su iniciativa, añadiendo que era de “utilidad pública” encarcelar a Slade y rogándole que aceptara el envió de diez libras para las costas.

Sin embargo, dos meses después la Corte de Apelación anuló el veredicto porque las palabras "quiromancia u otras" habían sido omitidas del auto de acusación. Lankester, imparable, prometió volver a acusarle. Slade salió por piernas del país junto con su compinche Simmonds. No volvió nunca más a Inglaterra.

El médium fraudulento Henry Slade que embaucó a Wallace. Foto: Wikipedia

Consecuencias negativas

El juicio perjudicó más al pobre Wallace que a Slade. Los charlatanes siempre encuentran víctimas propicias a quienes embaucar, pero un científico honesto no sobrevive haciendo trucos de magia. El naturalista ganaba un sueldo precario corrigiendo exámenes. En 1879, Darwin trató de obtener para Wallace una pensión en reconocimiento a su trabajo. Ardua labor. El director de los Reales Jardines de Kew, Joseph Hooker, replicó: "Wallace ha perdido categoría hasta un extremo increíble no sólo por su adhesión al espiritismo, sino porque deliberadamente y contra al parecer unánime del comité" de la Asociación Británica para el Avance de la Ciencia permitió que se leyese un artículo sobre telepatía.

Para Hooker, el gobierno "¡debería, en puridad, ser informado de que el candidato es un público y destacado espiritista!". A pesar de la oposición de los sectores más duros de la ciencia inglesa, los esfuerzos de Darwin y Huxley dieron sus frutos. Tras apelar a la propia reina Victoria consiguieron que Wallace disfrutara de una modesta pensión y pudiera seguir publicando sus artículos hasta su muerte en 1913.

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