Este descubrimiento submarino reabre un misterio de hace 12.800 años: hallazgos inéditos refuerzan la teoría de que un cometa enfrió la Tierra durante más de mil años

Una capa de sedimentos oceánicos ha revelado restos microscópicos que apuntan a una explosión cósmica ocurrida hace 12.800 años, capaz de alterar el clima de todo el planeta.
Cometa Clovis
Una explosión cósmica ocurrida hace más de 12.800 años podría haber enfriado la Tierra durante más de mil años, según nuevas pruebas halladas en el fondo del océano. Recreación artística. Foto: ChatGPT-4o/Christian Pérez

Durante años, el abrupto regreso a condiciones casi glaciares que tuvo lugar hace unos 12.800 años —en pleno fin de la última Edad de Hielo— ha sido uno de los enigmas más debatidos por la ciencia del clima y la arqueología. Conocido como el período Younger Dryas (o Dryas Reciente), este episodio de enfriamiento repentino duró más de un milenio y cambió radicalmente los ecosistemas del hemisferio norte. Durante décadas, la hipótesis dominante apuntaba a un deshielo masivo como desencadenante. Pero un nuevo estudio publicado en PLOS One acaba de agitar el debate con una propuesta impactante: el origen de aquel cambio climático pudo estar en el espacio exterior.

Un equipo internacional de investigadores, liderado por el geocientífico Christopher Moore, ha analizado núcleos de sedimentos marinos extraídos del fondo de la bahía de Baffin, entre Groenlandia y Canadá, una zona remota y libre de contaminación moderna. En esas capas, correspondientes cronológicamente al inicio del Younger Dryas, encontraron partículas metálicas, microesférulas ricas en hierro y sílice, nanopartículas con altos niveles de platino e iridio y restos de vidrio fundido. Todo ello apunta a un fenómeno de impacto cósmico. Lo sorprendente no es solo el hallazgo, sino su ubicación: hasta ahora, las pruebas de esta hipotética colisión solo se habían encontrado en sedimentos terrestres. Es la primera vez que se detectan bajo el océano.

El cielo que ardió

Según la hipótesis conocida como Younger Dryas Impact Hypothesis (YDIH), o Hipótesis del Cometa Clovis, la Tierra habría atravesado, hace unos 12.800 años, una zona del espacio cargada con los restos de un cometa fragmentado. Algunos de esos fragmentos habrían explotado en la atmósfera, provocando incendios masivos, oscuridad atmosférica, el bloqueo de la radiación solar y, en consecuencia, un descenso térmico abrupto. Esta idea, aunque fascinante, ha sido motivo de gran controversia dentro de la comunidad científica por la falta de un cráter o de pruebas concluyentes. Pero los nuevos análisis del fondo marino podrían cambiar las tornas.

Los investigadores extrajeron cuatro núcleos de sedimentos en zonas profundas del océano, entre 500 y 2.400 metros bajo el nivel del mar. Estas columnas de lodo y restos orgánicos actúan como archivos naturales del tiempo: cada capa representa un capítulo geológico. Al estudiar con técnicas de alta precisión elementos microscópicos atrapados en las capas correspondientes al límite del Dryas Reciente, detectaron señales químicas y morfológicas consistentes con material extraterrestre: partículas metálicas deformadas, fragmentos con firmas isotópicas inusuales y microesferas que solo podrían haberse formado a temperaturas extremas.

Algunas de las microesférulas ricas en sílice y hierro halladas en los núcleos de sedimentos
Algunas de las microesférulas ricas en sílice y hierro halladas en los núcleos de sedimentos. Fuente: Moore et al., PLOS One, (2025)

La combinación de elementos como el platino, iridio, cobalto y níquel, en concentraciones anómalas, es una pista clásica de la llegada de polvo cósmico. Además, la morfología de los granos —retorcidos, con burbujas internas, estructuras dendríticas y formas aerodinámicas— indica que atravesaron la atmósfera a gran velocidad y se fundieron en el proceso. En otras palabras: no llegaron como meteoritos sólidos, sino que explotaron en el cielo.

