¿Los rayos no caen dos veces en el mismo sitio? Este y otros mitos populares que no resisten un trueno de realidad

Aunque suenen familiares, muchos de estos mitos son pura ficción. Este es un recorrido por 12 creencias muy populares… que es hora de dejar atrás.
¿Los rayos no pueden caer dos veces en el mismo sitio? Este y otros mitos populares que no resisten un trueno de realidad
No todo lo que creemos tiene base real, aunque lo hayamos oído toda la vida. Representación artística. Fuente: Sora / Edgary R.

En pleno siglo XXI seguimos arrastrando creencias que no se sostienen. Desde la idea de que los rayos no caen dos veces en el mismo sitio hasta el mito del teléfono rojo entre Washington y Moscú, repasamos 12 falsedades populares que han calado en la cultura general. Algunas nacieron en películas, otras en malentendidos científicos… pero todas tienen algo en común: su persistencia frente a los hechos.

Mito 1: Los rayos no pueden caer dos veces en el mismo sitio

Si este mito fuera cierto, tendríamos que ir pensando en tirar a la basura todos los pararrayos del mundo. Porque fueron ideados para hacer inofensivas a estas manifestaciones eléctricas, atrayendo no dos, sino todos los rayos posibles. Es más, lo habitual es instalarlos en espacios muy elevados porque la incidencia de los rayos es mayor en esos puntos.

Uno de los más famosos está emplazado en el Empire State Building de Nueva York, que mide 443 metros de altura –antena incluida– y recibe una media de 25 descargas eléctricas al año. Por otra parte, el clima tropical de Brasil propicia las tormentas eléctricas, y el famoso Cristo del Corcovado soporta seis rayos en el mismo plazo. Aunque el lugar del mundo donde caen más rayos no es una elevación, sino un lago: el Maracaibo, de Venezuela, donde hay tormentas eléctricas 300 días al año y la mayoría de las descargas se producen en el punto de la desembocadura en el río Catatumbo.

Probablemente, la frase del título se utiliza para expresar las escasas posibilidades de que las casualidades ocurran. Hay personas que han sido alcanzadas por rayos varias veces en su vida… Pero en ninguna de las ocasiones se encontraban en el mismo sitio.

¿Los rayos no caen dos veces en el mismo sitio? Que se lo digan al Empire State.
¿Los rayos no caen dos veces en el mismo sitio? Que se lo digan al Empire State. Fuente: Pixabay.

Mito 2: Hay que esperar 24 horas antes de denunciar la desaparición de una persona

Mucho daño han hecho los telefilmes con esos policías lamentándose por no poder buscar a una persona desaparecida antes de que pasen veinticuatro horas. En España no es necesario. En Inglaterra tampoco. ¡Ni siquiera en Estados Unidos, donde se originó el mito! Allí el plazo viene determinado por cada estado. Ahora bien, en todo el mundo se sabe que las primeras horas son cruciales para asegurar el éxito en la búsqueda de una persona desaparecida.

Asimismo, no pueden meterse todas las desapariciones en el mismo saco; en cada una hay que considerar factores como la edad, el sexo, el estado físico y mental, el posible grado de dependencia… Esperar un día para denunciar la desaparición de, por ejemplo, un niño de ocho años que necesite medicación sería una grave irresponsabilidad. Nadie conoce con certeza dónde se originó el mito, pero los departamentos de policía de todo el mundo llevan años luchando para desmentirlo, y recomendando a los ciudadanos que no duden en contactar con ellos si piensan que uno de sus seres queridos puede haber desaparecido. Están para ayudar.

Mito 3: La Amazonia es el pulmón del mundo

Hay frases que tienen tanto éxito que se hacen impermeables a las comprobaciones, y esta es una. Es indudable que, con 7 000 000 de kilómetros cuadrados, la cuenca del Amazonas es el escenario de un proceso de fotosíntesis a escala gigantesca, donde se absorben enormes cantidades de dióxido de carbono y se libera mucho oxígeno… Lo que ocurre es que los pulmones funcionan al revés: absorben oxígeno y liberan dióxido de carbono. Pero podemos aceptar el símil literario, ya que, después de todo, ayudan al planeta a respirar. 

