Cuando América y África se separaron, el clima cambió: esta es la prueba geológica

Nuevas pruebas geológicas revelan que la separación entre África y Sudamérica comenzó antes de lo pensado, provocando cambios climáticos globales decisivos durante el Cretácico. Lo que ocurrió hace 117 millones de años.
Fuente: ChatGPT / E. F.

Es fácil pasar por alto que los océanos también tienen historia. No una historia escrita en pergaminos o monumentos, sino en rocas, fósiles y barro endurecido. La ciencia actual puede leer esas huellas con precisión quirúrgica, y a veces, una nueva lectura cambia todo lo que creíamos saber. Este es el caso del reciente descubrimiento de gigantescas ondas de sedimento escondidas bajo el fondo del océano Atlántico, que podrían reescribir el momento exacto en que se formó este océano y cómo esa fractura geológica afectó al clima global.

Un equipo de científicos liderado por Débora Duarte y Uisdean Nicholson ha identificado formaciones submarinas de hasta cinco kilómetros de longitud y cientos de metros de altura, creadas hace unos 117 millones de años. Estas estructuras no solo son impresionantes por su tamaño, sino porque documentan el momento inicial de apertura del llamado Equatorial Atlantic Gateway (EAG), el pasillo marino que surgió cuando América del Sur y África comenzaron a separarse. La importancia de este hallazgo reside en lo que revela: que la conexión entre océanos y el cambio climático global comenzó antes de lo que se pensaba.

Una puerta que cambió el mundo

El EAG, o “paso ecuatorial atlántico”, es el nombre que los geólogos dan al canal marino que se abrió entre África y Sudamérica durante el Cretácico. Esta brecha fue fundamental no solo para el trazado de los continentes, sino también para la circulación oceánica global y, en consecuencia, para la regulación climática del planeta. Hasta ahora, se estimaba que este paso comenzó a abrirse entre los 113 y 83 millones de años atrás. Sin embargo, los nuevos datos obtenidos mediante sísmica de alta resolución y núcleos de perforación sitúan este inicio en torno a los 117 millones de años, lo que adelanta considerablemente la cronología aceptada.

Lo más relevante es que este primer contacto entre cuencas marinas generó condiciones hidrográficas intensas. Según el estudio, las masas de agua salada y densa comenzaron a fluir desde las cuencas emergentes hacia el norte, al estilo de una corriente de rebose submarina. Esto produjo ondas de sedimento gigantes que se fosilizaron en el registro geológico. Tal como describe el paper: “Se observan ondas de sedimento gigantes ascendentes formadas por aguas de rebose densas y salinas procedentes de las cuencas emergentes del Atlántico ecuatorial”.

Fuente: ChatGPT / E. F.

Ondas de barro y corrientes invisibles

Uno de los elementos más singulares del estudio es el análisis de estas estructuras llamadas ondas de sedimento o sediment waves, que fueron identificadas en los perfiles sísmicos a profundidades de hasta un kilómetro bajo el lecho marino. Estas ondas son el resultado directo de corrientes submarinas potentes que se formaron cuando el agua salada del sur encontró un camino hacia el Atlántico central, más fresco.

Los investigadores detallan que estas ondas alcanzan longitudes de hasta 5,7 kilómetros y alturas de entre 200 y 400 metros, con una morfología asimétrica que indica un origen asociado a flujos de alta energía. Estas corrientes, probablemente alimentadas por diferencias de salinidad, velocidad y profundidad, “migraban cuesta arriba”, lo que implica procesos similares a los saltos hidráulicos conocidos en hidrodinámica, pero aplicados al océano profundo.

Además, a partir del Aptiense tardío, se observa una transición clara en los registros: el sistema pasó de ondas de rebose a acumulaciones sedimentarias más estables conocidas como “contouritas”, asociadas con corrientes de menor velocidad pero persistentes. Esta evolución implica un proceso gradual de apertura y profundización del paso atlántico que se extendió durante el Albiense.

Fuente: ChatGPT / E. F.

Cambio climático antes de lo previsto

Este cambio geológico tuvo consecuencias globales. Al abrirse esta puerta oceánica, las cuencas internas de la región ecuatorial comenzaron a conectarse con el océano abierto, alterando el balance de carbono global. Antes de la conexión, estas cuencas actuaban como sumideros de carbono muy eficientes, con condiciones anóxicas que favorecían el enterramiento de materia orgánica.

Sin embargo, la llegada de agua marina menos densa y oxigenada cambió esa dinámica. “Este intercambio inicial redujo la eficiencia del enterramiento de carbono, lo que tuvo un importante efecto de calentamiento”, explican los autores. De hecho, se ha observado que entre los 117 y 110 millones de años, la Tierra vivió un período de calentamiento notable tras una etapa prolongada de enfriamiento. La hipótesis del estudio es que este cambio fue impulsado directamente por la apertura incipiente del EAG.

Posteriormente, al profundizarse el paso, se estableció una circulación termohalina más estable entre el Atlántico central y el sur. Este sistema, más amplio y profundo, permitió una mejor oxigenación de los océanos, interrumpió la formación de pizarras negras (que almacenan carbono) y contribuyó al enfriamiento global a largo plazo durante el Cretácico Superior.

Fuente: ChatGPT / E. F.

Geología para entender el presente

Este estudio tiene implicaciones que van más allá de la historia geológica. Saber cómo se comportaron los océanos en el pasado puede ayudarnos a predecir mejor las reacciones del sistema climático actual ante cambios abruptos. En palabras del artículo, “comprender cómo la circulación oceánica del pasado influyó en el clima es crucial para prever futuros cambios”.

Hoy en día, las corrientes oceánicas siguen desempeñando un papel clave en la regulación térmica del planeta. Alteraciones en estas corrientes, como las que podrían surgir del deshielo acelerado en los polos, pueden tener consecuencias rápidas y globales. La investigación de Duarte y su equipo pone en perspectiva que incluso un cambio geológico aparentemente lento, como la apertura de un canal oceánico, puede desencadenar transformaciones planetarias profundas.

Además, la metodología utilizada en este estudio —que combina datos sísmicos de alta resolución, análisis de microfósiles y modelos tectónicos— representa una forma poderosa de reconstruir los procesos geológicos con un nivel de detalle sin precedentes. Este enfoque multidisciplinar se está consolidando como una herramienta esencial para desentrañar episodios clave del pasado de la Tierra.

Referencias

  • Debora Duarte, Thomas Wagner, Elisabetta Erba, Cinzia Bottini, Benedict Aduomahor, Tom Dunkley Jones, Uisdean Nicholson. Early Cretaceous deep-water bedforms west of the Guinea Plateau revise the opening history of the Equatorial Atlantic Gateway. Global and Planetary Change (2025). https://doi.org/10.1016/j.gloplacha.2025.104777.

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