Verano y parásitos: lo que debes saber para disfrutar sin riesgos

Descubre cómo protegerte de los parásitos más comunes del verano y disfruta de tus vacaciones sin preocupaciones.
Parásitos

"Me pregunto cómo sería vivir en un mundo donde siempre fuese junio". La frase es del personaje literario Anne Shirley, la protagonista del libro Ana de las tejas verdes. Y es que la niña soñadora e impulsiva creada por la imaginación de la canadiense Lucy Maud Montgomery a principios del Siglo XX disfrutaba del verano con toda su intensidad.

El verano es una estación llena de vida y de luz. Los días son largos, el tiempo es apetecible, llegan las vacaciones y, además, suele evocar momentos ligados a la amistad, la aventura de la juventud y la libertad. Así que relacionar el verano con la felicidad es un ejercicio en el que resulta muy fácil caer. Pero no debemos bajar la guardia. El exceso de relajación al que nos invita el optimismo puede jugarnos una mala pasada. Y uno de los riesgos a los que podemos tener que enfrentarnos es el encuentro con determinados parásitos.

Descubre cómo protegerte de los parásitos más comunes del verano. Foto: Istock

Infecciones veraniegas muy conocidas por todos son las gastroenteritis producidas por bacterias como la Salmonella o por algunos tipos de adenovirus o enterovirus asociados también a cuadros respiratorios. También la bacteria Legionella pneumophila ha sido, en los últimos años, la protagonista de numerosos titulares por provocar cuadros graves de neumonía y, normalmente, se la ha relacionado con los sistemas de aire acondicionado. Sin embargo, cuando hablamos de parásitos el desconocimiento es generalizado y los asociamos con agentes patógenos lejanos que no son propios de nuestro entorno. Estos seres “desagradables” que necesitan vivir a expensas de otro organismo -su hospedador- son los grandes desconocidos en el ámbito de la salud, olvidados incluso por el colectivo médico.

Así que, sin ánimo de causar ningún tipo de alerta, sí que ponemos sobre el tablero la posibilidad de encontrarse con uno de estos parásitos en las próximas vacaciones. Porque más vale prevenir que curar y porque el verano siga siendo sinónimo de felicidad.

Una playa de Almería. Foto: Istock

Ojo con las amebas

Las amebas son organismos unicelulares que suelen presentar una vida libre, pero que, en determinados casos, pueden completar su ciclo de vida en un humano, o un animal, al que infectan, sobreviviendo en su interior y provocando patologías importantes, convirtiéndose así en parásitos oportunistas. La época estival es el tiempo en el que el calor hace muy apetecible tomar un baño, pero si eres usuario de lentes de contacto debes cuidar dónde y cómo hacerlo. 

Hay dos tipos de amebas a las que vamos a prestar atención. La primera pertenece a un género llamado Acanthamoeba y una característica única y distintiva de estas amebas es la presencia de finas prolongaciones, afiladas y en forma de espina que surgen de la superficie de su cuerpo. Se pueden encontrar especies de Acanthamoeba en una enorme variedad de nichos, sobre todo de tipo acuático, que pueden ir desde manantiales termales hasta núcleos de hielo, pasando por vegetales frescos, conductos de calefacción e, incluso, agua embotellada. También se ha visto que estas amebas pueden estar en la cal que se forma en los sistemas de distribución de agua, constituyendo este un hábitat idóneo para su supervivencia.

Hasta ocho especies de este género pueden causar una patología llamada queratitis amebiana, una inflamación severa de la córnea que puede progresar hasta terminar en ceguera y que suele estar asociada al uso de lentes de contacto, aunque se han descrito algunos casos en personas que no las usan. El espacio generado entre las lentes de contacto y el ojo son idóneos para el crecimiento de esta ameba por lo que habría que evitar llevarlas puestas cuando se hacen actividades acuáticas deportivas o recreativas. De cualquier modo, la exposición a Acanthamoeba es común, pues entre el 90 y el 100% de la población humana presenta anticuerpos específicos frente a este protozoo; sin embargo, la infección es rara. 