Sin embargo, ni siquiera a sí se merece el calificativo de pulmón del planeta, por una cuestión de escala: la propia selva absorbe toda su producción de oxígeno en el proceso de metabolización de las plantas que la componen, por lo que no afecta en absoluto a la cantidad de oxígeno en la atmósfera terrestre.

Su contribución a nuestro medioambiente es otra: el mantenimiento de los ciclos hidrográficos. La Amazonia lanza al aire enormes cantidades de diminutos residuos biológicos –como materiales de polinización o en descomposición–, que contribuyen a la condensación de las nubes. De ahí que llueva constantemente en la zona, en un microclima que da origen al fenómeno de los ríos voladores, que no son sino flujos aéreos de agua en forma de vapor que se desplazan por las cuencas hidrográficas de América del Sur.

Estos ríos, que llegan a viajar hasta tres mil kilómetros, provocan precipitaciones por todo Brasil, y transportan más agua que el propio río Amazonas, pero a dos kilómetros de altura.

Mito 4: Los mormones son polígamos

Más bien lo fueron… Hace más de cien años. Pero es curioso cómo algunas leyendas se resisten a despegarse de la realidad. La poligamia fue practicada por los fundadores y primeros líderes de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días –nombre oficial de la religión mormónica–, Joseph Smith (1805-1844) y su sucesor Brigham Young (1801-1877), que llegó a tener 55 esposas. La Iglesia mormónica fue fundada en 1830, pero no está claro cuándo comenzó esta práctica, ya que no se hizo pública hasta 1852.

Los mormones tuvieron numerosos enfrentamientos con la ley estadounidense, que prohíbe terminantemente la poligamia. No solo con la ley; muchos de los nuevos conversos procedían de familias monógamas y consideraban esta práctica aberrante. Incluso en sus tiempos de auge, el porcentaje de mormones polígamos no superaba el 30 % de los practicantes totales de esta religión. 

En 1890, el cuarto líder de la Iglesia, Wilford Woodruff, proclamó que una revelación divina le llevaba a prohibir el “matrimonio plural”. Desde entonces, las familias mormonas han sido rigurosamente monógamas, si bien algunos grupos fundamentalistas continúan practicando la poligamia en zonas aisladas de Utah –el estado mormón por excelencia– y Canadá. Estos seguidores han sido desautorizados por la Iglesia mormónica, que los ha expulsado de su seno, ya que, según señalan, la idea de ser mormón y polígamo pasó a la historia hace ya más de un siglo.

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Los amish sí usan tecnología... si lo aprueba su comunidad. Fuente: Pixabay.

Mito 5: Los amish viven sin ningún tipo de tecnología

El origen de esta creencia está en la película de 1985 Único testigo, cuyo éxito mundial dio a conocer a los espectadores a una comunidad de la secta amish en la que se desarrollaba la historia y, de paso, los presentaba como opuestos a cualquier tipo de tecnología moderna. La mejor manera de comprobar que esto no es cierto es visitar alguna página web sobre las comunidades amish… algunas, de hecho, creadas y mantenidas por ellos mismos. 

El nivel de aceptación de la tecnología por parte de los amish varía de una comunidad a otra, pero ninguna la rechaza de pleno. Su uso está determinado por el ordnung, o código de conducta de cada congregación. Si se considera una amenaza, se prohíbe. En esta categoría entran las que pueden dar acceso a ideas del exterior, como la televisión, o pueden romper su espíritu de comunidad por su capacidad de distracción.

Tampoco consideran necesarias las que les ayudarían en sus labores manuales, ya que eliminan el aprendizaje y el esfuerzo. Con todo, en algunas casas se usan lavadoras eléctricas impulsadas por generadores diesel, y tampoco son raros los paneles solares. En las comunidades amish hay también teléfonos fijos, e incluso móviles, aunque de uso comunitario y fuertemente regulado, ya que solo se utilizan para enviar o recibir llamadas importantes.