Una pista que conecta el mundo

Lo realmente intrigante de este hallazgo es que conecta los océanos con lo que ya se había encontrado en tierra firme. Desde hace años, distintas investigaciones han identificado una delgada capa de sedimentos con altos niveles de platino, pequeñas esferas de vidrio y señales de combustión en lugares tan diversos como América del Norte, Sudamérica, Europa y Medio Oriente. Hasta ahora, quienes dudaban de la hipótesis del impacto alegaban que estos residuos podrían deberse a contaminación, incendios locales o procesos geológicos normales.

Pero encontrar esos mismos marcadores en una zona remota del océano, a varios kilómetros de profundidad y en estratos que han permanecido inalterados por milenios, proporciona un argumento de peso a favor de que el fenómeno fue realmente global. La sincronía en el tiempo entre estas señales de impacto y el inicio del Younger Dryas añade otra capa de credibilidad.

Según los autores del estudio, este polvo cósmico podría haber generado un “invierno de impacto”, una fase inicial de enfriamiento global debido al bloqueo de la luz solar. Pero además, ese mismo evento podría haber desestabilizado grandes capas de hielo en Norteamérica, provocando el colapso de lagos glaciares y un vertido masivo de agua dulce en el Atlántico. Esa entrada súbita habría alterado las corrientes oceánicas, prolongando el enfriamiento durante más de un milenio.

Parte del polvo metálico recuperado de los núcleos de sedimentos
Parte del polvo metálico recuperado de los núcleos de sedimentos. Fuente: Moore et al., PLOS One, (2025)

Un impacto en la vida y la historia

Pero no fue solo un fenómeno climático. Coincidió con una de las mayores extinciones de la megafauna en América del Norte —mamut lanudo, tigre dientes de sable, perezosos gigantes— y con la desaparición de culturas humanas como la Clovis. Muchas de estas transformaciones han sido explicadas por cambios ambientales, pero el contexto de una catástrofe cósmica las enmarca en una nueva narrativa más dramática.

Además, el hallazgo podría dar un nuevo impulso a teorías que, hasta hace poco, eran vistas con escepticismo. Desde escritores como Graham Hancock hasta científicos alternativos, muchos han sugerido que una civilización avanzada podría haber existido durante el Paleolítico y habría sido aniquilada por este evento. Aunque no hay evidencias directas de ello, los datos actuales abren una pequeña ventana para reconsiderar lo que creíamos saber del pasado remoto.

Fragmentos de vidrio fundido por impacto identificados en los núcleos de Baffin
Fragmentos de vidrio fundido por impacto identificados en los núcleos de Baffin. Fuente: Moore et al., PLOS One, (2025)

¿Y ahora qué?

Pese a lo espectacular del descubrimiento, el debate no está cerrado. Muchos expertos siguen sin estar convencidos, especialmente por la falta de un cráter. Otros señalan que algunas de las partículas detectadas pueden tener origen volcánico o terrestre, aunque sus características parecen más consistentes con material interestelar. Aun así, los investigadores continúan ampliando el estudio a otros puntos del océano para buscar huellas similares. Si las encuentran, estaríamos ante la validación definitiva de que el impacto fue global.

El estudio de Moore y su equipo no solo reaviva un debate científico. También nos recuerda algo esencial: la historia de la Tierra está marcada por episodios súbitos, a veces impredecibles, que pueden transformar radicalmente el clima, la vida y la cultura. Que una lluvia de polvo de estrellas pudiera ser responsable de una glaciación repentina no es solo una hipótesis audaz. Es una posibilidad inquietante y fascinante que, como en otros momentos del pasado, podría repetirse en el futuro.

El estudio ha sido estudio publicado en PLOS One.

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