La queratitis por Acanthamoeba suele confundirse con la producida por el herpes simple o por hongos, y ello conlleva un retraso en el diagnóstico que puede hacer que la infección sea incontrolable. Pero es que, además de por este motivo, Acanthamoeba genera enorme interés por la posibilidad que tiene de actuar como un «Caballos de Troya», albergando potenciales patógenos para el ser humano, como Legionella y mimivirus (virus gigantes que parasitan amebas), responsables de cuadros de neumonías asociadas al "síndrome del edificio enfermo", en el que las amebas y las bacterias y virus que contienen pueden multiplicarse en los sistemas de ventilación y enfriamiento y en el suministro de agua de edificios de oficinas y hospitales.

La exposición a Acanthamoeba es común. Foto: Istock

La segunda ameba relacionada con el verano es Naegleria fowleri, una ameba presente en todo el mundo y que vive en aguas dulces cálidas, como lagos y ríos, aguas termales como los manantiales calientes, descargas de agua tibia de plantas industriales mal mantenidas y mínimamente cloradas, calentadores de agua y suelos. N. fowleri es termofílica y crece bien a temperaturas de 46 °C o más altas y, por lo tanto, prolifera en el agua cuando la temperatura ambiente supera los 30°C. Esta especie es conocida como la "ameba devoradora de cerebros" por producir una infección aguda y fulminante llamada meningoencefalitis amebiana primaria (PAM, por sus siglas en inglés), principalmente en niños y adultos jóvenes que han tenido contacto con agua dulce unos días antes de la infección.

En los meses de verano la proliferación de amebas puede controlarse mediante una cloración adecuada de las piscinas, aunque la luz solar y la presencia de materia orgánica pueden reducir la eficacia del cloro. Sin embargo, no es posible clorar cuerpos de agua naturales como lagos, estanques y arroyos, donde N. fowleri puede proliferar. En áreas de alto riesgo, las autoridades locales de salud pública deberían considerar la monitorización de las aguas recreativas en busca de amebas N. fowleri y colocar advertencias apropiadas, especialmente durante los meses calurosos de verano, así como advertir a los niños que no sumerjan la cabeza en aguas sospechosas pues la ameba entra por vía nasal.

El número de PAMs reportadas a nivel mundial, desde 1965, cuando se detectaron los primeros casos en Australia, ha sido bajo, aunque seguramente el número real sea superior, pero han sido mal diagnosticados o no se han recogido en bibliografía. Las alarmas saltaron en julio de 2022 por un caso reportado en un lago en Iowa que puso en jaque a las autoridades sanitarias estadounidenses y ocupó los titulares de la prensa internacional. Su tasa de mortalidad es altísima, y por este motivo genera un pánico universal y da lugar a llamativos titulares en los medios de comunicación.

Aunque, como decimos, las infecciones causadas por Naegleria fowleri son extremadamente raras, en la última década se ha detectado un alarmante aumento de casos en la ciudad paquistaní de Karachi. Los estudios epidemiológicos llevados a cabo han concluido que la ameba existe en el suministro doméstico del agua de la ciudad y que la infección se produce principalmente por abluciones (todos los casos han sido en musulmanes), lo cual es inesperado porque el agua normalmente es salina en esta ciudad, y las amebas no pueden sobrevivir en ella. 

Este hallazgo sugiere que la cepa de N. fowleri presente en Pakistán ha desarrollado resistencia a los ambientes salinos o que es diferente de las cepas reportadas en el resto del mundo. A ello se suma el deterioro de la infraestructura del agua en Karachi que no garantiza una cloración suficiente de la misma. El panorama es preocupante y las autoridades sanitarias de todo el mundo están pendientes de su evolución.

Schistosoma: sopa de caracol

Otra parasitosis relacionada con actividades acuáticas es la esquistosomiais, una enfermedad causada por un gusano plano del género Schistosoma, aunque su transmisión es llevada a cabo por varias especies de caracoles de agua dulce que actúan como vectores. Sin caracoles acuáticos no hay transmisión de este parásito. Es una parasitosis propia de zonas tropicales y subtropicales de África y Asia.

La esquistosomiasis se produce por exposición al agua dulce contaminada con heces humanas que contienen los huevos de estos gusanos. Cuando los huevos eclosionan liberan unas formas ciliadas que se llaman miracidios que necesitan de ciertas especies de caracoles acuáticos para continuar su desarrollo y dar lugar a las formas larvarias o cercarias que son las formas infectivas para el ser humano.