Si un amish tiene que viajar a otro estado por un asunto grave, pongamos la enfermedad de un familiar, irá en avión o en coche. Y, cuando enferman, no tienen reparo en acudir a los hospitales y entregarse a los beneficios de la medicina moderna.

Mito 6: La fórmula de la Coca-Cola  se guarda en una cámara acorazada ultrasecreta 

Aunque quede muy bien a efectos de márquetin contar que la fórmula exacta del refresco más famoso del mundo se guarda en la sede de la compañía en Atlanta, dentro de una cámara acorazada a la que no podría acceder ni el equipo de Misión imposible, la verdad es que es menos secreta de lo que parece… Dentro del ámbito de la empresa, claro está. Pero periodistas que han escrito sobre la historia de la compañía, como William Poundstone y, sobre todo, Mark Pendergast, han tenido en algún momento en sus manos el documento con la lista de componentes, incluido el famoso “ingrediente secreto” o 7X.

Este, por cierto, consiste en una combinación de esencias –naranja, nuez moscada, coriandro…– que le dan a la Coca-Cola su sabor único. Pero la clave no está en los componentes, sino en su combinación exacta. Pendergast asegura que solo dos empleados de la empresa saben como mezclarlos de la manera correcta, por lo que viajan continuamente a las principales plantas de la marca en las que se elabora el combinado básico que luego se reparte en las filiales del orbe.

La fórmula se guarda celosamente, eso es verdad, pero no tanto como se dice. Aunque alguien la consiguiera y decidiera fabricar Coca-Cola por su cuenta, debería enfrentarse a un ejército de abogados y no podría llamarla por ese nombre, ni tendría la capacidad de elaborar el refresco en las mismas cantidades y al mismo precio. ¿Y quién iba a pagar más por una copia cuando puede disfrutar del original por menos precio?

Mito 7: Las perlas se disuelven en vinagre

Aunque durante siglos se había tomado esta idea por un mito, experimentos relativamente recientes permiten asegurar que las perlas sí pueden ser disueltas en vinagre; lo que ocurre es que no lo hacen de la manera en que hasta ahora se ha pensado. 

El origen de la historia viene de los tiempos de Cleopatra, quien, según narró Plinio el Viejo en su Historia natural, quiso impresionar a Marco Antonio ofreciéndole el banquete más caro de la historia, y se aseguró ella misma de incrementar los costes echando en una copa de vinagre una gran perla que llevaba de pendiente y bebiéndosela a continuación. ¿Pudo esto ser cierto? 

Las perlas son minerales, y el carbonato de calcio presente en ellas reacciona con el ácido acético del vinagre, descomponiéndolas en acetato de calcio, agua y dióxido de carbono, según asegura la investigadora Prudence Jones, de la Montclair State University. Ella misma hizo el experimento sumergiendo una perla de cinco quilates en un vaso de vinagre. Su conclusión es que una disolución de un 5 % de ácido acético puede suceder… pero, con una perla de un gramo, se tardan entre 24 y 36 horas en convertirla en un polvo carísimo.

Resulta imposible que un ejemplar excepcional como el que llevaba la reina egipcia pudiera disolverse casi al instante, como narra la historia. En cuanto al sabor de la mezcla, eso es otro cantar. 

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Sí, las perlas se disuelven en vinagre... pero tardan más de un día. Mucho más de lo que dice la leyenda. Fuente: Pixabay.

Mito 9: Los inquilinos de la Casa Blanca y el Kremlin están conectados por un teléfono rojo 

El origen del famoso teléfono rojo está en la crisis de los misiles cubanos ocurrida en octubre de 1962, en la que Estados Unidos y la Unión Soviética estuvieron más cerca que nunca de embarcarse en una guerra nuclear. Pasado el peligro, ambas partes se dieron cuenta de que la velocidad y seguridad de los sistemas de comunicación eran insuficientes para situaciones como la que acababan de vivir, así que se acordó el establecimiento, por primera vez en la historia, de una línea telefónica directa entre los mandatarios de ambos países, que debería ser utilizada solamente en caso de emergencia. 

