Perder a alguien cercano es una experiencia que muchos describen como "un vacío en el pecho" o "un nudo permanente en el estómago". Pero más allá de la tristeza, la ciencia empieza a demostrar que el duelo intenso puede convertirse en una amenaza real para la salud. En Dinamarca, un equipo de investigadores siguió a 1.735 personas durante diez años tras la muerte de un familiar. Lo que descubrieron fue impactante: quienes experimentaron un duelo persistente y elevado tenían un riesgo de muerte casi el doble de alto.
Las emociones intensas del duelo pueden debilitar el cuerpo y afectar el corazón. Esto se conoce popularmente como "el síndrome del corazón roto", y aunque suene a metáfora, tiene bases fisiológicas reales. El estudio danés confirma que no se trata solo de tristeza: el dolor emocional crónico puede aumentar el uso de servicios de salud, de medicamentos psicotrópicos, y en última instancia, acortar la vida.
Los científicos clasificaron a los participantes en cinco trayectorias de duelo según la intensidad y duración de los síntomas. El grupo más vulnerable, que representaba un 6 % de los participantes, mostró niveles altos y constantes de dolor emocional incluso tres años después de la pérdida. Y fue ese grupo el que tuvo más riesgo de muerte en los años siguientes.

El duelo persistente afecta al cuerpo durante años
No se trata de sentir tristeza por unos meses. El estudio siguió a los participantes desde antes de la pérdida, luego a los seis meses y nuevamente tres años después. Se identificaron cinco tipos de trayectorias emocionales: desde quienes apenas mostraban síntomas hasta quienes mantenían un duelo elevado de forma persistente. Y la salud a largo plazo fue muy distinta entre ellos.
Los que sufrieron un duelo intenso y duradero acudieron más al médico y usaron más medicamentos psiquiátricos. Durante los primeros siete años tras la pérdida, este grupo tuvo un mayor número de consultas médicas, incluidas las atenciones de urgencias.
Además, presentaron más prescripciones de antidepresivos, ansiolíticos y sedantes, lo que indica un sufrimiento que se volvía también físico y clínico.
También se registró un uso mayor de servicios de salud mental. Las personas con duelo persistente tenían casi tres veces más probabilidades de buscar ayuda psicológica. Sin embargo, los investigadores alertan que, pese a recibir atención, muchos seguían sintiéndose igual de mal incluso una década después. Lo que sugiere que la atención actual podría no estar siendo suficiente para los casos más graves.
Cuando el corazón emocional afecta al corazón real
Una de las conclusiones más inquietantes del estudio es que el duelo intenso puede traducirse en una mayor probabilidad de morir. El grupo con síntomas persistentes tuvo una tasa de mortalidad un 88 % mayor que el grupo con menor nivel de síntomas. ¿Puede el sufrimiento emocional afectar directamente al cuerpo hasta ese punto?
La respuesta de la ciencia es cada vez más clara: el estrés del duelo puede desencadenar problemas físicos graves. El corazón roto no es solo una expresión poética: se ha documentado un tipo de miocardiopatía inducida por estrés que imita un infarto y que puede aparecer tras una pérdida emocional intensa. A esto se suma el debilitamiento del sistema inmunitario, la aparición de insomnio crónico, hipertensión y enfermedades inflamatorias.
Este fenómeno es especialmente preocupante en personas que ya tienen alguna enfermedad o factores de riesgo, como bajo nivel educativo o escaso apoyo social. La suma de estas condiciones puede convertir al duelo en un catalizador de deterioro progresivo. Y aunque la mayor parte de las personas no experimentan esta persistencia en el tiempo, un pequeño grupo queda atrapado en un dolor constante que afecta cada aspecto de su existencia.

Cómo reconocer las trayectorias del duelo
No todos los duelos se viven igual. El estudio identificó cinco trayectorias distintas basadas en cómo evolucionaban los síntomas a lo largo del tiempo. El grupo de "duelo bajo" era el más común, seguido por trayectorias con síntomas moderados que disminuían, y otros con picos tardíos de dolor emocional. El grupo más vulnerable fue el de "duelo alto persistente".
Detectar esas trayectorias podría ser clave para prevenir complicaciones a largo plazo. Los investigadores sugieren que los profesionales de salud podrían identificar a las personas en riesgo incluso antes de la pérdida, especialmente en entornos de cuidados paliativos.
Estas personas podrían beneficiarse de un seguimiento más cercano y de intervenciones adaptadas desde el inicio del proceso.
El dolor emocional puede manifestarse como agotamiento, problemas para dormir, ansiedad constante o retraimiento social. Cuando estos síntomas persisten más allá del primer año, podría tratarse de un duelo complicado o prolongado, reconocido clínicamente. En estos casos, el tiempo por sí solo no cura, y la intervención profesional se vuelve esencial.
El papel de la atención primaria
Uno de los hallazgos más importantes del estudio es que los familiares con síntomas persistentes de duelo tenían mayor contacto con la atención primaria, como visitas al médico de cabecera. Esto representa una oportunidad: los profesionales de salud están en una posición ideal para detectar y ayudar.
La medicina de familia puede ser la primera línea de apoyo en los casos de duelo complicado. Los médicos pueden identificar patrones de sufrimiento emocional a través de las consultas. Incluso podrían empezar el apoyo antes de la pérdida, preparando al familiar para el duelo y ofreciéndole recursos.
Los autores destacan que, a pesar de tener más acceso a servicios, muchos familiares continúan con altos niveles de sufrimiento. Esto apunta a una necesidad urgente de mejorar las estrategias de intervención, incluyendo terapias más personalizadas, mayor acceso a psicólogos y seguimientos prolongados.
El duelo no es una enfermedad, pero puede volverse un factor de riesgo grave si no se acompaña correctamente.

Una oportunidad para actuar a tiempo
El mensaje del estudio es claro: el duelo puede matar, pero también puede prevenirse el daño si se actúa a tiempo. Identificar a las personas en riesgo, entender sus trayectorias emocionales y ofrecerles apoyo real es una responsabilidad de los sistemas de salud, de las familias y de la sociedad.
El dolor por una pérdida no debe vivirse en soledad ni minimizarse. Sentirse triste es natural, pero cuando ese dolor no cede, cuando se convierte en una sombra permanente, entonces se necesita ayuda. No es debilidad: es una reacción humana ante un impacto profundo. Y la ciencia hoy nos dice que ignorarlo puede tener consecuencias físicas, emocionales y hasta mortales.
Con estudios como este, los investigadores no solo están demostrando la conexión entre emoción y cuerpo, sino también abriendo la puerta a una medicina más humana, que entienda que sanar el corazón también es cuidar la salud.
Referencias
- Nielsen, M. K., Pedersen, H. S., Sparle Christensen, K., Neergaard, M. A., Bidstrup, P. E., & Guldin, M. B. (2025). Grief trajectories and long-term health effects in bereaved relatives: a prospective, population-based cohort study with tenyear follow-up. Frontiers in Public Health. doi: 10.3389/fpubh.2025.1619730