La infección humana se asocia con dos formas clínicas principales: la esquistosomiasis intestinal y la esquistosomiasis urinaria. Las especies responsables de la esquistosomiasis intestinal en humanos son seis, mientras que una única especie es la responsable de la forma urinaria o urogenital, S. haematobium, endémica en 53 países, principalmente en África y Oriente Medio.

Otra parasitosis relacionada con actividades acuáticas es la esquistosomiais. Foto: Istock

Pero, además, hay más de 10 especies de esquistosomas que son parásitos de animales y pueden ocasionalmente infectar a humanos provocando la dermatitis cercariana humana, comúnmente conocida como “picazón del nadador”. Es el caso de los esquistosomas aviares, de distribución mundial, cuyos hospedadores naturales son diferentes especies de aves acuáticas a las que les provocan enfermedad. 

Sin embargo, las cercarias o larvas acuáticas liberadas en el agua pueden infectar ocasionalmente a los seres humanos donde rara vez alcanzan la etapa adulta. Una vez en el cuerpo humano, las cercarias aviares mueren en la piel al ser atrapadas por la respuesta inmune del anfitrión; por lo tanto, no maduran hasta convertirse en adultos y no pueden completar su ciclo de vida. No obstante, las cercarias son responsables de una respuesta inflamatoria cutánea localizada asociada a su penetración en la piel humana. 

La aparición de los síntomas generalmente ocurre cuando la persona aún está en el agua o inmediatamente después de salir y un máximo de 24 horas después de la exposición. Se caracteriza por enrojecimiento y picor intenso seguido de aparición de vesículas, en los lugares por donde penetran las cercarias, principalmente piernas y pies. Los síntomas desaparecen después de una semana, aunque en ocasiones pueden persistir hasta 3 semanas. Las aguas dulces superficiales son típicamente donde se encuentran estas cercarias: lagos, estanques o embalses y, ocasionalmente, también en aguas marinas poco profundas. 

La levedad de la enfermedad implica que la mayoría de los casos no se reporten, sin embargo, se sabe que está muy extendida por todo el continente europeo. Puede considerarse una enfermedad ocupacional en personas cuya profesión implica un contacto regular con el agua, como en el caso de los pescadores y las personas que trabajan en los muelles. En Europa esta dermatitis ocurre típicamente durante el verano (de junio a septiembre), cuando el baño con fines recreativos es común como medio para buscar alivio de las altas temperaturas.

Otras especies de Schistosoma tienen como hospedadores naturales a mamíferos, por ejemplo, algunos ungulados como los ciervos o las vacas, y también pueden provocar cuadros de dermatitis por la entrada accidental de las cercarias en el ser humano. S. bovis es una de estas especies que afecta a ciertos ungulados y está presente en el mediterráneo europeo.

Una piscina natural. Foto: Istock

La esquistosomiasis humana, en su forma intestinal o urogenital, no es propia de nuestro continente, pero ocasionalmente se han documentado focos de transmisión debido a la introducción de parásitos en cuerpos de agua dulce, donde personas infectadas han depositado su orina conteniendo los huevos del gusano, habitados por caracoles que han actuado como vectores. Por diferentes motivos, varios brotes sucedidos en Europa pasaron desapercibidos hasta que, en el año 2011 aparecieron más de cien casos en Córcega que encendieron las alarmas. Todos los afectados se habían bañado en las piscinas naturales a lo largo del río Cavu, cerca de Sainte Lucie de Porto Vecchio. 

Investigaciones adicionales mostraron que un híbrido de S. haematobium y S. bovis había sido responsable de la transmisión y una especie de caracol local había actuado como vector. Actualmente, la transmisión está activa en Córcega, y se ha identificado un nuevo foco diferente del río Cavu, el río Solenzara, también ubicado en la parte sureste de la isla. El hecho de que esté involucrado un parásito híbrido (mezcla de las dos especies) podría explicar por qué su ciclo de transmisión ha permanecido activo en la isla, ya que el híbrido podría infectar al ganado local, que actuaría como reservorio de la enfermedad.