Fue el famoso ‘teléfono rojo’, que estuvo operativo el 30 de agosto de 1963. Pero nunca fue un teléfono real. Si el presidente quería utilizarlo, lo que hacía era llamar al Pentágono desde el teléfono de su oficina y dictar un mensaje; allí, los operadores lo mecanografiaban, cifraban y enviaban por teletipo al Kremlin. Un procedimiento equivalente se usaba en la otra parte.

La operación duraba minutos; una eternidad para los patrones actuales, pero un enorme avance para la tecnología de la época, en la que las llamadas transatlánticas pasaban por varios países antes de llegar a su destino, con riesgo de cortes y escuchas indeseadas.

Los progresos en comunicaciones fueron convirtiendo aquel teléfono que nunca existió en una línea de fax y, actualmente, en una cuenta de correo electrónico fuertemente encriptada. Pero nunca fue propiamente un aparato, y ello por una sencilla razón: se acordó que los mensajes transmitidos por él deberían ser siempre escritos, para evitar cualquier malentendido.

Mito 11: Los videntes han ayudado a la policía a resolver casos

Por desgracia, es cierto que departamentos de policía de varios países han recurrido a personas presuntamente dotadas de poderes psíquicos, sobre todo, para resolver casos de desaparición. Ahora bien, jamás se ha probado que estos farsantes hayan contribuido a facilitar el trabajo policial. En Estados Unidos, el FBI ha desmentido rotundamente que los utilice y niega que hayan ayudado a encontrar a personas desaparecidas. Las fuentes que aseguran lo contrario son los medios de comunicación que confían en las palabras de los presuntos psíquicos… Y los psíquicos en sí. 

Uno de los detectives psíquicos más conocidos fue Sylvia Browne, fallecida en 2013 –once años antes de lo que ella misma predijo– que en sus apariciones en los shows televisivos de Larry King y Monte Williams se jactaba de haber participado en la resolución de decenas de casos de niños desaparecidos.

La revista Brill’s Content descubrió que de 35 casos en los que dijo haber colaborado, en 21 la evidencia que ofrecía era inconsistente y, en los otros 14, los investigadores y las familias negaron que hubiera desempeñado ningún papel relevante. El escéptico profesional James Randi fue más allá y probó que mentía sobre sus contactos en los departamentos policiales.

Los sistemas de investigación de estos presuntos psíquicos son los mismos que usan para engañar a cualquier otro cliente: información vaga, olvido posterior de todos sus errores y publicidad exagerada de cuando acertaron por mera casualidad. El problema es que, en estos casos, su deseo de notoriedad se aprovechaba de crímenes reales y del dolor de las familias afectadas.

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La publicidad subliminal no funciona. Y el famoso experimento fue falso. Fuente: Pixabay.

Mito 12: La publicidad subliminal nos impulsa a consumir

En 1957, durante la proyección de la película en un cine de Nueva Jersey, el publicista James Vicary insertó dos fotogramas demasiado fugaces para ser advertidos por el ojo humano, pero no por el cerebro. Uno decía “come palomitas” y el otro “bebe Coca-Cola”. En la tienda del cine, las ventas de palomitas subieron un 58 % y las del refresco, un 18 %. Esta es la anécdota que ha alimentado las leyendas sobre los mensajes subliminales ocultos en los anuncios que estimulan nuestro deseo de consumir.

El problema es que la historia es mentira: Vicary fue incapaz de repetir los resultados de su experimento cuando se lo requirió el doctor Henry Link, de la Psychological Corporation y al final confesó que se había inventado los resultados. Hay dudas incluso de que el experimento llegara siquiera a tener lugar, pero la noticia sirvió para lanzar la moda de la publicidad subliminal, a la que se han dedicado libros enteros.

Ningún estudio ha demostrado jamás que esas técnicas influyan en lo más mínimo en el comportamiento de los compradores. Ni siquiera las imágenes con contenido sexual, que estarían ocultas en los anuncios de prensa dentro de sombras, siluetas o juegos de luces. Es verdad que el sexo está muy presente en la publicidad y que se sigue considerando un notable atractivo para las ventas… Pero, en la mayoría de las ocasiones, de subliminal no tiene nada.

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