La intensificación de los viajes a los países endémicos, la migración y la presencia de caracoles que puedan actuar como vectores aumenta el riesgo de introducir la esquistosomiasis urogenital en Europa. En países como España, Francia, Portugal, Italia o Grecia se ha demostrado la presencia de caracoles susceptibles de transmitir el parásito y en todos hay un flujo importante de migrantes provenientes de países endémicos. La probabilidad de que personas infectadas entren en contacto con cuerpos de agua dulce poblados por caracoles susceptibles seguramente aumente en el futuro.

Aguas y gastroenteritis

Las parasitosis intestinales son un tipo de enfermedades que afectan a más de la mitad de la población mundial, y los agentes responsables de ocasionarlas pueden ser organismos unicelulares, como los protozoos, o helmintos, conocidos vulgarmente como gusanos. En los países industrializados hay dos protozoos intestinales que pueden aumentar su prevalencia en verano debido al comportamiento humano y a las condiciones ambientales, son Giardia lamblia y Cryptosporidium spp.

Cryptosporidium spp. está entre las principales causas de diarrea moderada a severa, y es frecuente en la población infantil, mientras que Giardia lamblia infecta aproximadamente a 200 millones de individuos en todo el mundo y causa diarrea aguda en niños menores de 5 años. En la población adulta los seres humanos parasitados con alguno de estos protozoos pueden permanecer asintomáticos o manifestar una gastroenteritis aguda que puede tener consecuencias graves en individuos inmunodeprimidos.

Tanto Giardia como Cryptosporidium spp. tienen carácter zoonótico, afectando a un gran número de animales tanto domésticos como silvestres y sus formas de transmisión son resistentes a los tratamientos tradicionales de potabilización del agua, como la cloración, por lo que es frecuente su presencia en aguas de consumo humano.

Las principales vías de transmisión de Cryptosporidium y Giardia son los alimentos y el agua potable, pero también puede ocurrir la transmisión de persona a persona y, debido a su naturaleza zoonótica, de animales domésticos o salvajes a humanos.

Durante el verano nuestro contacto con el agua es mayor pues solemos nadar en piscinas, lagos, ríos y playas. Las actividades acuáticas aumentan el riesgo de exposición a agua contaminada con las formas de transmisión de Giardia o Criptosporidium. Las piscinas y parques acuáticos, incluso tratadas, pueden no eliminar completamente estos parásitos si el mantenimiento no es adecuado. En la época estival son frecuentes otras actividades que favorecen la transmisión de estos protozoos, como acampadas o excursiones donde podemos consumir agua de fuentes naturales que pueden estar contaminadas. Y además durante estas actividades las prácticas de higiene pueden ser menos estrictas y favorecer la transmisión persona a persona.

Las actividades acuáticas aumentan el riesgo de exposición a agua contaminada. Foto: Istock

En los países industrializados ambos protozoos son responsables de numerosos brotes epidémicos asociados al consumo de agua ya sea potable o por aguas recreativas como piscinas, parques acuáticos, lagos, ríos, etc. Durante el verano son frecuentes las gastroenteritis producidas por estos parásitos y el brote más reciente en nuestro país fue a finales del verano pasado, en Tarazona, un pueblo de la comunidad aragonesa donde centenares de personas se vieron afectadas por Cryptosporidium

La fuente de infección fue el agua del grifo y a pesar de los esfuerzos realizados por las autoridades sanitarias, las investigaciones llevadas a cabo no llegaron a esclarecer cómo llegó el parásito al río Queiles que abastece a la población. Fuera de nuestras fronteras, un brote en la ciudad de Queenstown, Nueva Zelanda, a finales del pasado verano mantuvo en jaque a la población, a la que se recomendó no beber agua del grifo y hervir el agua potable durante al menos un minuto pues detectaron al parásito en el agua de bebida y al parecer el origen de la infección fueron las heces de un bañista en uno de los lagos que abastecían a la ciudad. Y en octubre del año pasado las autoridades sanitarias de Reino Unido e Irlanda alertaban sobre el aumento de casos de cryptosporidiosis entre los turistas ingleses que habían visitado España, apareciendo numerosos titulares en los diarios de ambos países.

El músico John Mayer dice en su canción Wildfire que "un poco de verano hace que todo el año valga la pena". Preocupémonos de que siga siendo así y prestemos a los parásitos la atención que merecen.

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